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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 18 / 2011

De mi Diario : Semana 18 / 2011


Weiß/Colonia, 1°.5.,  primera hora del día

Decidí hacer mi envío dominical sin anexo, tan sólo con el enlace a Fronterad. Eso me servirá de criterio orientador acerca de quiénes realmente me leen y quiénes no. No que me importe que no me lean (¡al carajo con el laurel!, que –como sabiamente dijo Unamuno– tan sólo es «bueno para asaborar las patatas»), pero al menos tener una idea de quiénes no lo hacen. Y ello, movido por el filantrópico deseo de no joder a nadie con unos e-mails que ni siquiera se molestan en abrir, me servirá para desbrozar los directorios de envíos y aliviar los domingos de algunos: les evitaré el trabajo de borrar mi envío sin abrirlo. ¿Voy bien, papá Baden Powell?

 

Weiß/Colonia, 1°.5. (1)

Durante la noche sufro un cólico que desemboca en una náusea brutal, que me hace gritar (y con mis gritos despierto a Diny y a Vincent) y de la que temo que me haga morir de la peor manera que imaginarse pueda, como Georg Grosz, asfixiado por el propio vómito. Despierto de mañana con el cuerpo molido, igual que si hubiese vomitado toda la mugre del universo, pero conforme voy recuperando fuerzas y el sentido, me doy cuenta de que todo fue una pesadilla.

 

Weiß/Colonia, 1°.5. (2)

Laetitia me escribe desde el Detrito Federal que ayer, en El País, Babelia sacó una foto enorme y espléndida de Mahler «y un artículo que está fenomenal. Salí a comprar la 6ª y 7ª sinfonías y además encontré un arreglo para piano a cuatro manos, de las mismas sinfonías. En la noche, ayer, Alfonso y yo nos preparamos un buen fondue, y nos pusimos a disfrutar la 6ª sinfonía. En noches como la de ayer, de buena plática y música, los recuerdo mucho a ti y a Diny». (Laeti es una de las pocas personas que escribe bien el nombre de mi mártir). Le contesto: «Mahler, sí, siempre, aunque con Mahler pasa (me pasa, quiero decir) que como todos los compositores de la época dorada de Hollywood entraron a saco en su obra o se hicieron «eco» de ella, no son pocas las veces que me remuevo inquieto escuchándola y me sorprendo preguntándome si lo que estoy oyendo será Lawrence de Arabia o a lo peor Los diez mandamientos» Y lo que ahora me estoy preguntando es por qué la fondue cambia de género al otro lado del Atlántico.

 

Weiß/Colonia, 1°.5. (4)

Un canal regional transmite el Festival internacional de Circo en Montecarlo, y el final es con unas trapecistas norcoreanas cuyo número quita el aliento. El sentido del humor macabro que es mi ® me hace pensar que en Pyongyang entrenan el número sin red, y que ya debe de haber un  crecido número de inválidos –si es que no directamente difuntos– a costa del mismo, pero que quienes logran llevarlo a cabo sin desplomarse hasta el puto y duro suelo, esos supervivientes, son quienes representan al Gran Líder en Occidente, y con red, ni que decir tiene, faltaría más, por diosEstoy deseandito (como diría mi abuela Remedios, una sabia) que a Pyongyang le llegue lo más pronto la hora en que podamos rebautizarla gozosamente como Pyongying.

 

Weiß/Colonia, 2.5., primeras horas del día

La muerte de Osama Bin Laden a manos de un comando especial gringo me hace temer que Fidel Castro sea eterno.

 

Weiß/Colonia, 2.5. (1)

Vamos a La Modicana a almorzar con Javier, que vino de Barcelona para la primera comunión de su hija. ¡Lea, 8 años ya! ¡ay, cómo nos hacemos viejos!  Nos divertimos mucho por nuestra coincidencia en pensar que los autores de la portada del último libro de Jorge Edwards la han diseñado a propósito para que nadie lo compre: otra explicación es difícil de entender. Después, y hasta la hora en que Carlitos lo lleva al aeropuerto, venimos a tomar el café a casa y platicamos de bueyes perdidos, uno de los mejorsísimos temas de conversación que se hayan inventado. Como fuere, gran alegría por este reencuentro con Javier, es alguien en quien admiro mucho su sentido del humor. Qué pena que siempre sean tan breves sus visitas.

