Desde que Guinea alcanzara la independencia no ha levantado cabeza. Y aunque Qorvis y otras agencias de los Estados Unidos hagan un esfuerzo descomunal por vendernos otra imagen, la de una Guinea próspera. Aunque la Televisión Española hubiera querido sumarse a este lavado de imagen hasta que algunos guineanos se quejaron. Y Guinea no ha levantado cabeza aunque eminentes políticos de su antigua metrópoli escribieran tonterías últimamente. Y por qué no ha levantado cabeza, pese a los millones que gasta y malgasta para dar una imagen mejor. Pues precisamente por esto, porque quiere simplemente dar una imagen. No importa la realidad.
Guinea tiene un gobierno con más miembros que el de España y un parlamento con 100 diputados. Pero empecemos por ahí. ¿A qué se dedican los ministros y los diputados? Básicamente, a nada. ¿Pero por qué? Porque están ahí porque en otros países hay gobiernos y parlamentos. De hecho, en Guinea se puede ser ministro, diputado y general del Ejército sin haber hecho el bachiller. Y debíamos haber empezado por ahí. ¿Se puede ser un alto cargo eficiente sin haber iniciado los estudios secundarios? No. Lo pasa es que si decimos que no se puede ser ministro sin tener estudios, juzgarán el asunto diciendo que estamos prohibiendo a los africanos que hagan según sus costumbres. Y sí, un anciano africano, un juez en los asuntos de las aldeas, no ha pasado por una escuela, y resuelve conflictos. Sí, pero a cierto nivel.
Teodoro Nguema Obiang es el primogénito de Constancia Mangué y de Teodoro Obiang, el actual presidente de la Unión Africana. Cuando nació, su madre ejercía de ayudante de maestra. Pero como fue una época en que no se estudiaba nada, o se estudiaba menos que ahora, y a que creció en una casa en que se le pudo tolerar las rabietas por ser hijo de papá, el que mandaba en la isla de Bioko, Teodorín no estudió nada. Pero esto no importó para que hiciera cursos en el extranjero, que no aprovechó, que hiciera cursos particulares para el Ejército, al que entró con rango de alto oficial sin más méritos que los deseos paternos, y para que sea elegido diputado y ministro en los gobiernos de su padre.
Hace poco el primogénito y diputado, además de ministro y otros altísimos cargos en Guinea Ecuatorial, tuvo la brillante idea de dotar todas las casas del medio rural guineano de chapas de zinc, que serían planchas, más o menos endebles, de aluminio. Pese a los gastos millonarios de este hijo, convenció a todas las empresas radicadas en el país para sumarse a su proyecto, con la provisión de fondos. Y en esto está en el momento de la redacción de estas reflexiones. Y nadie le va a parar, seguirá hasta que se canse. Y las razones de este acomodaticio silencio son evidentes. En Guinea nadie contradice la voz que viene del palacio de Papá Obiang. Y creemos que le llaman papá para sentirse niños y no asumir la responsabilidad de hacerle ninguna recriminación si excede en sus atribuciones. ( En la actual Guinea, Papá Obiang es capaz de hacer cualquier cosa con sus “hijitos”, tengan o no carreras universitarias, sean o no embajadores en países occidentales)
La alusión a la brillantez de la idea teodorina tiene doble intención. Para él y para el séquito que le jalea es brillante, pero también hacíamos alusión velada al solar brillo de la ecuatorial Guinea en donde pone en práctica sus ideas. Y es que la idea de cubrir todas las casas guineanas con chapas de aluminio, o de zinc, es contraria a las reales necesidades de los moradores. Con el fuerte sol que nos acompaña durante casi 14 horas, el efecto del mismo sobre las planchas metálicas en unas casas de pared de cemento o de madera las convertiría en una caldera imposible de ser habitada durante las horas nocturnas. Dense una vuelta por los aledaños de Bata en horas de calor y miren el sufrimiento de los habitantes de estas casas cubiertas de la manera alabada por el famoso diputado y verán lo que es el goteo de inconfortabilidad. Las casas se convierten en un horno.
