Que vaya por delante que no soy un escritor con un libro publicado. Así que mis comentarios al respecto se tienen que tomar como lo que sí soy: un tipo que mantiene un trío con su iPad y su Kindle y que no recibe un duro de Apple o Amazon por proclamarlo. Y con una novela en ciernes. Una novela increíble. Pero eso no viene a cuento.
Procedo de un mundillo distinto al de la literatura: el del cine y televisión y teatro (esos son muchos mundillos) y tengo amigos músicos o dibujantes de cómic, así que hasta hace poco no he tenido conversaciones con escritores; y es curiosa la reacción cuando sale el tema libro electrónico.
Básicamente: horror.
Horror mezclado con rabia con un chorro de impotencia y media rodaja de desprecio. Y las muletillas de eso nunca reemplazará a un libro de verdad, y eso va acabar con las librerías y la piratería nos va a mandar a la mierda a nosotros y tienen toda la razón del mundo y no me hace ni puta gracia que una revista cierre así que después de un rato intento desviar el tema a lo último de Murakami.
Pero lo que nadie comenta son las oportunidades que ofrecen las tabletas. Vale, soy imparcial porque me encantan estos aparatejos. Posiblemente no tenga ni idea de ordenar los canales de la TDT, pero adoro los chismes (o “gadgets” como lo llaman los modernos o “chorradas” como lo llama mi madre). Yo fui ese que se compró un MSX (¡16 colores!), un Nokia N-Gage y, sin aprender, una PSP Go. El que se va a dormir con un ligero mareo por culpa de la 3DS.
Así que agradezco poder leer “La broma infinita” o “La cúpula” en el metro sin necesidad de un atril, y comprobar la definición de «clenched» al momento gracias al diccionario integrado, y leer el primer capítulo de prueba gratis, y cambiar el tamaño de letra a mi antojo y que no tenga que abandonar algo como la conclusión de “Pagando por ello” porque no tenía lupa a mano (en las librerías de EEUU hay una sección de libros con letra grande. Suena a chufla, pero el lector tradicional no se está haciendo más joven ni ganando vista) y por supuesto está el tan manido y cacareado “¡tengo una biblioteca entera en el bolsillo!”. Que pocas veces necesitas acceder a una biblioteca entera de Atocha a Suances, pero oye.
De hecho, si quieres leer libros recomiendo el Kindle recién aparecido en España. Es el más barato y ligero y tiene botones, así que puedes leer y comer cheetos sin temor a pringar la pantalla. Pero si quieres leer revistas o cómics, la opción es el iPad.
La mayoría de las revistas escanean pdfs de su edición impresa y tiran pa’lante. Aunque hay excepciones. Oh, sí. Hay excepciones. EMPIRE o WIRED lanzan ediciones que sacan provecho del iPad. Como EMPIRE es de cine, en la sección de críticas en lugar de fotos puedes ver el trailer directamente, por ejemplo. WIRED es de tecnología así que puedes ver los experimentos en acción o comprobar tú mismo cómo graba en HD la cámara que evalúan. THE NEW YORKER también tiene buenas críticas, pero no la he leído.
Y luego hay otras como ASTRONAUT que ya ni siquiera tienen edición en papel. ASTRONAUT es una revista de arte centrada en cortometrajes, documentales y cine experimental que se planteó en un principio como edición impresa acompañada de un dvd y luego pensaron “pa qué”, así que puedes ver los cortos en la propia publicación. De momento son todas en inglés, pero espero (ansío, deseo, cruzo los dedos, suspiro) que pronto podamos leer un Cuore interactivo y escuchar los “AAARGHS!” en stereo. O una selección con los mejores textos de fronterad interpretados por Alfonso Armada. Algún día.
En cuanto a cómics, también hay ventajas. Puedes ir página a página como siempre, o ampliar viñeta a viñeta y disfrutar del arte a un palmo de tu cara. O quitar el color y estudiar sólo el trabajo a lápiz. DC, por ejemplo, ya pone a la venta sus ejemplares tanto en papel como en digital el mismo día, para todo el mundo. Y están sólo las majors como Marvel o Image, editoriales más “independientes” como Top Shelf se han subido al carro con sus cómics autobiográficos en blanco y negro.
Y también hay tebeos exclusivos, como “Touch Sensitive” que Chris Ware creó para la aplicación de la editorial McSweeney’s; o experimentos como «Stricken» o «Sulphur & Dana», que incluyen efectos visuales y banda sonora (algo que no es una novedad, ni en el mundo del cómic ni en el de la novela) y, a lo tonto, a lo tonto, abren un mundo de posibilidades.
Porque si Mark Z. Danielewski hace lo que le da la gana con el formato en papel en su “House of Leaves”, ¿qué se le ocurriría de manera interactiva? Imagina una novela contada desde el punto de vista de alguien que va volviéndose loco y mientras vas leyendo hay letras que cambian y te quedas chinadísimo. Un truco de feria, sí. Y qué.
O algo más “útil”: las biografías. Podrás ver dónde nació Churchill y no sólo leer ”Blenheim Palace, Woodstock, Oxfordshire” y quedarte como estabas; o escuchar El Discurso de Martin Luther King o las sinfonías de Beethoven mientras lees sobre su vida, o los cuadros de Goya desmenuzados o… bueno, te haces una idea. Con sólo pinchar la pantalla podrás cambiar “Hamlet” del inglés al español y los manuales de “Cómo hacer que…” tendrán vídeos de demostración para construir un balancín en condiciones y que tu hijo no se parta la crisma.
Los autores incluirán anotaciones que se pueden activar o desactivar explicando lo que les dé la gana, algo así como un “Comentario del director” pero por escrito. ¿Y si se ha colado un gazapo o quieres ampliar un tema?, no tienes por qué esperar a una nueva edición. Actualiza tu novela como se actualizan los juegos de la Play 3. El sueño/pesadilla de todo perfeccionista.
De hecho imagino que ese será el camino que seguirá la literatura. El mismo que los videojuegos o lamúsica o el cine. Centrarse en las descargas online de precio aceptable (ahora mismo puedes pagar más por un libro electrónico que por uno impreso) y dejar el formato físico para coleccionistas, con ediciones mucho más trabajadas y otros alicientes (ejemplares firmados por el autor de edición limitada, etc)
Y, claro, para ahorrar costes poco tardaremos en que las novelas estén patrocinadas. El protagonista llevará vaqueros Calvin Klein con la marca destacada en azul y, pinchando en ella, accederemos a su tienda online. O si quieres leer la novela a mitad de precio, aguanta pop-ups en pantalla. En fin. Y las librerías tradicionales y las grandes superficies van a ver (están viendo) cómo cambia el panorama, de la misma manera que las tiendas de música o los video-clubs lo sufrieron en la década pasada.
Y mi otro lado, el lado que se va a volver loco en Buenos Aires porque allí cierran las librerías a las 2 de la mañana y que disfruta en Madrid pasando tardes en 8 ½ o en J&J Books & Coffee pues lo siente, y mucho. Porque ya me gustaría ser más blanco o negro al respecto.
(De hecho, y ahora que lo pienso, este post pide una continuación con las mejores librerías que conozco en Madrid. Por contrarrestar. Que no va a conseguir movilizar a las masas para que acudan en, ehm, en masa. Pero ganárselo… pues se lo han ganado)