El dueño pálido de la tabaquería
el blog de Ernesto Pérez Zúñiga
Primer libro de 2012, en la Biblioteca de la Tabaquería, Manuscrito cuervo (Historia de Jacobo), de Max Aub, escrito pocos años después de su estancia en el campo de concentración de Vernet d´Ariège, Francia, donde estuvo en 1940, y reditado por Cuadernos del Vigía, en noviembre de 2011, en fabulosa edición, digna de la mejor cava de la tabaquería.
El manuscrito fue redactado en idioma cuervo por una de estas negrísimas aves, que dedicó parte de sus días a observar al género humano en el mismo campo de concentración donde estuvo el señor Aub. El dueño pálido de la tabaquería, más amigo de la memoria que de sí mismo, insiste en empezar el año recordando uno de sus capítulos, con los que, dice, quiere empapelar la calle, por si a alguien le sirve. Escribe el Cuervo:
«Anda ahora el mundo humano partido en dos: entre los que luchan por y contra el fascismo. Desde el punto de vista empírico todo está claro, pero mi sed de saber, mi curiosidad me ha empujado -para la mayor gloria de la ciencia- a averiguar en qué consiste tal manzana de la discordia. He aquí el resultado parcial de mi investigación:
Los Fascistas son racistas, y no permiten que los judíos se laven y coman con los arios.
Los Antifascistas no son racistas, y no permiten que los negros se laven y coman con los blancos.
Los Fascistas ponen estrellas amarillas en las mangas de los judíos.
Los Antifascistas no lo hacen, bástales la cara del negro.
Los Fascistas ponen a los antifascistas en campos de concentración.
Los Antifascistas ponen a los antifascistas en campos de concentración.
Los Fascistas no permiten huelgas.
Los Antifascistas acaban con las huelgas a tiros.
Los Fascistas controlan las industrias directamente.
Los Antifascistas controlan las industrias indirectamente.
Los Fascistas pueden vivir en los países antifascistas.
Los Antifascistas no pueden vivir en países fascistas ni tampoco en algunos países antifascistas.»
El dueño pálido de la tabaquería ha conversado en fin de año con uno de estos cuervos ilustrados. Entre copa y copa, el cuervo graznaba insistentemente un solo refrán:
«Después de observar, mejor volar».