La caña hueca marcha muy derecha por los caminos y los dioses de mil brazos dirigen el tráfico en el campo semántico, sociedad limitada de palabras y costumbres que sella celosamente la caja fuerte donde los hombres se guardan tras la puerta cerrada. Evitando incoherencias, el pájaro cabra nunca entra sin llamar, pero la mano de Dios agita la llave maestra y da entrada a los romeros de incógnito, genios particulares, magias subterráneas y jóvenes deidades que forman el orden de batalla de un vocabulario infinito, otra sintaxis. Con poca credibilidad pero elocuente cuentacuentos, la mano de Dios desafía toda semántica a fuerza de excepciones, apurando los cinco dedos.