«La fisiología del gusto» ha llegado a Venecia y a su Bienal con la fuerza de lo brutal. Pero no por la operación casi quirúrgica de la performer guatemalteca Regina José Galindo -que se extrae sus dientes llenos de caries y los deposita en un elegante recipiente lleno de molares- sino por la simbología que carga con ella. Galindo denuncia la relación América-Europa y lo hace en el centro del centro del arte occidental contemporáneo. Probablemente su obra impacte menos que las de aquellos que hacen homenajes a Gaddafi o a Bin Laden o los que juegan con el manido tema de la religión (la manera más fácil de salir en los periódicos). Tendrá menos comentarios y no saldrá en los informativos que dedican minuto y medio al mercado del arte de élite para simular interés por la cultura. Pero enfila uno de los asuntos fundamentales de principio del siglo XXI: cómo la colonialidad sólo se ha perfeccionado, pero no ha remitido.
Las grandes corporaciones internacionales -incluidas las bancarias- nos dieron un golpe de estado global en los ochenta y casi no nos damos cuenta. Sus efectos han significado la sustitución de los poderes clásicos -o de las formas de poder conocidas- por el poder económico, que logra ocupar cualquier espacio libre en el espectro de las construcciones sociales.
Si al colonialismo torpe y embutifarrado de la España del siglo XVI le sustituyó el imperialismo colonial ultranacionalista de las potencias europeas en el siglo XIX, ahora la colonialidad eurocéntrica (con su versión estadounidense, ‘juvenil’ en términos históricos) tiene forma de empresa y defensa de gobiernos. El eurocentrismo sigue mandando y las represas, la minería, las carreteras o el pensamiento sigue siendo monopolio colonial. Ramón Grosfoguel, uno de los pensadores más dinámicos e interesantes de Otramérica, insiste en que las denominadas como «grandes catagorías universales» para entender el mundo se parieron en cinco países: Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Estados Unidos. Pero esas categorías ya no son válidas para entender lo que sucede y por eso se me hace tan interesante el trabajo de Regina José Galindo en Venecia, porque relee el momento actual en América Latina desde otra mirada: la propia, la necesaria, la que cuesta tanto entender en las antiguas metrópolis que, aunque dejaron de serlo formalmente, se siguen alimentando de las ‘colonias’ económicamente y de forma casi vampiresca en lo cultural.