Vosotros ya sabéis, queridos/as lectores/as, porque ya lo he comentado en alguna ocasión, que recibo múltiples proposiciones siempre de las formas más variopintas: por mail, por whassap, por viber… de cualquier manera menos en directo. Y hace escasos minutos un amigo de Galicia (mi amigo Dani no, pobriño, que anda pocho últimamente. Otro) me dice que me manda un update por mail. Como comprenderéis yo me quedo traspuesta y lo único que se me ha venido a la cabeza contestarle es: “A ver, Santi, a mi no me hables así que vives en Porriño y tienes al lado de tu casa un matadero de cochinos. No seas pijo ni pretendas ser cool”. Y me ha contestado “ayer te llamé”. Con lo cual lo he visto claro, lo de update tiene una explícita y clara carga sexual. O sea, este tío quiere meterse en la cama conmigo y no a dormir precisamente. Quiere pimponete. Deduzco… No voy a buscar qué es esto del update en google, mi problema es que como no follo últimamente (ooootra vez estamos en las mismas) pues veo connotaciones sexuales en todo, aunque no las tenga. Hasta en Bambi, con el conejito ése que mueve la patita. Tambor, eso. Y es que ellos, los hombres, empiezan con mucha energía pero luego se desinflan enseguida: que si me duele la rodilla (ya no es la cabeza), que si estoy cansado, que si ayer estuve jugando al padel, que si llevo una semana complicada, que si mira cómo tengo de cargados los gemelos… Éstas y otro tipo de excusas son las que me pone a mi mi último amante. Hombre por Dios, que estamos hablando de follar no de subir al Everest en chanclas pienso yo. Menudo sacrificio…
Es una lástima chicas, pero los tíos ya no son lo que eran. Bueno, creo que nunca lo fueron lo que pasa es que tenían una buena estrategia de marketing, como los italianos con el aceite de oliva, que resulta que no era ni suyo. Que era español, con ñ, como diría Rajoy (perdón futuro presidente, según las estadísticas, por nombrarle en este blog tan cochino, me postro ante vos).
Yo quería comentar una noticia que se coló esta semana en los medios, no sé ni cómo la verdad, porque con lo de los indignados por doquier y lo de los cinco millones de parados no hay forma de hablar de otras cosas. Titular: Se acuesta con una prostituta, ésta se transforma en asno y él dice estar enamorado del burro. Toma ya. Resulta que el señor pagó los servicios de una prostituta, se fue a la cama con ella y a la mañana despertó haciéndoselo con un burro. Como la zoofilia está prohibida en su país, le detuvieron. Y él alegaba que fue mujer por la noche pero que se transformó en asno. Y que ahora estaba enamorado del animal. Cierto es que también reconocía el sujeto en cuestión que había bebido u la noche de marras o sea que vete tú a saber con qué se fue a la cama.
Esto que puede parecer de lo más singular sucedió en África, ese continente donde los occidentales no sabemos colocar los países salvo que seamos mi amigo Alfonso Armada que parece una versión con pies del GPS. Y podríais pensar “claro, pasó allí, porque son unos agrestes y están por civilizar” pero estas cosas también suceden aquí, más a menudo de lo que uno piensa. Porque la gente sale por las noches, bebe y bebe y lo que a las tres de la mañana parece un príncipe o una diosa, resulta que de mañana, entre legañas, se nos asemeja a un monstruo/a. ¿No os ha pasado nunca decir “hostias cómo me he podido meter con esto en la cama?”. A mi eso en concreto no me ha pasado, porque suelo ser muy exquisita y elijo a mis víctimas a conciencia, pero sí que en mis años mozos solía encadenar amantes y después no me acordaba de ellos. Y entonces mis amigas acudían en mi ayuda: “Si hombre, Javi, aquel que era psicólogo, ¿pero no te acuerdas?”. Pues no. Será que tengo memoria de pez.
Por si acaso, vosotros abrid bien los ojos, para no llevaros sorpresas por la mañana…