Entono el mea culpa: en mi anterior post, primero de la serie “Consejos para ligar” comenté que cuando las recomendaciones fuesen válidas para ambos sexos, lo diría. Y no lo hice: y claro, he recibido algunos comentarios (el post se refería a los cuidados de la higiene y la estética en general) recordándome que algunos fallos que mencionaba también los cometen las mujeres. En efecto: cortarse las uñas (de manos y pies), utilizar desodorante y ducharse habitualmente también es necesario para nosotras chicas. Dicho lo cual, vamos a por la segunda parte: el encuentro. Se supone que ya has cuidado tu aspecto físico y acabas de quedar con la chavala o el maromo en cuestión. Disculpad que me refiera, en los ejemplos, sólo a chicos, pero es lo que más ha frecuentado una y sus amigas. Es lo que tiene ser una heterosexual fálica.
Existen varias tipologías de hombres (también lo vimos en otro post) y según el género, se comportan de tal o cual forma en el primer encuentro, lo que les puede llevar al éxito (léase, el polvo) o a un sonado fracaso:
– El agresivo que va con el hacha en la boca: sin ir más lejos, el otro día me dí de bruces con uno, para más señas, piloto de Iberia. Tras el encuentro yo me fui contenta (ligar sube la autoestima un montón) porque me había ligado a un piloto, pero vamos, que éste no me vuelve a ver el pelo. Es el típico que, a las primeras de cambio, te somete al tercer grado: a los veinte minutos ya te ha preguntado si estás casada, si sales mucho, por dónde sueles ir… Vamos, que le falta preguntarte qué postura te gusta más en la cama y cuál es tu talla de sujetador. ¡Joder, que el puente aéreo dura apenas una hora! Chicos, esto no: no es que nosotras esperemos tres citas antes de meternos en la cama, nos podemos meter a los diez minutos si hay suficiente química, pero relax, un poco más de relax…
– El del cv (o el comercial): de esta categoría también conozco a alguno. En concreto era fotógrafo. Un tipo interesante con profesión variopinta, que tan pronto estaba en un lado del globo terráqueo como en otro. En fin, que cumplía algunas de mis exigencias: leído, culto, ameno, con sentido del humor, viajao… Y ná, que tampoco funcionó. ¿Por qué? El tío, en la primera cita, parecía que estaba en una entrevista de trabajo: “mira este trabajo que hice, además me dieron tal y cual premio, fíjate en esta foto”… Y además, con cara de falsa modestia, pero gustándose… El currículum y el venderse lo dejamos para la búsqueda de empleo, ¿vale?
– El desesperado: a éste se le nota a la legua que no ha echado un polvo hace tiempo y que está como loco por pillar cacho. Enseguida quiere el móvil, te acosa en el Féisbu, quiere llevarte a diez mil sitios en los tres días siguientes, te reprocha que no hayas contestado a uno de sus cien mensajes… Si estás en esta categoría puede parecer simplón, pero a lo mejor te viene bien lo que hacía el protagonista de la película Algo pasa con Mary: antes de la primera cita, una paja. Mano de santo y nunca mejor dicho. Seguirás igual de desesperado, pero se te notará un poco más tranquilo…
– El pedante: Me gustan los tíos cultos, está claro. Imagino que a una parte de la población masculina le gustará también las mujeres cultivadas. Espero. Pero una cosa es ser un tío leído y otra un pesao. Hay una frontera que es mejor no cruzar. Está bien citar a Nietzsche o a Kant, pero todo tiene su límite. Si ves que ella empieza a resoplar o a mirar el móvil, cambia de táctica porque la estás aburriendo. Recuerdo que en un viaje de prensa a Canarias dí con uno de éstos, trabajaba en Telemadrid. Madre mía qué pestiño de tío: sabía de todo y cómo le gustaba decirlo. Anda que no nos reímos ni nada…
– El sosaina: de éstos no me he encontrado ninguno porque, al ser bastante cañera, suelo dar con tipos cañeros, pero haberlos haylos, como las meigas. Me consta que parecen tener horchata en vez de sangre en las venas, y que lo mismo le da ir a un bar que a un café que a pasear. Un poco de brío, por favor porque siendo así en la calle, imagínate cómo será en la cama: lo mismo no quiere follar porque cansa.
– El triunfador: también conocí a uno y también era fotógrafo, mira por dónde (lo da la profesión, será). Estaba buenísimo hasta decir basta. Pero bueno, bueno… y era insoportablemente seguro de sí, tanto, que él era el que decidía si nos acostábamos o no, cuándo y porque él mandaba. Vamos, que no: que os quede claro. En este aspecto, el de la cama, es la mujer la que tiene la sartén por el mango y es ella quien decide. Si sí o no. Y cuándo. Así de claro.
– El divorciado con hijos: uff, de esta categoría se podrían escribir post y post. Da para un libro. Si está divorciado y no tiene hijos, resulta más fácil, pero como tenga infantes… mejor salir corriendo. Una amiga dio con uno: en el primer encuentro, cuando apenas estaban a media cocacola Light, intentaban quedar para una segunda ocasión porque se habían gustado. Pero a ella le fue imposible: el tío sacó la agenda y cuando no tenía a los niños, tenía que irse al pueblo porque le gustaba el ambiente rural y sino, al gimnasio. Ella, muy espabilada, le dijo: “Pues si te parece, como tienes tan complicada la agenda, cuando me termine la coca cola marcho y aquí lo dejamos, ¿te parece?”. Si la agenda está apretada chicos, intentad, al menos en las primeras citas, comérosla con patatas porque resulta fatigoso dar con un sujeto así.
– El polito Ralph Lauren: esta denominación no es mía, es de una amiga muy ingeniosa. Imaginaros la estética: polo de la anterior marca, pelo repeinado a lo Mario Conde, gafas Ray Ban… Vamos, votante del PP y afiliado a las Nuevas Generaciones, seguro. Se cree que por invitarte a una copa se la vas a chupar. Quiere conquistarte a base de comprarte regalos (porque tiene la cartera abultada). También he conocido a alguno y sólo os diré que era la estrella de Manhattan porque se paseaba con su polito rojo tomatón. Eso sí: era incapaz de encontrar la Quinta Avenida o la 42. Pura apariencia. Penoso.
Pensaré, lo prometo, a ver si se me ocurre alguna categoría más… y como a la tercera va la vencida, en el próximo post entraremos ya en materia: Lo que no hay que hacer cuando se llega a la cama. Feliz semana amores. Escribidme comentarios, que sino, me marchito como una flor sin su agua. Un beso.