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¿Puede ser un accidente el único final feliz para una historia de amor?

La historia no tiene libreto    el blog de Joseba Louzao

 

No es extraño hacerse esa pregunta al leer el
título de la que, quizá, sea la mejor obra del novelista brasileño João Paulo
Cuenca: O único final feliz para uma
história de amor é um acidente
(que, según parece, editará en breves Lengua
de Trapo).

 

Ésta es una historia extravagante situada
en un país, como Japón, aún extraño y enigmático para los occidentales pese a
la expansión cultural oriental que nos abruma. Con todo, no debemos
confundirnos, aunque ambientada en el país del Sol Naciente – por el texto
deambulan algunas referencias niponas, como el fugu, el monstruo Gyodai, el
estilo hikikomori-, es una historia
de alcance universal. Cualquier situación descrita aquí adquiere un alto grado
de irrealidad, pero es una percepción buscada por el propio autor, ya que, como
ha reconocido, ésa fue su principal impresión durante su estancia en el país
para escribir esta historia. De esta forma, se presenta una Tokio, «cidade
das pessoas invisíveis», subterránea y nocturna, una ciudad fría e
impersonal que vive constantemente en un futuro caótico y hostil. Por tanto, lo
irreal se enreda abiertamente con lo onírico, porque los sueños están presentes
en muchas de estas páginas.


En ciertas ocasiones, especialmente durante
la primera parte del libro, esta confusa sensación dominante nos lleva a
despistarnos en una narración sorprendente. Y es que a lo largo de las primeras
páginas, literalmente, uno no sabe lo qué está sucediendo. Es la consecuencia
de jugar en la frontera entre lo real y lo fantástico sin encajar en ninguno de
los dos territorios. Un ejemplo: la historia comienza a ser
narrada por Yoshiko, una de las lovedolls
ultrarrealistas que triunfan en Japón. La muñeca hinchable es una de las voces
principales que surgen en el relato. Yoshiko ha sido diseñada hasta el más
mínimo detalle por el señor Atsuo Okuda, un anciano y reconocido poeta tanka,
que le enseña a sentir a través de los poemas que le lee (“o sr. Okuda só se
dirige a mim em versos”). Y, además, fue creada para contener las cenizas de su
mujer fallecida y hacerle compañía. Aún así, y salvados estos primeros escollos
(también aparecen al indicio una extraña asociación del Fugu Armonioso o un
“submarino” que después adquiere un mayor sentido), la lectura no se puede
abandonar por el caos que se cierne sobre los protagonistas. El lector quiere
saber lo qué está sucediendo detrás de la historia de amor que se narra
circularmente y, poco a poco, las piezas perdidas van comenzando a encajar.


Por ello, el principal protagonista de la
novela es Shunsuke Okuda, hijo del poeta y ejecutivo de una gran compañía de
cámaras fotográficas. En una de las visitas a un club se enamora
apasionadamente, el día que acababa de romper con su pareja, de una extranjera
(gyan) de nombre impronunciable,
Iuliana Romiszowska. Una mujer que le da todo lo que no le han ofrecido las
mujeres japonesas hasta el momento (“Tocar em Iulana Romiszowska é como tocar
num animal desconhecido”). La relación crecerá paso a paso, lo que el poderoso
y controlador padre, que siempre ha considerado a su hijo como un fracasado, no
podrá consentir.


El propio Shunsuke sabe que su libertad
está bastante coartada por el dominio paterno, tanto real como imaginario,
porque Atsuo Okuda ha conseguido corromper a un grupo de personas para
convertirse en una especie de Gran Hermano orwelliano, que observa y controla
cualquier actividad de su hijo. Atsuo es un demiurgo maligno, que está
intentando crear una obra para manejarse a su antojo dentro de ella. Para estos
fines, utiliza a la Asociación del Fugu Armonioso de Tsukuji, que además de
vender fugus salvajes, consiguen desarrollar las diversas labores necesarias de
espionaje y vigilancia. O lo que es lo mismo, se convierten en sus ojos y sus
oídos. Una estructura de espionaje, con cámaras y micrófonos por toda la
ciudad, que se representa en la metáfora del submarino, una red que se maneja
desde la Sala del Periscopio. De esta forma, el lector comprende que detrás de
la historia de Iuliana y Shunsuke se encuentra un mundo oscuro, perverso y
corruptor. Un universo en el que también está sumergida la compañera de piso de
Iuliana, la bailarina Kazumi.


En definitiva, un libro que no parecía
tener aparentemente grandes pretensiones iniciales, narrado con un estilo
narrativo pop – por definirlo de alguna manera-, se convierte en algo mucho más
complejo. Se trata de una fábula irrealmente contemporánea que pretende ligarse
a la tradición mítica de la Biblia. Porque O
único final feliz…
comienza con su particular Génesis – la muñeca hinchable
existe a partir de ser nombrada por el poeta- y termina con un traslación del
mito adánico de rebeldía ante el creador – en un evidente final para el lector que queda fuera
de la narración. Se trata de una narración fragmentada,
circular y poética, donde destaca la fuerza visual y sonora
alcanzada. Nos encontramos con una obra donde se habla del amor y de la pasión;
del odio y de la vida; de la corrupción y del miedo. Cuenca, jugando entre la
realidad y la fantasía, puede haber arriesgado más de la cuenta, pero el resultado
no dejará a nadie indiferente.

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