Si ha habido un libro que me hizo reconciliarme en su día con la literatura de gestión ese ha sido “Los muertos vivientes”, de David Bolchover. Hasta que la fortuna quiso que me topara con esta joya, mi experiencia con los libros de empresa no podría haber sido más descorazonadora. Lo peor de todo es que yo mismo achacaba el no sacar nada útil de la lectura del 95% de ellos a mi falta de carácter. En mis primeros años de carrera profesional la moda en literatura de gestión era el LIDERAZGO (así, con mayúsculas bien grandes) y si a un joven e inexperto profesional le convencen de que para tener éxito en una compañía debe tener un poder de convicción como el de Enrique V en el discurso de la batalla de Agincourt (cuando de lo que se trata es de tomar decisiones racionales, gestionar el día a día y saber moverse políticamente) el resultado puede ser desastroso por el tremendo desacople entre ideal y realidad.
La tesis principal del libro es que en las grandes compañías la inmensa mayoría de la gente no da un palo al agua, a pesar de que los medios nos bombardeen con noticias sobre el estrés laboral y la sobrecarga de trabajo. Cosa que hoy día podemos comprobar en las redes sociales, foros, blogs y simpáticos correos con powerpoints bastante currados que recibimos por decenas cada día. Pero aparte de lo ya sabido, el autor menciona estadísticas sorprendentes. Por ejemplo:
– Una de cada tres personas ha consumido drogas blandas o duras como éxtasis, cocaína, cannabis y nitrato de amilo en el trabajo.
– Uno de cada cinco trabajadores americanos ha mantenido relaciones sexuales con compañeros de trabajo en horario laboral.
– El 70% del tráfico en las webs porno se produce de 9 a 5.
– Un tercio de los visitantes a los parques temáticos del Reino Unido ha solicitado ese día la baja por enfermedad.
– La mitad de los propietarios de animales de compañía en el Reino Unido solicita entre dos y cinco días de baja para guardar luto cuando se produce la muerte de una mascota.
Si esta realidad no ha salido a la luz y continúa siendo el último tabú, según el autor, es por una confabulación de intereses de distintos grupos de presión. Partidos de izquierdas que retratan el capitalismo como la explotación de la clase trabajadora, comentaristas de derechas incapaces de admitir el despilfarro en el sector privado, Gurús del Management, líderes empresariales, y medios de comunicación crédulos al estar inmersos en un ambiente de competitividad y presión por cumplir con los cierres. “Damos la impresión de pasar por alto el hecho de que hay una enorme masa de gente que va a la oficina a diario y sufre un tedio sin sentido, que agota y desanima.”
Esta situación coincide en el tiempo con la irrefrenable tendencia a la búsqueda por parte de la gente de un significado a sus vidas, como demuestra el creciente fenómeno del downshifting y la eclosión de formas de espiritualidad alternativas. Y también con una crisis sistémica que va a hacer que los estados se replanteen el sistema de incentivos a fin de cuadrar sus cuentas fiscales y habrán de apostar por el teletrabajo, la autogestión y la producción, en lugar de por el presentismo, si quieren arreglar el gran problema que tienen con la pirámide poblacional.
La conclusión del libro es que la tendencia será a que los trabajos para toda la vida en una empresa queden como algo obsoleto y en el futuro los trabajadores del conocimiento tengan una vida profesional de cartera, repartida entre trabajo asalariado, trabajo en casa, trabajo voluntario benéfico y trabajo de estudio. Según Bolchover, cambiaremos seguridad por satisfacción y será un mundo para adultos, para gente que prospera sobre la base de la responsabilidad personal.