Bajo los apremios de la eurozona, los reclamos sociales por la crisis económica, la frivolidad de la política, los embates del fanatismo deportivo se desarrolla en España, y de allí a Latinoamérica y la parte hispana de EEUU, la guerra de los libros: el libro impreso en papel versus los e-book. ¿Quién ganará?
La guerra comenzó en 2007, cuando el gigante Amazon lanzó su primer artilugio para la descarga legal de libros electrónicos, el Kindle, que provocó la emisión de aparatos similares de otras firmas y cadenas libreras en EEUU. En 2009, hubo el Kindle Internacional, que permitió la descarga de los inventarios de Amazon fuera del territorio estadounidense, por ejemplo, México.
Entre esas fechas ya había comenzado una guerra soterrada en España ante el acoso del gigante Amazon, que ha buscado imponer su política en medio de la revolución tecnológica en la vida cotidiana iniciada en la última década del siglo XX: desaparecer la intermediación de la cadena productiva convencional en la industria del libro y la prensa.
Como es obvio, los gigantes del mundo editorial (por ejemplo, Random-House) se han opuesto a la política de Amazon en esta pugna por la supremacía en la industria del libro, la prensa y otros ramos del consumo cultural hacia el futuro.
Amazon cuenta con aliados de importancia: la generación de los internautas que apuesta todo por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación o sus plataformas emergentes. Hay una ideología que los une, coartada del impulso monopolista y corporativo de Amazon, el mito ultra-liberal: deshacerse de los vínculos de intermediarios como los editores, publicistas, distribuidores que «se interponen» entre el autor y el lector.
En el trasfondo de tal ideología está algo menos etéreo que la fe ultra-liberal: la guerra del capital. La reformulación del reparto de ganancias en el nuevo emplazamiento del mercado y el ciber-mercado. Amazon está contra los editores, los editores, los publicistas, los distribuidores y los libreros porque desea apropiarse de la renta que ellos ahora detentan, y que mediante la tecnología, sus redes, artilugios y aplicaciones busca detentar de ahora en adelante.
Ante tales propósitos, los editores españoles (apéndices en parte de corporaciones globales) reaccionaron con energía (y retardo, opinan algunos) en defensa de la cadena productiva (editores especializados de contenido, publicistas, distribuidores, libreros). Claro está, no se trataba de un simple acto filantrópico, pues son consabidas las inversiones de las casas editoriales en el negocio de las distribuidoras y las librerías. A su vez, buscaron actuar en conjunción gremial a partir de plataformas comunes (por ejemplo, Libranda). Los resultados han sido inciertos. Los experimentos realizados aún son poco estimulantes.
Un caso reciente: al seguir la pauta de Amazon, Ediciones B se propuso acciones agresivas, como poner su inventario a precios de ganga en formato electrónico. Se empeña en aplicar el modelo Amazon para el mundo hispano de los libros, e incluso anda anda en busca de un John Locke español, a semejanza del escritor estadounidense que fue el primero en vender un millón de descargas de sus libros vía Amazon. Una figura de la ciber-mercadotecnia cuya leyenda incluye un perfil amateur como escritor, una personalidad osada y una inteligencia de emprendedor a la altura de los tiempos. El Self-Made-Cyberman por excelencia, que tiene su parodia en algún tecleador español, un pediatra que presume ahora haber aprendido a escribir novelas en un programa que bajó de Internet y le ha llevado al éxito entre los internautas y tecno-fílicos a través de Amazon y, en adelante, también de Ediciones B.
La guerra de los libros se resolverá en el futuro mediato una vez que se esclarezcan dos factores: la crisis económica (que ahora impide ampliar los favores de artilugios, sus servicios y prestaciones) y el control de las descargas ilegales. Se puede suponer que el libro y las publicaciones impresas persistirán en ciertos nichos de élites publicitarias y lectoras, y el e-book se generalizará para usos y gustos masivos una vez que las normas impongan un régimen de seguridad suficiente para los negocios legales. Al final, una convivencia nada descabellada. Un negocio múltiple.