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Mientras tanto'Otro periodismo es posible'

‘Otro periodismo es posible’


Los enviados especiales de los grandes medios de comunicación del mundo, algunas veces, se creen especiales. Pero, lo especial es ser un atrapado cotidiano en la periferia y saber hacer un periodismo especial. Llevo años recorriendo redacciones de Otramérica y constatando la energía de los jóvenes periodistas de esta región del mundo donde ejercer esta profesión se ha convertido en un riesgo necesario y donde, a pesar de las amenazas, asesinatos, conflictos con el poder y precarísimas condiciones profesionales, se sigue haciendo periodismo de calidad y, lo más importante, se experimenta con la forma de hacer periodismo.

Por eso me ha alegrado tanto ver una colaboración de Edu Ponces en Fronterad. No conozco a Ponces, pero conozco bien El Faro, uno de los periódicos digitales de más prestigio en América Latina y, ante todo, uno de los proyectos más dinámicos que he conocido. Hace ya cinco años me topé con Carlos Dada en Tobago. Él dirige El Faro y lo ha levantado del sueño a la realidad viable con visión y con arrojo.

Carlos, en aquellos días, todavía dirigía un medio que tiraba de amigos y sorprendía con historias hechas a punta de tesón y de olfato investigativo. Este periodista, obsesionado con el caso Romero o con el infinito y penoso tránsito de los inmigrantes hacia el norte, o con la violencia, ha empujado un proyecto periodístico innovador y con vocación de perdurar. Esto, en tiempos de medios cerrados, censura, ataques y descrédito periodístico tiene mucho mérito. Tiene más si se tiene en cuenta que ese periodismo no se hace desde una cómoda sala de redacción de París o de Madrid, sino en la compleja y violenta ciudad de San Salvador.

Quiero hacer este pequeño homenaje porque a veces, se nos olvida retener en la memoria lo bueno; los esfuerzos con final feliz; la marca indeleble de quienes saben contar su tiempo y saben empujarlo hacia algún otro lugar diferente al pozo infectado que es el hoy. No es El Faro el único ejemplo, pero es una buena excusa para animar a los periodistas de la vieja Europa y del imperio sacudido de Estados Unidos a que miren hacia la ‘periferia’ y descubran que «otro periodismo es posible» y que quizá, solo quizá, no se esté haciendo desde la opulencia del Norte sino desde el comprimiso del Sur.

 

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