En Estados Unidos el presidente Obama encuentra serios problemas en su Congreso a la hora de financiar la guerra de Libia. Muchos parlamentarios sostienen con bastante fundamento que Obama está violando la War Powers Act, una ley que obliga al jefe del ejecutivo a solicitar la aprobación del Congreso transcurridos tres meses desde el momento en que el país entró en un conflicto. Estos días se cumple ese período de tiempo desde el inicio de la guerra de Libia y el presidente no ha pedido esa autorización.
La oposición a Obama se aprovecha del cansancio de la opinión pública ante tres guerras, Irak, Afganistán y ahora Libia, que consumen cantidades ingentes de recursos. Recordemos que solo la de Afganistán, de donde Obama querría empezar a retirarse dentro de pocas semanas, se traga unos 1.900 millones de dólares a la semana.
En la de Libia, que ha creado la reciente polémica, Estados Unidos ve que sus aliados protagonistas de la misma, Reino Unido y Francia, entran en el mismo avispero en que ellos cayeron en Irak, Vietnam etc. En un par de ocasiones los aviones de la OTAN han causado bajas civiles. Estos días, al parecer, nueve perecieron por un bomba lanzada por un avión de la Alianza sobre un edificio civil que se cree no se encontraba en las cercanías de ningún blanco militar. Habrá la correspondiente investigación, pero la OTAN se encuentra ante el eterno dilema. Los aviones de la coalición actúan después de estudios rigurosos sobre los blancos a alcanzar. Ponen un celo extremado en no causar bajas civiles, hasta el punto de que se evita atacar jugosos objetivos militares por temor a causar daños colaterales. Sin embargo, el error es, tarde o temprano, inevitable.
Las fotos de los civiles, niños incluso, muertos por las bombas aliadas son una baza publicitaria incalculable para los enemigos de la coalición. Naciones reticentes hacia la acción militar, Rusia e incluso algún aliado de los occidentales, ven justificados sus tiquismiquis. GAdafi obtiene un rédito sensacional al aumentar su pálpito de que sólo se trata de resistir, que puede no perder el pulso si los aliados siguen empantanados sin poderlo desalojar y cometiendo de vez en cuando un error que puede ser explotado con imágenes de cadáveres que conmueven.
Debido al lento avance de los insurgentes a pesar del apoyo aéreo de la coalición, los contactos entre los dos bandos en las últimas fechas se han prodigado en más de una ciudad. Gadafi continúa tratando de ganar tiempo, su hijo habla de celebrar elecciones abiertas a todos y los insurgentes, si no inclinan la balanza en breves fechas, estarían dispuestos a aceptar condiciones inadmisibles en el pasado. En lo que parecen no transigir es en la permanencia de Gadafi en el poder. Tendría que marcharse aún sin ser encausado.
La guerra de Libia ha constituído un mal cálculo. Ni los insurgentes eran tan fuertes, ni la totalidad del país se iba a levantar contra el dictador, por déspota que fuera y por odiado que resultara en abundantes capas de la población, ni la máquina militar franco-británica apoyada por la italiana, noruega, canadiense, americana y, en menor medida, por la española… era tan potente y eficaz como se creyó.