Ya se agostan los ánimos, ya pasaron los días de jugar las ricas galas con el tocado, de alternar la punta y el tacón, de desatar la risa bien atada: Los zapatos de fiesta callan, los hombres andan, apenas un rozar la tierra, prolongado y quejumbroso. Este es el son desolado de los últimos bailes que serán los primeros en mecer el valle tan querido de la mañana siguiente. Dejadas las verdades, tomados los consuelos, los hombres se alejan ligeros de los problemas eternos que siembra la mano de Dios esperando cosechar humanas soluciones, muy apreciadas por su escasez. Así muere de pobre, de fastidio, la sintaxis que nos queda, mientras la razón se entretiene con la necedad. En este punto, el fin de fiesta tarda y nunca amanece la mañana siguiente donde sólo hay la vida, los ojos de las ventanas, los amores de la reja.