La presencia en el Festival de San Sebastian de la extraordinaria película Miss Bala del mexicano Gerardo Naranjo fue recibido con más críticas que aplausos. Se impuso el moralismo consustancial a los viejos pudores españoles.
El cineasta mexicano lamentó que los argumentos contra su filme fueran tan zafios como aquello de que la ropa sucia se lava en casa. Como si los creadores fueran responsables de una situación que estraga la realidad mexicana, en la que se basa la película.
Relato inteligente y ajeno a la sensiblería, o a los manejos caricaturescos que el tema de la violencia del narcotráfico suele convocar, Miss Bala es un ejercicio de contención cuyo logro se da en la casi ausencia de diálogos. Exactitud, distanciamiento, descriptivismo narrativo que cala en una cotidianidad fronteriza, emblema de todo un país, México, atenazado por la quiebra del Estado de Derecho y la incapacidad gubernamental para contener el crimen organizado y la inseguridad.
Miss Bala es un ejemplo de la narrativa paranoica de la que hablaba Ricardo Piglia, en donde la víctima accede a héroe de una trama asfixiante que transcurre contra su voluntad. El retrato de una situación compleja y dura suele ofender a la hipocresía imperante en ciertos medios de comunicación españoles, a los que les molesta la honestidad y la exactitud de los relatos críticos sobre lo que acontece en México.
La queja moralista dice lamentar que los artistas mexicanos vayan al extranjero a hablar mal de su país. Esto no sólo refleja la vigencia de la sustancia franquista en la sociedad, sino que habla de la ignorancia y la desinformación incluso entre los profesionales de los medios comunicativos y la cultura en España.
El “México lindo y querido”, el de las canciones rancheras y los boleros, de las gracejadas de Cantinflas, de los estereotipos bondadosos parece imponerse en el imaginario colectivo español cuando se atestiguan episodios tan vergonzosos como el que han padecido los creadores de Miss Bala. Delata a su vez el triunfo de un enfoque de la realidad que busca el entretenimiento pazguato y abomina lo que hace pensar, o se opone a los lugares comunes. Que semejante actitud se exprese en el marco de un Festival internacional de cine como el de San Sebastian, resulta vergonzoso.
Hay algo que une a tal hipocresía española con la versión del gobierno mexicano sobre la guerra del narcotráfico: la comodidad en la mentira, la intolerancia ante la inteligencia creativa que cuestiona a fondo un estado de cosas.
Miss Bala es un dispositivo para escrutar el miedo y la indefensión de las personas ante el desastre institucional. Y, ahora, ante la estupidez moralizante, configura también un operativo sarcástico contra la estupidez conformista de un sector significativo de los medios de comunicación en España, siempre sumisos ante las posturas oficialistas, siempre dispuestos a adherirse a los pudores retardatarios. Miss Bala es una carcajada hiriente ante ellos.