La visita de la Lazio de Roma al estadio Vicente Calderón esta semana sirve de preámbulo para nuestra entrada. Desafortunadamente, tras un desahuciado 1-3 en Roma y la formalidad que el jueves pasado en Madrid recalcó el momento de crisis que atraviesa el club latino, la Lazio ha servido de inspiración no por su talento sino precisamente por la conspicua carencia del mismo que ha demostrado. A tal punto que ha evocado recuerdos de aquellos años, pocos eso sí, de grandeza de los celestes, cuando, junto con el Parma, formaban la vanguardia de los nuevos clubes multi millonarios de la Serie A.
A pesar de haberse formado en 1900 y de participar de manera constante en las competiciones futbolísticas de Italia desde los años ’10, los éxitos de la Lazio han sido escasos en su carrera. Salvando la temporada de 1937, en la que de la mano de Silvio Piola termina segundo en el campeonato y llega a la final de la Copa Mitropa, y el milagro de 1974, cuando consigue su primer scudetto, el equipo romano ha tenido una historia modesta en la que destacan más su controversial vinculación al fascismo italiano y los episodios de descenso a Segunda que sus esporádicas victorias.
De hecho, en los años ’80 la Lazio estuvo involucrada en los escándalos de apuestas que azotaron el fútbol italiano en 1980 y 1986, bajando a Serie B como consecuencia del primero y apenas salvándose del descenso a Tercera en la segunda ocasión. Entre 1988 y 1992, la Lazio, entrenada por Dino Zoff, habría de ganarse el apodo de “rey de los empates”, con figuras como Karl Heinz Riedle y el Principito Sosa cementando al club a los puestos medios de la clasificación. Fue entonces, en medio de la bonanza que llevó al fútbol italiano a convertirse en el referente mundial del deporte, cuando el equipo fue adquirido por el empresario Sergio Cragnotti, presidente del grupo alimenticio Cirio, quien lo llevaría a convertirse, brevemente, en uno de los principales protagonistas de la Serie A.
La transformación empezaría a partir de la temporada 1992-93, con el fichaje de Paul Gascoigne (5,5 millones de libras), quien venía a suplir la salida de Sosa al Inter. Gazza sería un fiasco, pero la llegada de Beppe Signori, bota de oro italiana en el ’93, ’94 y ’96, de Favalli, de Fuser y de Aron Winter daría forma al equipo de Zoff por varios años. En el ’93 llegarían Negro y Di Matteo, el portero Marchegiani (6 millones de libras, del Torino), Pierluigi Casiraghi de la Juventus y Alen Boksic del Marsella. Para entonces, ya estaba en la plantilla el canterano, Alessandro Nesta, futuro ancla de aquel club, quien se establecería entre los titulares en la campaña 95-96.
Sin embargo, a pesar de todas estas transacciones, el once de Cragnotti seguía sin conseguir títulos, llegando, eso sí, al subcampeonato terminada la liga de 1994-95, de manos de un nuevo entrenador, el checo Zeman. Sería él, precisamente, el que en 1996 traería a una de las más grandes estrellas que jugaran con el club, jamás: Pavel Nedved, quien reemplazaría a Aron Winter (vendido al Inter ese mismo año; Paul Gascoigne ya había partido hacia Escocia por unos 4 millones de libras el año anterior). El golpe de gracia de Cragnotti, sin embargo, sería contratar los servicios de Sven-Goran Erickson. Las fortunas del sueco en Italia, tras haber entrenado a la Roma, la Fiorentina y la Sampdoria, habían sido mixtas hasta aquel entonces. Pero en la Lazio Erickson encontró su zona de confort, explotando al máximo el talento de Nedved, trayendo de vuelta al gigante Boksic, quien había partido a la Juventus el año anterior, y seduciendo a Roberto Mancini para que lo siguiera de la Samp a la Lazio.
El resultado fue inmediato: la Lazio perdió la final de la Copa UEFA contra el Inter de Djorkaeff, Ronaldo, Zamorano, Simeone, Winter y compañía, pero consiguió la Copa de Italia, su primer título en más de 20 años. Serían los años dorados de los celestes, quienes se harían con la Supercopa de Italia al año siguiente, así como también con la Recopa de Europa y el subcampeonato de la Serie A, que por primera vez en su historia clasificaba al equipo a la Champions League. El tráfico de jugadores a estas alturas sería tremendo, con la llegada de Couto, De la Peña, Marcelo Salas (18 millones de dólares, del River Plate), Christian Vieri, Dejan Stankovic (7,5 millones de libras, del Estrella Roja) y Sinisa Mihajlovic (8,5 millones de libras de la Sampdoria) en 1998 y la salida de Vieri por 32 millones de libras al año siguiente, dando pie a la llegada de Juan Sebastián Verón, Simone Inzaghi y “el Cholo” Simeone en 1999. Con esta plantilla de superestrellas llegarían también el elusivo scudetto y la Copa de Italia en la temporada 1999-2000,
La apoteosis fue total. Una nueva campaña de Champions y la defensa de ambos títulos ameritaban una plantilla extática y la Lazio acudió una vez más al mercado con fichajes como los de Ravanelli, Dino Baggio, Karel Poborsky, Claudio “Piojo” López, y, por supuesto, Hernán Crespo, por quien pagaron 35 millones de libras al Parma, en aquel momento el fichaje más caro de la historia. Cespo fue el máximo goleador de la Serie A aquel año, pero Erickson partiría hacia la selección inglesa, una vez más dejando a la Lazio en manos de Dino Zoff. Para entonces el declive del club ya estaba bien encaminado, junto con la implosión económica de la liga italiana. En 2001 comenzarían los graves problemas del grupo Cirio que obligarán a Cragnotti a vender a Verón, a Nedved, a Marcelo Salas. Sus reemplazos –Mendieta, Stam, Fiore– no dieron la talla y la Lazio volvió a las andanzas de mediados de los ’90. Un año más tarde Cirio entraría en impagos y el telón de una década de extravagancias se cerraría estrepitosamente.
Hoy en día, la Lazio no puede hacer más que soñar con unos recuerdos que parecieran ser más lejanos de lo que son. Eso, sin embargo, con un Klose en forma y un planteamiento serio, es una situación envidiable comparada a la de Cragnotti, quien en 2011 fue condenado a 9 años de cárcel por su vinculación en el fraude de Cirio.