No me pienso afeitar.
Hasta que no tenga una versión definitiva de este guión no me pienso afeitar.
Y me da igual que termine como un fan de ZZ Top que no ha escuchado una canción de ZZ Top en su vida, no me pienso afeitar.
Maldita la gracia que le va a hacer a mi madre.
Y encima es una promesa que no he hecho a nadie.
Excepto a mi muñeco de Flash, que vigila estoico lo que tecleo y las páginas que visito.
Así que si me ves por la calle con estas pintas no me preguntes qué tal va la cosa: estoy en ello.
Pero no me rindo. Pica, la barba. Pero más pican las ganas de terminar con esta historia
(¡autor, autor!)
Y ya se ve la luz al final del túnel.
Hablé en un post anterior sobre reescrituras y mi intriga con la gente que te enseña su primer borrador como el definitivo. Sólo tienes una oportunidad de causar una buena primera impresión, y las televisiones y las productoras no dicen “aunque el guión necesita trabajo nos ha gustado la idea: ¡envíanos una nueva versión cuando esté lista!”
No. Lo tiran a reciclar y pasan al siguiente de la pila.
Y “Dos por uno”, este guion de largo, ha sido un embarazo complicado.
Para empezar, porque los embarazos suelen durar sólo nueve meses.
Y sacarle el máximo partido a un triángulo amoroso con un viaje en el tiempo no ha sido tan fácil como pudiera parecer con un simple vistazo.
Nuestro prota, Alex, ha sido cantautor, actor, dibujante, comercial de guantes y monologuista. Eso que yo recuerde. Su rival en el triángulo se llamaba Carlos Ruiz Zafón hasta que tiramos la toalla porque no conseguimos justificarlo. La chica, Elena, fue arquitecta y diseñadora de páginas web, actriz y profesora de guardería. Ahora es periodista.
“Ni una piedra sin levantar, oiga” (Iñigo, co-guionista)
Ha transcurrido en los 80 y por un momento fue una road-movie. El climax ha sido en un instituto, en una fábrica de guantes, estación de autobuses, cafetería y aeropuerto y ha incluido representaciones de “Otello”, “ Cyrano de Bergerac” y una adaptación amateur de la película “300” con los personajes vestidos con Speedos. Esa versión en concreto tenía unos secundarios graciosisimos.
El problema está en que nadie va a ver un triángulo amoroso con un viaje en el tiempo por los secundarios graciosísimos. Fue una decisión gradual, pero inevitable. Había que cumplir la promesa de la premisa. O arriesgarnos a que decenas de campesinos con antorchas se plantaran en la puerta de los cines.
La regla del KISS (“Keep it Simple, Stupid”) que promulga mi admirado Mamet.
“Mamet es un mediania” (Iñigo, co-guionista)
No escribir tramas secundarias que no tengan nada que ver con la principal. Si ya tienes un viajero del futuro no metas secundarios que le hagan sombra. Cuidado con los chistes graciosos que no vienen a cuento. Y esas cosas.
¿Cómo dices?
¿Que eso es de sentido común?
¿Le estás pidiendo sentido común a un tío que le hace promesas a su Flash?
Puede ser. Pero en mi defensa, señoría, debo reconocer que no creo que hubiera una versión terrible (aunque no tengo prisa por releer la de los Speedos). El “comité de sabios” disfrutaba mucho leyéndolo, pero siempre nos parecía que faltaba “algo”.
Simplificar, carajo, simplificar.
Eso es lo que he aprendido, paradójicamente, después de darle tantas vueltas.
Eso y exprimir más la escaleta antes de adentrarte en el guión.
Eso y a poner morritos al beber cerveza para que el bigote no empape toda la espuma.
Eso es lo que estoy poniendo en práctica en el siguiente proyecto: un triángulo amoroso (sin viaje en el tiempo)
Y eso es un consejo del venerable Ciro Altabás.
Aunque si me ves por la calle afeitado significa que se acabó.
Y que tengo un poco más de tiempo libre.
Qué me dices: ¿te vienes a mi casa y leemos las primeras páginas?
¿A ver dónde llegamos hasta que me las arranques de las manos?
¿Eh?
¿EEEEH?
¿Hola?
¿Dónde vas?
¿Oye?
¡Bueno, pues ya hablamos, si eso!
(No me ha debido reconocer)