Antes de la brillante idea, las casas estaban cubiertas por una cubierta vegetal que impedía el paso del agua, pero que no absorbía tanto calor, por lo que las horas candentes de los moradores eran llevaderas. La única desventaja era que, determinada por el tiempo, había que hacer un renuevo periódico de la vegetal techumbre por el desgaste natural de la planta. Entonces, solamente se podría aplaudir la idea del presidencial hijo si su metálico plan obedecía a su amor por la naturaleza. Pero no, ya se sabe que al hijo más querido de Obiang no le importa nada, y arrasaría bosques enteros si aquello supusiera un beneficio para sus arcas. De hecho, ejerce de empresario maderero, sin ninguna objeción del centenar de diputados del Parlamento, siendo también Ministro de Agricultura y Bosques. Resumiendo, la idea de Nguema Obiang empeora, quizá sin desearlo, la vida de los que pretendía ayudar. También es cierto que los que se benefician de la ayuda se creen ayudados, porque siempre faltarán las fuerzas para la renovación de la cubierta vegetal. Además, con un tejado de aluminio se introducen en la “modernidad”
Es en este contexto en que se produce el discurso de Obiang en la plenaria de la ONU. Cuando tomó la palabra, dijo dos o tres cosas sobre lo que había hecho para la prosperidad y la estabilidad política de su país, una lucha ardua para hacer del mismo un país moderno. Pero lo llamativo del caso fue no solamente que no se esperaba que en un foro tan selectivo, y tan amplio, comentara asuntos tan estrictamente domésticos, sino que eran mentiras. O bien, como en el caso de la sustitución de la cubierta vegetal por planchas de aluminio, eran decisiones en la política doméstica que perjudicarían al país, más que traerle beneficio. Pero la pregunta que no dejaremos de hacer es esta, y la hacemos para enlazar con unos hechos inmediatos en los que se vio involucrado: ¿Tiene legitimidad para hablar en la ONU un jefe de Estado cuyos bienes estaban siendo investigados por haber sido adquiridos con violación de la ley? Si la ONU no fuera lo que actualmente es, no. No la tiene. Primero tendría que aclarar su situación con la justicia.
El prolijo recorrido que hemos hecho por asuntos domésticos como la dotación de chapas de zinc para todas las casas guineanas, y otros asuntos en los que estuvo metida la familia presidencial, es para hacer una reflexión sobre las cuitas inmediatas de muchos pensadores africanos, que reclaman para su continente su propia voz, sus propias maneras de hacer las cosas. Y centran su lucha en la denuncia de la intromisión occidental en sus asuntos. Nunca, creemos, que les faltarán la razón, estas injerencias se producen. Y son condenables. Pero esta lucha tiene que pasar por el destierro necesario del pensamiento mítico de la filosofía africana, o bien relegarlo al apartado que no suponga un estorbo a la libertad, al desarrollo y a la independencia del africano, del negro, en definitiva.
El estancamiento del pensamiento africano en la etapa mítica se tiene ya que desterrar, porque sería la única manera de abordar los problemas africanos desde una óptica racional, que no es exclusivo de los europeos. Y es que algunos sienten que la necesidad de reclamar nuestra africanidad exige el apoyo a todos los líderes africanos que fueran críticos con Occidente, aunque sus hechos no solamente fueran irracionales, como el caso de Teodoro con las casas de sus “súbditos”, sino condenables. Esto nos permite pasar de puntillas por el asunto del premio que quiere instituir Obiang con el patrocinio de la UNESCO. Y es que los más fervientes detractores de Occidente creerán, aunque no lo digan, que la no aceptación de este premio es un desprecio a los africanos. Y es el argumento que utiliza y en el que se afianza para insistir en su institución.
La insistencia de los pensadores africanos en la reclamación de una exigencia especial para los asuntos de su continente es la que sostiene el trato neocolonial o colonial, discriminatorio, que reciben los africanos en comparación a sus pares occidentales cuando comparten espacios laborales o proyectos comunes. Y es que parecería que detrás del hecho de que tu compañero europeo tenga, en tu propio país, una cosa con agua potable, electricidad y unos muebles que la hagan confortable mientras te tengas que conformar con un infecto barracón sin comodidad ninguna está el hecho de cómo los dos justificáis vuestros planteamientos teóricos sobre la vida. Y en África se dice todavía que “el negro no muere por estas cosas”. Y es esta manera en que se justifica la discriminación. Y sí, si la ONU fuera otra cosa, a Teodoro Obiang no se le daría la palabra en ella. Tampoco se discutiría nunca en la UNESCO que un impío déspota quisiera instituir un premio con su nombre. Y somos los africanos los primeros que deberíamos decirlo, porque si no, sería la única manera de justificar el robo que todavía cometen sobre nosotros. Ahora sabemos que detrás de la larga historia de dolor de Guinea Ecuatorial está la concepción de antiguos amos coloniales que creían que nos merecíamos nuestro destino porque éramos negros.
Barcelona, 5 de octubre de 2011