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Mientras tantoLeyendo la historia (I)

Leyendo la historia (I)

La historia no tiene libreto    el blog de Joseba Louzao

Haciéndome eco de algunas peticiones sobre lo poco que hablo de historia, he decidido elaborar mensualmente un breve repaso de las principales “novedades” historiográficas que me resulten interesantes o significativas. Por regla general, solo destacaré las que me resulten interesantes.

 

1. El Terror. Es imposible empezar este repaso sin asombrarse del éxito de Pedro J. Ramírez. Ha escrito un libro, titulado El Primer Naufragio (La Esfera de los Libros), sobre los tiempos de la revolución o, mejor dicho, un tiempo de la revolución – aquel que va del asesinato de Luis XVI en enero de 1793 y el golpe de estado jacobino en junio de ese mismo año- que se está vendiendo en sorprendentes cantidades industriales. No es una novela, sino un minucioso trabajo de 1.269 páginas. No lo he leído, como comprenderán solo me ha dado tiempo a ojearlo, pero el repaso a la bibliografía utilizada y de las fuentes manejadas nos muestran que, al menos, el autor sabe de lo que está hablando. Si para Arturo Pérez Reverte “es un libro de Historia monumental, documentado y minucioso hasta lo obsesivo, que irritará a ciertos historiadores profesionales endogámicos y poco amigos de incursiones furtivas en su territorio”, para el historiador Manuel Moreno Alonso está “escrito en una lenguaje suelto y desenfadado, acrisolado de referencias documentales y numerosas notas, y con una capacidad fabuloso de sacar partido a la prensa de la época, extraordinarios son los retratos de los protagonistas”. Otros, como Sergi Doria, han remarcado que se trata de “un monumental estudio histórico enfocado a nuestro presente”. Habrá que leerlo para opinar sobre las dotes historiográficas del director de El Mundo.

 

Pero comenzar con Pedro J. no ha sido más que un pretexto para destacar otro documentadísimo trabajo sobre la Revolución Francesa: El Terror. Los años de la guillotina (Edhasa) de David Andress, profesor de historia contemporánea europea en la Universidad de Portsmouth y, además, responsable entre 1997 y 2005 del foro más valorado de historia francesa en internet, H- France http://www.h-france.net/. Andress se ha ido ganando con sus trabajos un reconocimiento entre los investigadores académicos de la Revolución Francesa y esta obra es uno de los puntos culminantes de su carrera (junto a la no traducida 1789. The Threshold of the Modern Age). No se arrepentirán porque sus postulados pueden ser considerados revisionistas, siempre dentro del buen sentido de la palabra. Las páginas de este trabajo descansan en un análisis de la vida cotidiana y del impacto de los mecanismos de miedo generados por la “violencia popular” dentro de las consecuencias de un complejo proceso histórico, que tiene en la guillotina uno de los principales símbolos de la Revolución (no olviden, asimismo, de acercarse a las breves Notas sobre el suplicio de la guillotina de Pierre-Jean-Georges Cabanis en Maia Ediciones, 2008).

 

Un trabajo, en definitiva, delicioso que se ha sumado a uno de los más importantes catálogos de historia dentro del mundo editorial español. Desde hace más de una década, Edhasa ha sabido hacer un trabajo editorial con publicaciones que, por su tamaño, asustan a otros. En definitiva, han reunido un conjunto de obras de historia que no hacen concesiones historiográficas, pero que se leen con facilidad en la mejor escuela narrativa. Dicho esto, sobrevuela una pregunta: ¿en qué momento los historiadores dejamos de ser escritores?

 

2. Contrarrevolucionarios de Eduardo González Calleja (Alianza). Se trata de la reformulación de la tesis doctoral (defendida en 1989 en la Universidad Complutense) de este respetado historiador español, que tiene en su haber muy destacados trabajos sobre la dictadura de Primo de Rivera, el marco teórico de la violencia política o la movilización estudiantil en la España contemporánea. Como puede imaginarse, era una obra esperada que se había ido presentando en diversos trabajos en revistas científicas. Nos encontramos ante el análisis más minucioso y prolijo sobre la radicalización de las derechas españolas (desde la CEDA al falangismo, pasando por monárquicos y tradicionalistas) en la II República. Un grupo heterogéneo que no fue capaz de articular un acuerdo frente al desafío republicano, que consideraron revolucionario, hasta la guerra civil. En ese momento ya habían aceptado que los militares fueran los encargados de establecer un nuevo régimen. El lector iniciará un recomendable viaje a través de los diferentes métodos utilizados por esta corriente contrarrevolucionaria, desde el golpismo a la paramilitarización de la movilización, pasando por la defensa del insurreccionalismo.

 

Este es un esfuerzo más a sumar a las múltiples contribuciones sobre la época que intentan comprender la evolución política de la II República. A la lectura de Contrarrevolucionarios se podría sumar el trabajo colectivo sobre la intransigencia política en la república Palabras como puños, dirigido por Fernando del Rey (Tecnos), donde también colaboró el propio González Calleja junto a otros seis investigadores. Este es otro trabajo imprescindible que muestra las tensiones entre la retórica y la acción intransigente de los distintos grupos políticos de la izquierda y la derecha en un contexto histórico dominado por la brutalización de la política, como destacó hace décadas el historiador alemán George Mosse. Santos Juliá tenía razón cuando decía que siempre vale la pena volver a pensar la II República (y no se pierdan el homenaje que le hacen muchos compañeros en La mirada del historiador en la editorial Taurus). Estos dos trabajos son un ejemplo de la renovación constante historiográfica que lanza preguntas y ensaya respuestas sobre un tema que aún necesita de más investigación: el déficit del pluralismo político en la España contemporánea. 

  

3. Lo verdadero, lo falso y lo ficticio. Me dirán que no se puede considerar una novedad, ya que se editó hace meses, y en Argentina – pero es fácilmente localizable en nuestro país-, con todo, no quería comenzar sin recomendar los ensayos de Carlo Ginzburg recogidos en El hilo y las huellas (Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010). La introducción termina así: “los historiadores (y, de un modo distinto, los poetas) hacen por oficio algo propio de la vida de todos: desenredar el entramado de lo verdadero, lo falso y lo ficticio que es la urdimbre de nuestro estar en el mundo”. En estas páginas se puede admirar la labor constante de un historiador que, además, es un escritor virtuoso. El hilo y las huellas es una delicia para la inteligencia, la discusión y la sorpresa.  Carlo Ginzburg, hijo de la novelista Natalia Ginzburg y mundialmente conocido por un breve y complejo libro sobre el extravagante universo mental de un molinero retenido por la Inquisición (El queso y los gusanos, Península), fue uno de los mayores defensores de la microhistoria, una polémica forma de entender la historia social surgida en la década de los setenta cuando dominaban las explicaciones macro y que pretendía recuperar la cotidianidad y los sujetos individuales.

 

En esta nueva obra se juntan trabajos de lo más variopinto que nos acercan a los chamanes, pero también a los judíos de Menorca y a los caníbales de Brasil; repasa las relaciones entre la fotografía y la muerte, los romances medievales o la mixtificación de Los Protocolos de los Sabios de Sión. Ante nosotros pasan personajes tan centrales en la cultura occidental como Stendhal, Flaubert Montaigne o investigadores como Kracauer o Auerbach. Es una invitación a orientarse en el laberinto de nuestro tiempo con las huellas del pasado y de considerar la historia como un tema de reflexión serio e imprescindible.


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