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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 44 / 2011

De mi Diario : Semana 44 / 2011


Weiß/Colonia, 30.10., de madrugada, por valles y montañas escocesas

El colmo de la depresión se alcanza cuando uno lee, como ayer, en el email de Javier, lo que dijo del hipervínculo con el tango de Shostakovich («escalofriantemente bello»), y uno se encasqueta los auriculares y empieza a rastrear en youtube todas las melodías amadas, en las mejores voces y con las mejores orquestas, y uno se da cuenta de toda la inmensa, inconmensurable belleza que uno tendrá que dejar de gozar el día en que no sólo tus ojos, sino sobre todos tus oídos, se van a cerrar ya para siempre. Después repaso el post que subí a Fronterad y descubro una frase que me salió sin pensar y sólo ahora me la represento mentalmente («La corriente [del Rhin] se desliza como un paño de seda marrón claro que desliara un sastre sobre el mostrador de su taller»), y me doy cuenta de que podría ser lo que hubiese dicho mi Annuchka querida de estar a mi lado en ese momento, y de que la escritura puede ser un instrumento musical, y entonces me sube de lo más hondo del pecho una rabia asesina, una rabia deicida. Dios, si es que existes, maldito seas.

 

Weiß/Colonia, 30.10., a las 2 que son las 3

Después de ver Insomnia vine del televisor a la compu y alcancé a abrirla cuando su reloj abajo a la derecha señalaba las 2:58, asi es que esperé hasta las 2:59, y tras un minuto tan interminable como todos los minutos, después de las 2:59 no aparecieron las 3:00 sino las 2:00. Esto es lo que yo llamo milagros, y no esas pendejadas de caminar sobre los vados de las aguas, resucitar a los catalépticos y hacerle creer que beben vino a quienes están ya tan borrachos que ni cuenta se dan de que están bebiendo agua. Acerca de la multiplicación de los panes y los peces (¡¡supongo que se trata de pescados!!), debo confesar paladinamente que todavía no descubrí el truco, sólo que es como con las brujas en Galicia: «Yo no creo en las brujas, pero haberlas, haylas».

 

Weiß/Colonia, 30.10. (1)

Esta noche Clint Eastwood, The Gauntlet, en un canal comercial. Por dicha Ovidio es fan de Clint, se encuentra en Colonia, tiene grabadora de DVD y sabe editar, de manera que lo llamo para que, por favor, me la grabe (“censurando” las pausas con los estomagantes anuncios), y es el primero interesado en ello. Cuando me entero de que en nuestro idioma ese título se tradujo como Ruta suicida, consulto a mi gran amiga Miss Hortensia Google y ella me dice que “carrera de baquetas” (eso es lo que significa “to run the gauntlet”) es una expresión en desuso, amén de definirla claramente: «Castigo hoy suprimido en nuestro ejército, que consistia en correr el reo, con la espalda desnuda, entre dos filas de soldados que le azotaban con el [correaje] portafusil, si era de infantería, o con las correas de la montura, si de caballería». Qué pena, porque Carrera de baquetas hubiera sido harto mejor título que uno tan adocenado como Ruta suicida. Pero la peli es una de las obras maestras de Clint, y de 1977, adelantándose tres décadas a su tiempo.

 

Weiß/Colonia, 30.10. (2)

La hora que nos regaló el cambio al horario de invierno se arrastra a lo largo del día haciéndolo pesao como el Abundio, el que mató un cerdo a besos. Viene Diny a despedirse muy temprano para ir a la cama y dice: «¡Díos mío!» [en español, con acentos en ambas íes, y sigue en alemán] «¡qué día tan largo!» «Y es lógico, Diny», le contesto: «se trata de un día de 25 horas».

 

Weiß/Colonia, 31.10.

Amaneció el día como envuelto en gasa. Y el titular principal del diario reza: «7.000.000.000 de seres humanos», cifra de bípedos implumes que, al parecer, desde hoy, habitamos este planeta. ¿Y si existiera una relación causa/efecto entre la niebla y semejante exceso de daños colaterales? Seguro que existe, sólo que los científicos la descubrirán recién el Día del Juicio Final, a las 8.15 p.m., cuando sólo dé tiempo para certificar que lo del homo sapiens fue una broma siniestra de un antropólogo (¡francés!), ansioso de conquistar un puesto entre los abastecedores de latinajos dentro de las páginas rosas del Petite Larousse Illustrée. «Eheu fugaces!»

 

Weiß/Colonia, 1°.11.

Dice Milan Paulović a propósito de La dalia negra: «La adaptación del relato de Ellroy sobre la corrupta Los Ángeles después de la 2ª guerra mundial es en el fondo un fracaso, pero al más alto nivel, porque apenas si puede uno apartar los ojos de la pantalla». Y sí, ese hidetal, el Brian De Palma, era un maestro en el arte de la seducción, capaz de vender condones en la piazza de San Pedro y con una licencia (¿falsificada?, ¡claro!o no) del Stato della Citá del Vaticano.

