Variedades de la experiencia narrativa: novela, relato, obra de teatro. Pero también…
Poemas épicos (Orlando furioso) y novelas en verso (Poetas en la noche). Poemas narrativos (“Los caballos” de Edwin Muir). El poema de los sapos de Leopoldo María Panero. Los poemas-relatos de Bukowski. Género, o bien muy viejo, o bien casi demasiado joven.
Pinturas narrativas. “La primavera” de Botticcelli. Las pinturas-batalla de Paollo Uccello. Los frescos narrativos de Bennozzo Gozzoli. Las narraciones recogidas en ánforas griegas. Los frescos de la Villa de los Misterios de Pompeya.
Cómics, especialmente en sus variedades narrativas más ambiciosas, comenzando en las largas sagas de El fantasma, Flash Gordon, Terry y los piratas, El príncipe Valiente, continuando con el clasicismo de Tintín, extravagancias como Valentina de Guido Crepax, la fascinación posmoderna de El garaje hermético de Jerzy Cornelius y las grandes obras maestras de la “novela gráfica”: Río de veneno, de Gilbert Hernandez y Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo de Chris Ware. Los mangas. Akira. La época de Botchan, ejemplo de manga literario y extremadamente refinado.
El cine (¡claro!). El cine de animación. Alicia de Jan Svankmajer, su extraordinaria reinterpretación del ritmo y el sentido de lo narrativo. Anime. Los de Hayao Miyazaki y los que no son de Hayao Miyazaki (Ghost in the Shell, Beautiful Dreamer, El valle de las luciérnagas). Los documentales narrativos de Michael Moore. Los falsos documentales. Los “Cómo se grabó…” El videoarte.
Las series de televisión, la posibilidad de la narración perpetuamente inconclusa. La experiencia del “episodio”. La posibilidad de una narración abierta, en constante expansión. Las posibilidades claustrofóbicas del sitcom, donde un grupo reducido de personajes (a los que terminamos por conocer mejor que a nuestra familia) ensayan infinitas variaciones de una situación básica que nunca cambia.
Las formas de música narrativa. La ópera, comenzando con el ejemplo más asombroso, El anillo del Nibelungo. Los ballets (El lago de los cisnes). La música de programa, los “poemas sinfónicos” (Sinfonía alpina). La sinfonía como forma narrativa. Las formas narrativas de la atonalidad. Sublimes, supremos desafíos a la noción de narración: Répons de Boulez, Coma Berenices de Francisco Guerrero, Natures Mortes de Georg Heinrich+++ Haas. From me flows what you call time, de Takemitsu. Triadic Memories de Morton Feldman.
Los juegos de rol, comenzando con Dragones y mazmorras, que fue el iniciador de la actual fiebre y el comienzo de una inmensa literatura cuya finalidad no es la lectura, sino el tablero donde diversos jugadores interpretan a diversos personajes siempre bajo la dirección de un Maestro del Juego que es quien decide lo que pasa, y cómo, y por qué.
El juego como narración: el ajedrez chino, con su tablero dividido por un río. Descubrimiento de que el alfil del ajedrez no es realmente un “obispo”, sino un elefante (“Al fil” en árabe) que proviene del Chaturanga indio. El juego de la oca.
El mapa como forma narrativa. La lectura de mapas. El juego-deporte llamado orienteering. El viaje como narración. El paseo. El parque temático como narración. El museo como narración. La exposición como narración. El jardín botánico, el museo de taxidermia. El circuito del spa como narración.