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Mientras tantoSobre los paniora

Sobre los paniora

La historia no tiene libreto    el blog de Joseba Louzao

La historia sigue
siendo popular en nuestros días, a pesar de los aburridos profesores que la
enseñan. La utilizamos para casi todo. Acudimos a ella para conseguir consejo,
apoyo o reafirmación. Incluso nos acercamos a ella para fortalecer nuestras
aversiones y nuestros miedos más ocultos. Cuando buscamos sentido a nuestra
vida, tropezamos irremediablemente con el pasado. Somos pero, sobre todo, nos
narramos. Por ello, nos guste o no, tendemos a imaginar o a sumergirnos en el
relato de nuestros antepasados.

 

El mejor ejemplo de
esto último lo ofrecen los paniora, un clan maorí que en la actualidad cuenta
con unos 16.000 miembros. Parece ser que descienden de un español llamado
Manuel José, quien se casó en Nueva Zelanda con cinco mujeres en el siglo XIX.
El resultado, como cabía esperar, fueron 9 hijos y más de 40 nietos, que han
mantenido a lo largo de las décadas la memoria endeble del patriarca. Manuel José
era un enigma, tal y como lo definía un poema escrito en 1981: “You remain
their enigma, the Paniora with no past”. Pero hace unos años este hecho saltó a
la prensa, al descubrirse que Manuel José procedía de Segovia, donde había
nacido en 1811. Hijo de una familia de cardadores se había embarcado en un ballenero
que le llevó por diferentes lugares del mundo antes de recalar en Oceanía, donde
se quedó.

 

Desde entonces, los
paniora reivindican la figura de su antepasado. No en vano, su nombre – que
significa “los españoles”- procede del mote que se le concedió a ese enigmático
segoviano.

 

Un domingo atípico de
agosto, de esos en los que no hay demasiado que hacer, descubrí un documental
en la televisión sobre el tema. Lo que más me llamó la atención fue el
encuentro festivo, que cada cierto tiempo, se organiza para reunir a toda la
comunidad paniora. De esta forma pueden honrar la memoria de su antecesor, al
que consideran el fundador del clan. Allí se desplega una interpretación
castiza y multicultural de sus raíces hispanas. En esas reuniones se pueden
encontrar trajes de faralaes, mantillas o peinetas. Asimismo, tampoco es
extraño observar, con sorpresa, que hay vestidos y músicas características de
Latinoamérica. Y, por todos lados, una defensa de la tauromaquia: una pasión
que, según dicen, tiene su origen en su sangre española. 


Los paniora
reconstruyen así un pasado imaginario. Lo han cimentado a través de los
estereotipos que sobre España se han desplegado en Nueva Zelanda y en el resto
del mundo. Que muchas de estas tradiciones no sean más que sombras de una
realidad lejana,  no invalida su
identidad paniora, es decir, española. Puede resultar cómico, y muchas personas
no serán capaces de entender lo que sucede dentro de ese extraño clan. Sin
embargo, estas “invenciones” han constituido el alimento de las voces
ancestrales que han azotado el pasado europeo. Sus consecuencias fueron mucho
más dramáticas. Sigo pensando que la humildad ante la compleja realidad es la
única lección imperecedera de la historia.



«Ni reír ni llorar,

comprender solamente,

dijo Spinoza, pero

¿qué hay que comprender

si no hay materia,

y sólo hay dramas

y comedias?»

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO

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