 

Weiß/Colonia, 2.11. (1)

En esta edición del Kölner Stadt Anzeiger, una plana entera dedicada al cementerio del Père Lachaise. El Melaten, acá, también es un bello cementerio, pero de lo sabido no se habla en casa. En esta misma edición las tarifas de los anuncios nupciales clasificados para el día 11.11.11, según sean de una o dos columnas y alturas entre los 20 y los 50 mm, con precios que van de los 14.50 a los 61.50 euros. Es lo natural teniendo en cuenta que la fecha más importante de todo el calendario coloniense es el 11.11. a las 11:11, cuando se inaugura oficialmente la quinta estación del año en estas latitudes: el Carnaval. Y si a ello, como este año, se añade un 11 más, la histeria está programada. And last but not least en el diario de hoy, en el cuadernillo Viajes, donde se le dedican sendas columnas a otros tantos trenes legendarios: el Transiberiano, el Indian Pacific australiano, el Rocky Mountaineer gringo y el Transcantábrico. La de este termina con una rara observación: «Los momentos quizás más bellos del viaje son las horas de la tarde, cuando con párpados pesados se mira el paisaje y sin darse uno cuenta da una cabezadita o se mueve como el propio tren, entre el sueño y la vigilia». He consultado a mi amiga Miss Hortensia Google, la cual me informa gentilmente de que un viaje en el Transcantábrico cuesta entre 2.200 y 3.550 euros, por persona, dependiendo del trayecto. Y francamente, si los momentos más bellos son los que la columna describe, me resultarían las siestas más caras de mi perra vida.

 

Weiß/Colonia, 2.11. (2)

En el momento en que Angie nos trae a Vincent, para que pase esta noche con nosotros, me llama Pepe Luis, desde Madrid, y me cuenta que lo han propuesto como candidato al sillón Z de la Real Academia, vacante desde la muerte de Francisco Ayala. Que qué me parece. Le digo que no sólo me parece muy bien sino que lo felicito de todo corazón y que, además, muerto Fernán Gómez nada tiene de extraño que hayan pensado en él para que siga habiendo un actor entre los académicos. «Sí, actor, pero Fernando también escribía y yo no». «García Sanchiz», le recuerdo, «se ganaba la vida como charlista».     Y todavía le digo que el único huelvano académico, hasta ahora, ha sido Burgos y Mazo (y aún eso de la Academia de Ciencias Morales y Políticas), y que a Juan Ramón le ofrecieron un sillón durante la monarquía, con la República, y después hasta el franquismo, y las tres veces se negó. Que ya es hora que haya alguien de Huelva en la docta casa, como la llaman. Y me acuerdo incluso de un viejo verso mío, pero no se lo digo: «Moguer: Infinitivo de ¿qué verbo no admitido todavía en la Academia?»

 

Weiß/Colonia, 3.11. (1)

Vincent y Diny se van temprano de casa, para asistir a la función infantil de Las aventuras de Tintin en 3D. ¡Cómo si la realidad fuese bidimensional!  ¿Quién habrá sido el cretino que craneó esta estupidez tan pegajosa de la 3D?  Recuerdo los primeros experimentos, allá por los años 60, en el cine Mora, en Huelva, una se titulaba Lanza rota y la otra era Los crímenes del Museo de Cera. ¡Qué espanto tener que andar agachándose para esquivar flechas con estopa en llamas que venían derechitas a clavarse en nuestros ojos,  o todavía peor, qué asco andar a manotazos en el aire para apartar una bandada de repugnantes murciélagos!  Es posible que los modernos trucos de digitalización de los efectos aumenten la ilusión de que entre el patio de butacas y la pantalla se produce una ósmosis, mientras al mismo tiempo se han distanciado de manera políticamente correcta de todo aquello que pueda rebajar la dignidad del ser humano llamado espectador, pero bueno, eso se lo pueden quedar para todos aquellos espíritus sencillos que incluso creen en Dios y en otras entelequias. Conmigo que no cuenten, la progenitora que los dio a luz.

  

Weiß/Colonia, 3.11. (3)

Leo la columna de Diego en El Colombiano, de Medellín, y le escribo que me gusta mucho pero no entiendo un signo de interrogación que aparece al final de un párrafo. Me explica que en la página digital del diario los puntos supensivos se convierten en signos de interrogación, que es así desde hace años, que ya lo saben y dizque no se puede corregir. Pero entonces ¿por qué no probar como antídoto escribir tres signos ??? de interrogación seguidos, para que el programa los esnife cual si fuese una raya de cocaína, convirtiéndolos en admirables puntos suspensivos?  Eso por un lado. Y por el otro, el hecho en sí, el que los tres puntos suspensivos se conviertan en un signo de interrogación ¿no es toda una parábola?  Se me ocurre un tuit que les regalo a Nosferatucita y al propio Diego: «Cuando el programa del diario El Colombiano convierte los en un ? no hace sino refractar sutilmente la historia del país».

 

Weiß/Colonia, 3.11. (4)

Al terminar de cenar, Oskar descubre de repente, al ir a llevar su plato a la cocina, que está pasando por la calle la procesión de San Martín, con los niños chicos portando sus farolitos detrás del caballo blanco con el santo envuelto en su capa roja (siempre es el policía del lugar), y entonando la canción de gesta del hecho samaritano que a mí siempre me ha parecido todo lo contrario de una lección de caridad: ¡más bien de tacañería, qué carajo, el soldado luego santo sólo le dio al mendigo la mitad de su capa! ¡Qué pedazo ‘e hijueputa!

