23,5º en un total de 360º no parece mucho, sin embargo, es el secreto de las estaciones. Un capricho de la naturaleza impide a la Tierra mantener el equilibrio y desplaza su eje con respecto al plano de la eclíptica. Así, según viajamos alrededor del Sol, se suceden las estaciones, una tras otra, en el mismo orden, con la misma cadencia, siempre lo mismo año tras año. Y así hemos llegado al invierno.
Para mí, esta es la estación de la melancolía. Supongo que no todo el mundo sentirá que el invierno es una estación que mueve a la tristeza, pero la realidad es que los días tienen menos horas de luz, los colores tienden al gris, la temperatura baja sensiblemente… Parece que nunca se va a acabar, así que he pensado en ponerle banda sonora: Canciones para un largo invierno.
¿Se os ocurre una manera mejor para empezar que acompañados por el príncipe de la melancolía?
Nick Drake nació en Rangún, Birmania, el 19 de junio de 1948. De padres británicos, los problemas de salud de su padre les devolvieron a Inglaterra cuando Nick tenía cuatro años. Le encantaba la música, desde la clásica hasta el folk, y por aquel entonces ya componía.
A los trece años inició sus estudios en Marlborough, donde aprendió a tocar el clarinete, la flauta y el saxofón.
Su baja autoestima alimentó la melancolía y le llevó a construir su propio mundo imaginario que plasmó en sus tristes canciones.
Aunque han editado más discos suyos, sólo grabó tres: “Five Leaves Left” (1968), “Bryter Layter” (1970) y “Pink Moon” (1972).
Aparte de una manera característica de tocar la guitarra y de componer, las canciones de los dos primeros discos están caracterizadas por los sofisticados arreglos de cuerda y metal de su amigo Robert Kirby, que serían un rasgo inconfundible de su estilo musical.
En 1969 actuó en directo en ocho clubs. Comprobar cómo el público prefería hablar y beber antes que prestar atención a su actuación, le destrozó y nunca volvió a tocar en directo.
En 1971, inmerso en una honda depresión, grabó su último disco en dos noches acompañado por una guitarra y algunos arreglos de piano.
En 1974 grabó cuatro canciones más, pero no encontraba las palabras después de haber grabado las pistas instrumentales, así que decidió que nunca más volvería a cantar y se fue a vivir a París en una barcaza sobre el Sena.
El 25 de noviembre de ese mismo año, de nuevo en casa de sus padres, su madre subió a despertarle para desayunar y lo encontró muerto en la cama. En el tocadiscos, uno de los conciertos de Brandenburgo de Bach, en su cuerpo, una sobredosis de Tryptizol. No dejó ninguna nota, así que nunca sabremos si fue un suicidio o una equivocación. De aquellos últimos años, su amigo Paul Wheeler recuerda: “Estaba muy distante. Se fue alejando, y alejando, y alejando hasta que, simplemente, desapareció”.
Para mí, “Fruit tree” es una de sus mejores canciones. La que mejor relata el mundo interior de Nick Drake en donde la comunión entre melodía, letra y arreglos definen el estilo de este cantautor británico.
@Estivigon