 

Weiß/Colonia, 2.5. (2)

Y bueno, el balance es desolador. De 401 destinatarios del enlace con mi blog de Fronterad, pero sin el manuscrito original del diario, sólo dos echaron éste de menos, y a ellos hay que sumar cuatro que en sus mails se refirieron al envío, lo que significa que les bastó con abrir el enlace. ¿Qué hacer? como se preguntaba Lenin con una erección dolorosa y ambas manos ocupadas en mantener abierta una edición king size del Kamasutra, sin un atril cerca.

 

Weiß/Colonia, 3.5. (1)

Creo que ayer encontré el punto de apoyo de la palanca para terminar el texto de mi conferencia de Hamburgo, y es el monólogo de Lucky en Esperando a Godot. Lo leo y lo releo, y cada vez que lo hago me convenzo más y más de que Beckett tendría que haber visto pelis de Cantinflas. Por supuesto no lo creo, pero ese monólogo de Lucky es casi una demostracion ad absurdum de mi descabellada idea.

 

Weiß/Colonia, 3.5. (2)

Diny está baldada. Me da una pena enorme verla caminar y moverse, ella que es un prodigio  de actividad y de energía, todo lo contrario que yo. El médico le ha recetado un tónico muscular y unos masajes. Ojalá surtan efecto, por puro egoismo mío también, me enferma su desvalimiento.

[Cuatro horas más tarde : Las tres líneas anteriores las escribí después de ver a Diny desde la ventana, yendo al masajista, de donde ha regresado bastante mejorada, menos mal, sobre todo porque el buen hombre le ha asegurado que en dos días más la dejará como nueva. Laus Deo!]

 

Weiß/Colonia, 3.5. (3)

Andrés incluyó en su cuenta Twitter uno de los trinos que seleccioné en el # 16 de The Twitter’s Digest, el de la amiga peruana de La Maguita, Rocío Nieves Flores: «Boda real y beatificación. ¿Será que me desperté en la Edad Media?», y alguien, dándoselas de enterado, lo replica con un disparate como la copa de un pino: «Súmele la muerte de un hereje». Como cae de su peso que se refiere a Osama Bin Laden la pregunta es si este tuittero sabe qué significa ser un hereje. Ay.

 

Weiß/Colonia, 4.5.

Montse llama a Diny a las 8 a.m. y Henri debe poseer un sexto sentido que le avisa de que su madre está hablando con su abuela, porque inmediatamente empieza a gritar «Bü! Bü!» hasta conseguir que Montse le pase el teléfono y él le pueda decir a Diny, de ese modo concentrado, que está planchando [=bügeln], y Diny le asegure, muy formal, que el viernes irá ella a hacerle compañía en esa tarea de tanta responsabilidad para el buen gobierno de la república. Bü bü

 

Weiß/Colonia, 5.5., primera hora de la noche (2)

Busco en el archivo de este diario y encuentro una entrada del 19.1.2008 donde tan sólo dice: «Reencuentro con Carmen Alicia y René, al cabo de los años. Once». Y nada más. Lo único que se me ocurre es que la peli me dejó tan impresionado que no fui capaz de escribir nada al llegar a casa, y luego se me olvidó añadir al día siguiente el comentario. Y es que Once, que acabo de volver a ver después de tres años, tres meses y 15 días, es una de esas pelis que conmocionan, porque te descubren una nueva dimensión. Qué bella es, qué pronto pasan sus 83’, qué regusto tan sabroso deja en el disco duro. A todo lo cual coadyuva el hecho de que los protagonistas no son iconos, no son estrellas, no son ni siquiera conocidos, y entonces la historia que viven y que nos cuentan con su vida es una historia de a deveras y la vives con ellos. Esa es tal vez, para mí, la más bella de las magias del cine. Puedo admirar el arte interpretativo de Montgomery Clift (mi ídolo) o de Paul Newman o de Meryl Streep, y todo lo que subyace a sus interpretaciones, pero para que realmente vibre el diapasón de mi metrónomo interno casi que necesito rostros anónimos, inidentificables a simple vista. Once, qué maravilla. Y son casi las 2 a.m., «¡Es hora de que los peques nos vayamos a la cama, ¡hale!»