 

Weiß/Colonia, 4.11., primera hora de la noche

2046 de Kar Wai Wong, con nada menos que Tony Leung, Li Gong y Ziyi Zhang en el reparto; una de las mejores pelis que recuerdo con un escritor obsesionado y obsesivo como protagonista. ¡¡¡Y a pesar del título no es Lobelto Bolagno!!! Pero lo que más se queda prendido a la memoria son las melodías de “Siboney”, y también “Perfidia”, en la banda sonora. ¡Qué chino, Lecuona! A él se debe la única zarzuela con ese trasfondo cultural, aunque en La Habana: Rosa, la China.

 

Weiß/Colonia, 4.11. (1)

Diny preocupada, y mucho, por el derrame cerebral de Wolfgang Niedecken. Ella estuvo con él como intérprete en la primera feria internacional del libro que se celebró en Nicaragua, en el ‘87, cuando WD y su banda BAP acudieron a Managua a cantar rock en el dialecto de Colonia, en un acto de solidaridad con la revolución sandinista. Hoy el diario le dedica un espacio especial a WN y cita a Wim Wenders, que hizo un documental acerca de él y su grupo: «Colonia no sabe lo que tiene al contar con un Wolfgang Niedecken». Pero creo que Colonia sí que lo sabe, Herr Wenders, desde bastante antes que usted: él es para nosotros lo que Gardel para Buenos Aires, lo que Elvis para Memphis, lo que Brel para el país llano. Los dioses estén con él, en la clínica universitaria, porque parece que han sido dos derrames, uno tras el otro. Joderse y aguantarse.

 

Weiß/Colonia, 4.11. (2)

Voy con la bici al supermercado, y a la entrada del bosque, pasados los campos labrantíos, en el banco a la derecha del camino forestal, descubro sentada a una mujer muy hermosa, de unos 50 años, que parece que fuera el modelo de la foto que hubiese tomado Bernini, de ser él fotógrafo, para tenerla como modelo de su “Éxtasis de Santa Teresa”. Con la de Ávila entregada en cuerpo y alma a su Dios, y ésta abandonada feliz y desinhibida al abrazo de Febo. Se trata de un otoño que hasta me parece como si mi propia cronología quisiera despedirse de un modo original.

 

Weiß/Colonia, 5.11.

Hoy es un día lleno de cosas que anotar. A las 9.20 a.m., al levantarme, lo hago al mismo tiempo que Oskar y nos encontramos en el pasillo; de repente me doy cuenta de que ya está más alto que yo. En el desayuno leo en la página dedicada a los niños cómo les explican quién es Shakira y las muchas cosas buenas que hace por la infancia desvalida en su país. Diny regresa a las 12.15 de ir a dejar botellas vacías en el contenedor de la esquina, y llega corriendo, nos grita a Oskar y a mí que nos asomemos a la ventana para ver pasar las bandadas de ánades en vuelo migratorio rumbo al sur. Luego me dice que al salir de casa se encontró en el patio con nuestro joven vecino del piso de arriba, Garske, el padre del pequeño Emil, todavía más crío que Henri; como Garske es soldado profesional y hay rumores de que quieren centralizar todos los servicios militares en Berlín (cerrando, por ejemplo, el Cuartel General del Ejército, acá en Colonia), Diny le preguntó si sería afectado por la medida, y él le contestó que en principio no, pero que el año próximo tendrá que pasar seis meses en el destacamento alemán en Afganistán; Diny se asustó mucho y quiso saber si no podía eludirlo, en base a tener una criatura tan pequeña; Garske le dice que sí, pero eso sólo significaría un aplazamiento, a los dos años se volvería a repetir la situación y Emil ya tendría cuatro y resentiría más su ausencia que ahora. Carajo. La Historia mundial se nos echa encima del 11ª del Pflasterhofweg, entrando por la puerta trasera, como los turcos por aquella kerkaporta de Constantinopla, que conocí a través del relato de Stefan Zweig en Momentos estelares de la Humanidad, un libro inolvidable. Y después de la siesta, que hice hoy antes de lo habitual, justo para no perderme esta peli, una joya del género “cine de piratas”: El halcón de los mares, de Michael Curtiz con Errol Flynn en el papel de Geoffrey Thorpe, inspirado, y mucho, en el de Francis Drake. Lo más lindo de esta peli es verla pensando en su trasfondo cuando el estreno, 1940, con Hitler preparando la invasión de Inglaterra, como Felipe II en su día con la Armada Invencible. La música de Erich Wolfgang Korngold, que había huído de los nazis para refugiarse en Hollywood, es como un guante de desafío que corre igual que un hilo rojo durante todo el metraje. Y Errol despliega una vez más esa energía animal que convierte cualquier peli suya en una central térmica al lado de la cual las de Tarantino parecen simples cajas de fósforos.

 

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