La tercera jornada fue en Barcelona. Como la primera y la segunda. Todas sobre Guinea Ecuatorial. Eso de primera o segunda jornada me hacer recordar cuando era un adolescente, apenas, y leía la cartelera diaria del cine Marfil, allá en Malabo del año 1978, estando en la silla fija el “líder de acero” Masié Nguema Biyogo Ñengue Ndong. Lo que leíamos los que sabíamos leer era la oferta cinematográfica del mencionado cine, que ofrecía películas de países del bloque comunista del mundo conocido. En puridad, eran películas rusas, casi todas, y cuando leías que ofertaban una segunda jornada de una cinta que conocías y que te había gustado, entonces retenías los ekueles que habías ganado vendiendo golosinas por la calle para verla, pues disfrutarías de las aventuras del protagonista del turno, habitualmente pilluelos de una Rusia que ninguno de nosotros sabíamos situar en ningún sitio, pues en aquellos tiempos no teníamos libros. No sabíamos, incluso, que los niños tenían que tenerlos.
La tercera jornada del Grupo de Barcelona, que lleva por nombre los míos por obra y gracia de una huelga de hambre que a punto estuvo de costar un disgusto mayor a mis familiares y amigos, sonó a cosa conocida, y porque había mucha gente que se conocía, y porque incluso gente que podía hablar en las lenguas en las que comentábamos las películas que la revolución macista nos ofrecía. En aquel tiempo no sabíamos que vivíamos una dictadura. En todo el régimen de Macías, y muchos son testigos, no oí la palabra ni una sola vez. Nosotros pasábamos calamidades, pero vivíamos en una revolución. Fue en agosto de 1979 que supomos que Masié era un antropófago y que su régimen era sanguinario. Y ayer, 20 de junio de 2011, recordamos que Guinea vivía bajo una dictadura irreal. Pero ahora podemos decir que hay muchos guineanos, jóvenes, que creerían si alguien les dijera que el régimen guineano es una dictadura. Y ayer lo hicimos con varios testigos, diputados titulares del parlamento de Cataluña, directivos de organizaciones que luchan por los derechos humanos, y oenegés que han hablado siempre de Guinea, y los bubis, los nativos de la región continental que antes se llamaban pamues hasta que dejaron de querer ser llamados así para ser fang, palabra sin un plural adecuado, los ndowés, los bujebas, los annoboneses. Todos estos estuvieron en la tercera jornada, y mucho de ellos pasaron por la caja cobradora del cine Marfil para gozar de las terceras entregas de los filmes rusos en una Guinea “libre” en la que nadie podía respirar.
Por aquello de que conocían muy bien de lo que se hablaba, era interesante que estuvieran ahí, que hicieran un esfuerzo para unir sus fuerzas y hacer frente común con una historia que tuvo una segunda entrega, la dictadura del general- presidente Obiang Nguema. Entonces dijeron que sí, y, al menos por aquella hora, daban su palabra de que con todas las terceras jornadas venideras lucharían hasta su último aliento, y refrendaban con su firma el compromiso de que lucharían desde ahora, y junto con los políticos catalanes y españoles que tuvieran a bien acompañarlos, para reducir la segunda entrega de la dictadura guineana a su más simple expresión, un recuerdo archivado. Entonces hubo fotos, promesas, más fotos, y palabras que hacen creer que, poco a poco, estamos acercándonos al denuesto público del nefasto régimen que nos arrojó de nuestra tierra.
Como una promesa siempre tiene que ser cumplida, tomamos la palabra a los guineanos amantes del bien, sean o no políticos de vocación, y a los políticos catalanes que nos han querido acompañar en esta lucha para que su signar, atestiguado por focos y grabadores de palabras y juramentos, no quede en gesto vano para posar ante la Historia.
Barcelona, 21 de junio de 2011