 

Weiß/Colonia, 5.5.

Día de sol primaveral, con una tenue, ligerísima neblina. El viento es perezoso y nada frio. Unas condiciones óptimas para salir de compras con la bici y darle algún movimiento a este esqueleto. En el camino tengo la suerte de escuchar muchos pájaros, y me pongo a pensar por qué será que los colombianos llaman trinos a la cháchara a veces inmamable y estúpida a más no poder que les fascina subir a sus cuentas Twitter: ¡qué manera de ofender el canto de los pájaros, que sería si acaso una de las pocas pruebas de la existencia de un dios!  Yendo al supermercado me cruzo con un cartero, y al regreso con una cartera, ambos claramente de vuelta ya de sus recorridos, y los oigo saludar a algunos transeúntes por sus nombres, lo cual es muy lógico, conocen bien a sus “clientes”:    «Tag, Frau Kalverkamp!» «Tag, Herr Mehrin!» «Tag, Herr Rüttgers!» «Tag, Frau De la Fuente!» Y cuando escucho este último saludo freno la bici y me vuelvo a mirar a la mujer que avanza en mi dirección: «¿De la Fuente?  Eso suena muy español». «Es que soy española».  «Yo también». «¿Español?, ¿de dónde?» «De Huelva, ¿y usted?» «De León». «Pues que tenga usted un buen día». «Y usted, lo mismo digoAy, qué bonito hablar en nuestra lengua con este sol»  Me cae bien Frau De la Fuente.

 

Weiß/Colonia, 6.5. (1)

Cinna me comenta en un mail esa frase que suelo añadir a la palabra ¡Aleluya! («como dizque gritan durante sus orgasmos los Testigos de Jehová») y me dice que uno de los más destacados fue nada menos que «el generalísimo Eisenhower». Luego apostilla: «La palabra «testigo» viene de testículo, porque los romanos acostumbraban agarrarse los huevos cuando pronunciaban un juramento ante un juez. ¿Por qué los huevos?  Se suponía que era la parte más noble de la anatomía y en todo caso era más elegante que agarrarse el trasero o meterse el dedo en la nariz. ¡Aleluya!»  A lo cual le contesto: «¡Cuánto mejor jurar decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, agarrándose los testículos (aunque ¿y las mujeres?) en vez de poniendo la mano sobre un libro cuya primera página nos echa puras mentiras!»

 

Weiß/Colonia, 6.5. (2)

He recibido una lección inolvidable y aleccionadora. Ayer le envié a los amigos un vídeo de la interpretación del “Aleluya” de Haendel en una galería comercial canadiense, y aderecé el envío con este comentario: «Aleluya: Yo creía que esta era una palabra que sólo usaban durante sus orgasmos los testigos de Jehová, así como los miembros del Ejército de Salvación y, según se sospecha, los miembros del Opus Dei, pero resulta que hasta existen composiciones musicales basadas en ella. Qué cosas» ¡Nunca lo hubiera hecho!Desde ayer, he recibido más de una docena de e-mails, ¡hasta de amigos que me conocen desde hace años y saben de mi sentido del humor!, todos ellos explicándome quién fue Haendel y qué su Oratorio El Mesías. Es evidente que la opinión que tienen acerca de mi cultura general no resulta muy halagüeña para mí. Pero menos mal, porque así los habré convencido por fin de lo que siempre les dije: que soy bastante bruto. En verdad, debo considerar el caso bajo este punto de vista a todas luces positivo.

 

Weiß/Colonia, 7.5., primeras horas del día

Después de ver Into the Storm, que me interesó y me convenció, trabajo de limpieza de fondos en los archivos, todavía sin revisar el borrador del texto de la conferencia sobre Cantinflas, esa será labor para este fin de semana.

