Acabo de llegar de Fitur y si no lo cuento reviento. No, no vayáis a creer que he echado un polvo entre el stand de Jordania y el de Senegal, no es el caso porque además a mi, cada vez que voy a Fitur, se me olvidan las tarjetas de presentación y los condones. Y yo no soy como D. Manuel Fraga, quien se vanagloriaba de no haber usado nunca un condón (perdonad que no añada que en paz descanse porque no sé dónde descansará este señor que era tan simpático y afable).
Estaba yo en Fitur cuando vi a Ana Botella, Ana B. de ahora en adelante. Un inciso: la distinguí cuando estaba yo al lado del stand de Palestina, donde me regalaron un foulard con la bandera del país. Con ira lo he metido en el bolso, indignadísima y mi amigo Alberto, que hace fotos y lo que puede, me ha dicho: “que no tía (es que él dice mucho tía y chata), que éstos son los buenos, los malos son los otros, los de los tanques”). Joder, claro: en ese momento lo he vuelto a sacar del bolso y me he lo he puesto a lo Yaser Arafat para manifestar mi solidaridad con el pueblo oprimido, porque yo soy mucho de manifestarme por la opresión de los que están lejos. Me he quedado pensando qué habría podido generar mi error y está claro: coño, entre el juicio de Carcaño y el del juez Garzón una ya no sabe quiénes son los buenos y los malos. Leches, que lo lían todo: antes estaba mucho más claro, con los westerns por ejemplo, que los del Ejército eran los buenos y los indios los malos (aunque estuviesen la mar de buenos). Era así, ¿no?
Pero vayamos con la alcaldesa: Ana B. andaba de pasillo en pasillo de los pabellones del Ifema con un cartel en el que ponía “no te tires a las putas”. Lo que tiene su mérito porque la moqueta es de lo más cansada. No entendí nada así que me dirigí a su responsable de prensa y le pregunté. Pues restula que Ana B. quiere convencer a los usuarios de prostitutas para que dejen de ser clientes y, como lleva pocos días en el cargo, lo da todo y por eso se ha ido a Fitur a decírselo a todos los hombres que por allí deambulan (que son muchos), fuesen árabes, peruanos, chinos o de aquí de Madrid.
Porque de todos es sabido que cuando hay un salón, de lo que sea, los burdeles y demás antros de perdición (en esta categoría también entran los karaokes) hacen su agosto. Que a mi me lo dijo esto la Juani, la dueña de la sala Bagdad en Barcelona, que cada vez que allí se celebraba el Salón Inmobiliario, sus chicas se ponían las botas espectáculo va y viene. Si yo lo sé por la Juani, Ana B., que es alcaldesa gracias a Marianico (gracias de corazón compañero Mariano, permítame Vd. que le llame compañero aunque sea una palabra de connotaciones comunistas) lo sabe fijo.
Y allí estaba, entregada a su labor. Pero yo me quedé pensando (y ya van dos pensamientos profundos en el día después del de Palestina), joder, ¡es que vivimos en la sociedad del prohibir! Porque vamos a ver, si ella les va convenciendo de que no vayan de putas, ¿quién va a escuchar a estos señores? Eh?, ¿quién? ¿tendrán que ir al psicólogo? Hombre, que comparando tarifas sale más barata la puta que el Licenciado en Psicología y no está el horno para bollos… ¿o no?