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Mientras tantoDios, Obiang y la FIFA

Dios, Obiang y la FIFA


 

En Guinea los niños aprenden a leer por la gracia del Altísimo, y es gracias a él que muchos recién nacidos son enviados al cielo por fallecer durante el primer mes de vida. Son las muertes que ponen en evidencia la verdad de que en Guinea no hay 100 familias con dinero suficiente para gastarse mil euros en el hospital La Paz, la modernidad que Teodoro Obiang puso en manos de israelíes porque los guineanos nunca tuvieron nivel alguno para estudiar medicina. (A veces hay verdades que se pueden leer a la inversa).

 

En Guinea apenas hay viviendas para los guineanos, y tenemos que confirmar que las centenares de chicas que son engatusadas por algunos esnob para formar parte de la parafernalia de la Fashion Week duermen en sofás, o en colchones mordidos por orinas que atraviesan las ventanas después de ser depositadas en la puerta, a las 2 de la noche, cuando no hay nadie que pueda escandalizarse de la desnudez. Ah, la orina del colchón es de los niños pequeños de la casa, quienes duermen después de apagar el televisor y removidos los muebles.

 

Todos los que hemos vivido en Malabo hemos asistido a las clases de la Universidad Nacional. En enero del 2011 nos asomamos a una clase y vimos a un sobrino, o hijo, de un consejero de Obiang impartiendo una clase de inglés. Nosotros, que nunca aprendimos la lengua esa, lo hubiéramos hecho mejor. Es lo que llaman universidad, y no es algo distinto a lo que hacíamos hace 20 años, con un Mister Coffi que sí sabía inglés, pero que no cobraba casi nada porque era ghanés y en Guinea no había dinero para nadie, ni para extranjeros.

 

Los que viven en Ela Nguema siguen haciendo cola para recoger agua sucia en Colwatá, un sitio histórico que se vio inundado de basura por la incuria ciudadana y que dejó de dar agua cuando se hizo patente los frutos de uno de los negocios personales del general-presidente Obiang. Fue cuando llevaron el cemento manipulado por unos chapuceros, y con la excusa burda de acondicionarlo, taponaron las fuentes mismas del agua fría, regalo a los moradores del lugar. Ahora, las 100 familiares del poder, que también bebían en Colwatá, se lavan con agua mineral envasado en…, y los pobres hurgan en la basura para recoger un cubo de agua. No es la primera vez que esto se dice, y no solamente por nuestra boca.

 

Sin casa, sin hospitales y sin agua, quedan los huesos del esqueleto. Pero nadie vive en paz. En puntos varios de la geografía guineana hay apostados unos hombres uniformados, sostenidos por las cien familias, que impiden que el resto de los guineanos sientan la libertad. Son las barreras. Si no llevas los documentos, te piden que te sientas a su lado y olvides tus proyectos personales, hasta que se cansen y te dejen marchar a pie, o que duermas a sus pies, o que pidas clemencia por un delito que no existe. Si no te paras porque ibas en coche y no te quieres humillar a la sinrazón, te puedes dejar la vida, como le ocurrió a la mujer de Matuku, aquel hombre que fue gran portero del Sony Ela Nguema, o como lo atestiguaron las carnes y vísceras de Ana Isabel Sánchez Torralba, cooperante española cuyo deceso no sabemos si llegaron todavía a los oídos de Moratinos, gran valedor de Obiang.

 

En los mercados de Malabo llega comida cruda de Camerún, y no porque la tierra guineana fuera infértil, sino por la incuria. Con ella misma, la escasa comida que llega de la otra dictadura se pone por las nubes, y esto porque las cien familias cercanas a Obiang gastan en euros, pues hacen su desayuno en París y hacen ostentación de su riqueza en duty free de los aeropuertos o durante la venta a bordo de Iberia o Air France. Pero lo hacen porque tienen miedo de que se les acuse de ignorantes, y no quieren añadir a este sambenito el de pobres, y pese a que Guinea Ecuatorial no tiene fábrica de nada, que se sepa, pues la industria petrolera es multinacional de Estados Unidos y trabajadores mercenarios que cobran 7 veces más que los guineanos.

 

En esta Guinea manda Obiang, un señor que tiene su foto en todos los bares y edificios públicos por ley, ejercida por multas arbitrarias. Este Obiang fue soldado formado en Zaragoza, pero su valía se leería en un informe español que pondría sin ocultar nada que ellos eran de una promoción para oficiales para servir en un país de negros. Y ahí empezó todo el mal. Porque los negros necesitan siempre una promoción especial, no pueden ser dirigidos por oficiales normales. Con tanta tontería, Obiang ocupó un puesto destacado en el reino de terror de Macías y hoy es general, comerciante en cemento y pagador general del Estado, y esto porque no ya no tiene confianza en sus sobrinos.

 

Este es bagaje suficiente para que los que no creen en los negros y piensen que porque somos una nulidad nos merecemos nuestra suerte digan que no debemos emitir ninguna queja. Pero lo que alarma de esta situación es que un simple monitor de niños que pasó brevemente por la academia militar de Zaragoza y que hoy es general es un genio, y entonces nos tenemos que someter. Es uno que ha podido destacar de los negros, somete a sus ciudadanos, tiene los mandos del Ejército, y es el presidente fundador de un partido político que no es democrático, pero que se llama así. Para los que miran a los negros con otros ojos, Obiang es un genio.

 

Con esta concepción, le ríen las gracias, le invitan a todos los eventos, le hacen presidente de la Unión Africana, e incluso quieren que perdamos el tiempo clamando en estériles desiertos para que la UNESCO no lo haga inmortal. Es el mismo que mata a los opositores y manda votar en abierto para que la nocturnidad del voto alevoso no le arroje del trono. Pero echan la culpa de esto al petróleo, dicen que actúan así porque es un hombre generoso, que regala a manos llenas. Sí, es verdad, pero el petróleo de Guinea no es de las cien familias. No es, pues, de Obiang. (En este punto cabría un párrafo entero dedicado a los guineanos, a todos).

 

Con todo lo que hemos dicho ya no cabe la FIFA, porque el artículo debe tener una estructura formal. Pero si recordamos la generosidad con que el mundo libre acoge las genialidades de Obiang, hacemos cruces de la hipocresía suprema de la FIFA: ¿No parecía que era gran delito, de ello sabe mucho Togo, que la política se entremezcle en el deporte patrocinado por la FIFA? ¿Y que por esto Togo no debía retirarse a llorar por su muertos cuando fue tiroteada por unos… en Angola? Pues sí, no se tolera la interferencia de la política en el deporte, y mal que le pese a quien sea. Pero con el genio de Guinea se puede hacer una excepción: carteles con su cara, ministros de su familia actuando de entrenadores, y la institución de la figura del mercenario del fútbol en las selecciones de países que no tienen jóvenes que le peguen al balón. Dicen que es el poder del petróleo, lo que confirma que los ricos si que pueden violar la ley.

 

Ya lo hemos dicho: el carácter público, y vergonzoso de las tropelías del genio de Guinea justificará todo lo que se haga en la lucha para recobrar la libertad en Guinea. Aunque no vaya a ser fácil esta lucha, los daños colaterales que generen se cargarán en la cuenta de todos los que apoyan a la dictadura con intereses inconfesados basados en la ficticia superioridad de su raza.

 

Barcelona, 14 de febrero, 2012

 

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