Yo no pude asistir; tenía que ir a otra inauguración fuera de Madrid. Pero estuvieron todos (o casi todos) los que tenían que estar. Los que venían de los mismos sitios y los que buscaban las mismas metas. Se reunieron en mitad de la calle para recordarle y rendirle homenaje. Por lo visto no faltó nadie. Cansados, ya mayores, pero allí estaban.
Hubo música, la suya, por supuesto. Hubo palabras del Excelentísimo: «Rendimos así homenaje a su figura y a su obra, al tiempo que evocamos una vez más su recuerdo, conjurando su ausencia mediante una suerte de sortilegio popular que nace del cariño, del respeto, de la gratitud de una ciudad, de su ciudad». Y, además, hubo juerga, mucha juerga. Como a él le hubiera gustado.
Ya no vamos a poder olvidarle fácilmente. La plazuela nos lo va a recordar queramos o no, para siempre. Por estas calles caminaba, cantaba, soñaba, vivía, perseguía sueños hasta darles forma de canción… A pocos metros de aquí dio a luz al himno que todos conocemos y que ya ni siquiera le pertenece porque, de tanto cantarlo, es de todos.
Hoy había varias cosas de las que hablar: Elisabeth Taylor, Robbie Robertson, Roger Waters… Pero esto es lo que ha salido. Sólo queda, cada 12 de mayo, reunirnos en esa plazuela para evocar su recuerdo en el eco de esas calles que ya siempre recordarán su música.
@Estivigon