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Mientras tantoDe reescrituras

De reescrituras


Estaba yo aburridillo buscando por Amazon guiones cinematográficos y me encuentro con que sigue habiendo muy pocos editados. Y que la mayoría son de Faber & Faber o la colección «The Shooting Script». Y en realidad son una transcripción de la película que ya tienes en dvd. Tal cual un corta y pega de los diálogos, con mínimas acotaciones y, con suerte una entrevista al director al final. Creo que es una oportunidad perdida e incluso pelín dañina, porque de buenas a primeras intimida. Da la impresión de que alguien se sentó y, zasca, dio a luz ese guión sin más. O que ese guión se rodó tal cual, sin tocar una coma. Y, claro, tururú. Realmente esos libros no dan acceso al proceso de cómo fue trabajar ese guión y tienes que tirar de entrevistas, años después, para descubrir los entresijos y ver que no todo es tan sencillo. 

 

Que las primeras versiones de «Atrapado en el tiempo» explicaban por qué Phil (Bill Murray) vivía el mismo día una y otra vez (resulta que una amante despechada le castigó con un conjuro). Que en el guión original de «American Beauty» Lester (Kevin Spacey) sí se trinca a la cheerleader. Que Malcolm (Bruce Willis) no estaba muerto al final de «El Sexto Sentido». Que «Hancock» (título original: «Tonight He Comes») al follar eyaculaba con tarta fuerza que empotraba a la chica en el techo. Que «El Show de Truman» transcurría en la Nueva York real en vez de un pueblo idílico falso. Que el «Robin Hood» de Ridley Scott iba realmente sobre el shérif de Nottingham. Que los guiones de Shane Black de «Arma letal» y «El último boy-scout» están repletos de coñas al lector para hacerle tilín. Por decir unas cuantas. (Para más primeras versiones locas visita cracked.com

 

Siempre he sentido curiosidad por ese proceso, más que el de los efectos especiales (= un señor con barba, delante de un ordenador, te explica que esa tecnología no estaba disponible hace un año y que ha sido un reto y que si el espectador no lo nota ha hecho bien su trabajo) pero es complicado mirar detrás de esa cortina. Echo de menos una edición con anotaciones del guionista, director e incluso actores. Similar a la manera en que Coppola garabateó la novela de El Padrino. No hay muchos making-ofs sobre el guionista, salvo que haya ganado el Oscar y rápidamente se ponen a alabar al director y a los actores por respetar su visión.

 

Antes había un truco: las novelizaciones. Suelen estar basadas en versiones del guión muy previas al montaje final. Me compré la de «Los Vengadores» por saber cómo había comenzado semejante berenjenal y en la página uno Sir August de Wynter (Sean Connery) clona a Emma Peel (Uma Thurman) porque estaba obsesionado con ella. Nada que ver con la película. No seguí porque la gente me miraba raro en el parque, pero ya me hice una idea.

 

A lo mejor fue por esa época cuando me di cuenta de que detrás de mi peli favorita (o mi desastre favorito) hay muchas, pero que muchas reescrituras. No agarras el guión de la impresora y ruedas. Si puedes, escribe la primera versión del tirón y deja que descanse en el cajón tres o cuatro semanas. Te pones a escribir otras cosas, vas a la pelu, sigues con la novelización de «Los Vengadores», y luego vuelves. Lo relees y escribes la segunda y la tercera ya más seguido. Eso si tienes tiempo, que suele escasear. Y luego la reescritura continúa en rodaje. En montaje. Y es normal. Y no pasa nada. Y es hasta saludable si eres el director y guionista porque te mantiene despierto durante todo el proceso. A mí ahora me resulta muy aburrido rodar y montar un corto tal cual está escrito. En rodaje cambio frases y en montaje descuajeringo escenas pero tengo la tranquilidad de que mi equipo me va a decir «Eso NO» cuando tenga que hacerlo. Suelo escribir tres versiones antes de enseñarlo y ruedo la séptima u octava.

 

Hay excepciones, claro. He perdido la cuenta de las versiones que llevo de «Dos por uno», mi largo (ya las numero por fechas) porque, si se me permite decirlo, es una premisa con mucho potencial. Un triángulo amoroso con un viaje en el tiempo. Está guay. Tó chulo. Ese es el pro. El contra es que el resto de la historia tiene que estar a la altura o se convierte en un «no, si la idea estaba bien, pero» y se acabó. Ha sido una road-movie, ha transcurrido en los ochenta, hasta que decidimos simplificar y exprimir el jugo que nos da la premisa. Y seguimos en ello. Es jodido, pero más jodido es picar en una mina, como me recuerda mi padre con una sonrisa.

 

En respuesta a eso, mi organismo ha decidido conscientemente rodar la primera versión de mi nuevo corto, «Bono», a ver qué pasa. Uno de los tópicos al comenzar es que presentas primeras versiones como definitivas por ansia, o nerviosismo o lo que sea y echo un poco de menos esa locura. Llega un momento en el que te puedes obsesionar con perfeccionar un guión o una novela («Lo mejor es enemigo de lo bueno», que decía Voltaire (porque en este blog no sólo se habla de eyaculaciones impetuosas, también de Voltaire) o sea: es preferible hacer una obra buena en un tiempo razonable que una obra perfecta que nunca la termines) y nunca pasas de la página 20. Reescribes y reescribes porque la idea de una versión terrible, aunque sea la primera, te supera. Y te olvidas de que «Atrapado en el tiempo», una obra maestra indiscutible, comenzó con una bruja piruja lanzando un maleficio para que el prota se volviera bueno.

 

Por cierto, si estás interesado puedes leer esa versión (así como otros cientos más) en Script-o-rama, página que lleva funcionando desde antes de que conocieras internet (y su diseño la delata) y que se dedica a recopilar guiones rarunos y no tan rarunos. Te lo descargas en el iPad o Kindle o lo que sea y serás el amo de las fiestas. Palabra.

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