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Mientras tantoDeslumbrante

Deslumbrante


 

Estarán de acuerdo conmigo en que uno de los trucos más eficaces para provocar extrañeza -es decir, emoción- es situar algo radicalmente fuera de su contexto original. Esa suele ser la mecánica de los sueños. El arte lo sabe bien. Y la literatura y el cine. Un gorila en lo alto de un rascacielos, una cabeza de caballo entre las sábanas, Schwarzenegger en una guardería…

 

Por eso, lo que más me interesa del arte site specific es la posibilidad de cambiarlo de lugar. Aunque esto vaya en contra -o quizás por eso- del espíritu original de la obra, si la reubicación se hace con un mínimo de talento, suele dar lugar a nuevas y emocionantes lecturas. Esa sensación tuve anoche en el antiguo depósito de agua del Canal de Isabel II, en la inauguración de Travesías, una de las tres exposiciones que el artista Daniel Canogar tiene actualmente en Madrid.

 

El pasado año 2010 Canogar realizó una instalación para el atrio del edificio Justus Lipsius en Bruselas, una de las sedes del Consejo Europeo. La pieza -que estuvo expuesta durante el semestre de presidencia española, entre enero y junio- consistía en una pantalla flexible de LEDs de 33 m. de longitud por 1,65 m. de ancho colgada del techo, a 8 m de altura sobre la gente, formando un bucle con imagenes de personas caminando.

 

Desde hoy, y hasta el 15 de mayo, pueden ver esa estructura atrapada en el hueco de escalera del antiguo depósito de Santa Engracia. Si en Bruselas la pieza flotaba en horizontal bajo el techo del amplio vestíbulo, casi como un elemento decorativo, distante del espectador -que debía mirar hacia arriba para disfrutarla-, en Madrid adquiere una materialidad impactante, una cercanía que intimida y emociona a partes iguales. El diálogo deslumbrante -literal y metafórico- entre la estructura metálica interior del edificio y la serpenteante cinta de imágenes en movimiento que asciende atada a ella, provoca una experiencia arquitectónica de brutal belleza.

 

El espectador que sube por la escalera asiste a un espectáculo insólito que tiene lugar a tan sólo un metro de él. Estamos acostumbrados a ver las enormes pantallas de LED´s a lo lejos, como fondo de grandes eventos, sólo nos importa lo que en ellas se proyecta. En la pieza del depósito, Canogar nos permite descubrir y casi tocar el mecanismo, el truco, la técnica, llevando al límite su obsesión por liberar a las imágenes de la planitud y el distanciamiento de las pantallas.

 

En esta época ocularcentrista y líquida, saturada de flujos de información y experiencias a distancia, la materia me impacta cada vez más. Ahora la fantasmagoría no exige la ocultación del truco, sino su revelación. Es la proximidad casi intimidatoria de ese descubrimiento lo que otorga cualidad al fantasma y provoca el extrañamiento de quien lo contempla.

 

Háganme caso, si viven o están por Madrid no se lo pierdan. Es una de las instalaciones más apabullantes y coherentes que he visto en mucho tiempo. Aunque no hacen ninguna justicia, no me resisto a dejarles algunas humildes fotos de teléfono.

 

 

 

 

 

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