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Algaradas


 

Han tomado posesión los nuevos alcaldes rodeados de vociferio. Los Indignados han descubierto un nuevo artefacto agitatorio: la algarada. Consiste la algarada en una reunión de ciudadanos visiblemente enfurecidos que exteriorizan su furia mediante; a) pancartas, b) pitos, carracas, trompetas o improvisados instrumentos de percusión, c) eslóganes voceados hasta el límite del desgañitamiento, d) lanzamiento de materia orgánica blanda (tomates u otras hortalizas maduras) o de papel moneda falso, e) cánticos a capella, más bien horrísonos (se echa en falta el maestro de coro), f) reparto compulsivo de pasquines y panfletos.

 

La algarada no requiere reivindicación alguna concreta. Es más: si la hubiere, no sería propiamente una algarada, sino una manifestación. La algarada dirige su energía humana hacia la abstracción, es decir, hacia el concepto: se cuestiona el concepto de legitimidad, de representación, de democracia, de ciudadanía. El vociferio, obviamente, no permite distinguir las sutilezas críticas de los meros exabruptos. En la algarada compiten cacofónicamente los mensajes burdos y los análisis profundos, las ocurrencias tontas y los hallazgos político-dadaístas. Son, en su disparatada escenificación, bastante interesantes.

 

A las algaradas de los Indignados les han surgido numerosos enemigos. Los hay obvios: gente que busca consuelo a sus tribulaciones en el orden público, o currantes que no pueden currar porque las algaradas se lo impiden, o personas bienpensantes que lo fían todo a las buenas maneras. Otros adversarios de las algaradas no son tan evidentes: los del 15-M, por ejemplo, están usurpando el menester tradicional de los columnistas, que es la crítica mordaz de la actualidad. Y es que no hay columna, por bien escrita que esté, por ocurrente que sea, que resista la comparación con una algarada. Con internet hasta en el móvil, muchos preferirán consultar el Youtube o los blogs de los vociferantes que leer columnas periodísticas. También hay críticos estetas de la algarada; gente de edad madura que vivió la transición, o el mayo del 68, y recuerda cómo aquéllos que gritaban desaforadamente luego ocuparon confortables despachos oficiales, sin otros méritos que la pétrea dureza de sus jetas.

 

El movimiento del 15-M no ha terminado, Apenas está comenzando, de hecho. Los nuevos alcaldes son los primeros políticos que toman posesión de su cargo enmedio de una fuerte contestación no a su ideología, sino a su misma condición de políticos. No han sido abroncado por muchos, ciertamente, pero tampoco por pocos. Lo justo para legar a la posteridad fotos suculentas. Se diría que esas fotos donde los ediles acuden al pleno de constitución rodeados por exaltados son como un croma. ¿Cuál es la imagen auténtica y cuál es el fondo falso? ¿Qué desentona? ¿Los que gritan o los encorbatados?

 

¿Qué es la democracia real?

 

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