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Mientras tantoCarta a Mariano.

Carta a Mariano.


 

Es probable que no te acuerdes. Debió ser en marzo del 2006. Yo era un ingenuo cortometrajista (valga la redundancia) con dos trabajos bajo el brazo: “Phobia” y el recién terminado “DVD”, y siempre llevaba conmigo una copia de este último con mis datos por… yo qué sé. Por lo que pudiera pasar.
 
Ese sábado bajaron mis padres de visita a Madrid y comimos con Mi Novia De Por Aquel Entonces en un restaurante de la calle Jorge Juan de esos que te ponen almendras tostadas. Íbamos por el segundo plato cuando entraste con toda la plana. Yo no te vi, estaba de espaldas a la acción como de costumbre, pero mi madre no tardó en ficharte y, zas, lo vi claro.
 
“Pues ahora le tengo que dar una copia de mi corto a Rajoy”.
 
Me parecía algo inevitable, como poner los brazos en jarra al admirar un paisaje, y lo comenté a los míos. Al terminar y marcharnos, antes de salir, haría una parada y te lo daría.
 
Hubo debate, las cosas como son. Mi padre estaba 100% de acuerdo porque él siempre que se cruza con Pérez-Reverte o Carlos Herrera, por ejemplo, tiene que darles los buenos días y charlar cuatro palabras que seguramente se conviertan en ocho y en doce. Pero mi madre no quería verlo porque siempre ha sido tímida y cuidadosa de no molestar a nadie y MNDPAE tampoco, por motivos ideológicos.
 
Argumentos válidos, pero a veces tienes que hacer lo que tienes que hacer.
 
Así que acabamos los cafés, mis padres se pusieron estratégicamente en la puerta de salida y MNDPAE fue al cuarto de baño. No sé cuántos estaríais en la mesa, pero pocos no eráis. Veníais de un congreso con un señor francés invitado al que interrumpí mientras te estaba comentando algo.
 
“Hola, buenas y disculpe que les interrumpa.”
 
Te levantaste. No eres bajito, precisamente (aunque eso ya lo sabes) y pensé si yo tendría las de ganar en caso de que me metieras un guantazo. No sé por qué pienso eso siempre que conozco a caras famosas. Será un mecanismo de defensa mal entendido. Luego vi que llevabas el brazo derecho en cabestrillo por tu accidente de helicóptero y deduje que en caso de lucha las apuestas estarían a mi favor, lo cual me tranquilizó un poco.
 
“Si usted viene a saludarme, nunca me interrumpe”, respondiste.
“Mire, soy cortometrajista y acabo de terminar mi nuevo corto que se titula “DVD” y sale Fernando Esteso y si lo puede ver y decirme qué le parece le estaría muy agradecido”.
“Lo veré encantado”.
Me diste la mano izquierda, te sentaste y el corto fue rulando por la mesa: primero el invitado francés, luego su mujer de la época, todos mirando la portada de Azpiri con cierta curiosidad.
 
Y aquí estamos.
 
A día de hoy, te has presentado dos veces más a la presidencia del Gobierno y yo he rodado otros dos cortos. Ahí, pico y pala. Que al final vas a conseguir tu objetivo antes que yo ruede un largo, pero oye, el caso es que después de tantos años sigues sin dar señales de vida.
 
¿Qué pasó, Mariano, qué pasó?
Y no me vengas con que “es que me llegan tantos cortos…” porque no cuela.
Un correo.

Un simple SMS. O un WhatsApp.
Un emoticón. Q RISAS EL ESTESO!!!!!, no sé. Una perdida.
¿O es que no te gustó?
Te gustó más “Phobia”.
Es eso, ¿verdad?; y no sabes cómo decírmelo. Créeme: me pasaba muy a menudo. Está a la orden del día. Pero siempre hay una manera de salir del paso. Alabando la fotografía, por ejemplo. La música. Decir “esto es lo que yo llamo un cortometraje”. Cualquier cosa.
 
Creo que se lo tenía que haber dado a tu colega francés. Seguro que Sarkozy lo habría valorado más pero, claro, quién iba a pensar qué.
 
Y cada vez que te veo no puedo evitar pensar “¿el slogan no debería ser Lo primero ES el empleo?” y luego
“¿por qué no me has dicho nada, Mariano?”
Y no dejo de verte por todas partes.
 Por todas partes.
Y lo que me queda…

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