 

Weiß/Colonia, 7.5. (1)

Mi tocayo me agradeció hace un par de días que le hubiese enviado una remesa pps de chistes de Quino, y le dije que Fontanarrosa, Yrrah y Mingote eran los tres mosqueteros, y que Quino era D’Artagnan. Se interesó por Yrrah y le expliqué: «Él ha sido, a mi juicio, uno de los más grandes humoristas gráficos de la historia. Todos sus chistes eran mudos, pero de una elocuencia apabullante. Siempre me hacen volver a sonreír o reír, y en algunos casos simultáneamente temblar, cada vez que vuelvo a sus colecciones. Uno de ellos es fácil de “contar”. Ha habido un alzamiento popular en algún lugar que por los datos visuales debe estar en América Latina (no se ven negros ni asiáticos): la multitud inunda la avenida enarbolando pancartas, banderas, todo el atrezzo revolucionario, pero también, además, clavada en una pica, la cabeza aún sangrante del dictador que (dato suplementario) todavía conserva puesta la gorra de plato con los cordoncillos de generalísimo. Pero el chiste no es ése, el chiste consiste en que al lado del grupo que alza como trofeo la cabeza del dictador, va un auto de la TV desde el cual un reportero extiende el brazo con el micrófono poniéndolo directamente ante los labios de la cabeza decapitada. Pocas son las veces que he visto documentada de una manera tan gráfica la obscenidad del periodismo  sensacionalista. Si Quino fuese alguien con semejante mala leche, lo habría firmado».

Entonces mi tocayo me dice que eso le recuerda los chistes de Maitena, y le contesto: «A mí me encanta Maitena, claro que sí, pero es otro tipo de humor, además siempre verbal, es raro –para no decir que inexistente– el chiste suyo en que no hay diálogo o monólogo. No que yo tenga algo en contra de los chistes «hablados», pero lo de Yrrah es distinto, son todos, todos, mudos. Y otro de mis humoristas gráficos preferidos es también neerlandés, Peter van Straaten, con su chiste diario en De Gelderlander. Por ejemplo uno donde se ve al fondo, acuclillada en la cama y recostada en la pared, a una joven vestida con una la mínima expresión de minifalda y una blusa. Frente a ella, en primer plano, de pie, y de perfil para el lector, un joven con tenis, bermudas y camisa. Lleva colgada una guitarra y sus manos están en posición como para pulsar las cuerdas. Y le dice a ella: “¿Quieres que te toque alguna otra cosa?”»

Cerré el día con una nueva descripción, y la de chistes gráficos se cuenta sin duda en el grado 7 de dificultad: «Otro gran chiste de Yrrah es uno que sucede en el escenario de un teatro, visto desde las bambalinas a la izquierda del público, parte del cual aparece al fondo. Se representa una obra donde la protagonista está desplomada y aterrorizada en un sofá, y no es para menos porque encima de ella, y sujetándola con una rodilla contra el sofá, se alza el protagonista enarbolando un puñal con intenciones evidentemente homicidas. El chiste capta ese momento en que el protagonista, con el puñal en alto, mira hacia la concha del apuntador, donde este, desesperado, con los ojos que se le salen de las órbitas, está haciendole con el puño derecho cerrado y el pulgar entre los dedos índice y corazón, el gesto inequívoco de que no tiene que matarla, sino follársela». Genial.

[Buscando un chiste de Peter van Straaten para hacer un hipervínculo cuando saque esta entrada en Fronterad, descubro que falleció a principios de abril. Elijo uno, pues, donde varias personas están ½alineadas de perfil al lector, pero dos señoras se inclinan para sacar la cabeza de la fila, se miran, y una de ellas le pregunta a la otra: «¿En el entierro de quién nos hemos conocido?»]

 

Weiß/Colonia, 7.5. (2)

La cena hoy, un manjar de los dioses. Espárragos trigueros a la plancha con vieiras un pelín fritas. De saberlo antes hubiese puesto a enfriar una botella de Marqués del Riscal, de Rueda. Pero me quejo de vicio.

 

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