“La repetición, según Hegel, tiene un papel crucial en la historia: cuando algo sucede solo una vez, puede ser descartado como un accidente, algo que podría haberse evitado si la situación se hubiera manejado de manera diferente; pero cuando el mismo evento se repite, se trata de una señal de que un proceso histórico más profundo se está desarrollando”. Así comienza el artículo de Slavoj Žižek incluido en el libro ¡Ocupemos el mundo! (editorial Icaria, 2012), obra que recoge artículos relacionados con las protestas ciudadanas que se sucedieron entre 2009 y 2011 en Reykiavik, Túnez, Atenas, Lisboa, Barcelona, Madrid, Atenas, Oakland, Nueva York, Londres, Moscú o Tel Aviv.
Los quince artículos que componen el libro, escritos por personas con distintos bagajes intelectuales –muchos provienen de movimientos sociales y participaron directa o indirectamente en los movimientos que reseñan-, tratan de ofrecer una descripción de los motivos y la evolución de movimientos de protesta tan dispares como el que tuvo lugar en las calles de Tel Aviv y el que forzó la caída del dictador tunecino Ben Alí. Si bien las circunstancias sociales y políticas en las que los distintos movimientos de protesta se originaron son de lo más diversas, algunas de las reclamaciones esenciales coinciden. Los habitantes de países tan dispares tienen la sensación de que los sistemas políticos de turno –desde las dictaduras de Egipto, Túnez o los países del Golfo, hasta las democracias (en decadencia) de Europa y Estados Unidos- han permitido que la economía neo liberal arrabatase poder a la política y forzase hasta límites insostenibles la relación entre beneficio empresarial y financiero –acaparamiento de las élites- y nivel de vida de la población.
Otro rasgo común de estos movimientos de protesta tiene que ver con la reivindicación de un cambio político y económico dirigida a los distintos gobiernos locales. En líneas generales, esta reivindicación –al menos en los movimientos europeos y en Estados Unidos- se ha expresado disociada de la realidad que se vive más allá de nuestras fronteras: realidad que, globalización mediante, explica en parte y desde luego condiciona en gran medida nuestra situación económica actual. En este sentido, destaca el texto de Santiago Alba Rico revisando las protestas –y su represión- que se inciaron en los países del Magreb, en Egipto y en los países del Golfo. El autor, además de ofrecer algunas de las claves internas de esos movimientos, explica la reacción de Estados Unidos y los países europeos –no siempre entusiasta- ante los mismos. Sin olvidar la intervención en Libia y sus motivaciones geopolíticas.
En otras palabras, a la hora de reivindicar un cambio político y económico dentro de un país, esas reivindicaciones no pasarán de ser puras expresiones de emoción reivindicativa con poco recorrido si no se analizan también –junto con las desviaciones locales de las clases políticas y económicas de un país- las relaciones económicas y políticas de ese país con el contexto internacional que afecta a su producción y a su aprovisionamiento de mercancías, de mano de obra barata –migrantes- y de recursos energéticos.
Algunos autores de los artículos que componen ¡Ocupemos el mundo! destacan con entusiasmo cómo la toma de decisiones dentro de esos movimientos de protesta se fundamentó desde un inicio a través de asambleas abiertas a todos, impidiendo además que ningún participante cobrase excesivo protagonismo. Las asambleas, resulta innegable, tienen un cierto atractivo ligado al ideal de la democracia directa. Pero también pueden convertirse en un obstáculo insalvable. Cinzia Arruzza, profesora de filosofía en la New School for Social Research de Nueva York, encargada de explicarnos el movimiento Occupy Wall Street comenta a este respecto: “Mientras que la centralidad de la democracia directa ha tenido efectos muy positivos para la reconstrucción de los movimientos sociales, el fetichismo democrático de los procedimientos consensuales puede tener consecuencias paralizantes. En efecto, tras casi dos meses de ocupación en Nueva York, la discusión sobre los procedimientos sustituyó al debate político tanto en las asambleas generales como en los grupos de afinidad recién creados. En la espasmódica búsqueda de una combinación alquímica entre la organización más democrática posible y la eficiencia necesaria para mantener la ocupación, la política se pierde por el camino, con el riesgo de que la ocupación caiga en una espiral autorreferencial”.
Algo parecido, se intuye, debieron de pensar algunos de los miembros de la Democracia Real Ya, cuando tomaron a mediados de abril la decisión de constituir una asociación que les permita canalizar sus esfuerzos y reivindicaciones de un modo más eficiente, evitando que el espíritu del 15-M se diluya.
En Los indignados. El rescato de la política (editorial Akal, 2012), publicado también hace unas semanas, el profesor y analista político Marcos Roitman Rosenman describe y estudia los planteamientos, estrategias y desafíos de los movimientos de indignados que tomaron las calles en los últimos meses. El autor recupera brevemente la historia de luchas y de decadencia de la izquierda en las últimas décadas para contextualizar estos movimientos de protesta en una línea temporal definida por la progresiva imposición de un modelo económico neoliberal y de una lenta pero imparable decadencia de la política como arma al servicio del ciudadano: estaríamos viviendo un tiempo de postpolítica que “trata de impedir, precisamente, esta universalización metafórica de las reivindicaciones particulares”, en palabras de Žižek citadas por Rosenman.
Zygmunt Bauman hizo notar que el 15-M era un movimiento “emocional que trataría de allanar el terreno para la construcción, más tarde, de otra clase de organización –pero- si la emoción es apta para destruir resulta especialmente inepta para construir nada. Las gentes de cualqiuer clase y condición se reúnen en las plazas y gritan los mismos eslóganes. Todos están de acuerdo en lo que rechazan, pero recibirían 100 respuestas diferentes si se les interroga por lo que desean […] al 15-M le falta pensamiento. Con emociones sólo, sin pensamiento, no se llega a ninguna parte”.
Pensamiento, y también una organización con algunos puntales claros e incisivos. La fractura del movimiento Democracia Real Ya en España parace estar motivada, como decimos, por estas ganas de hacer que el movimiento evolucione hacia un siguiente estado: lograr el paso de la potencia reivindicativa al acto concreto de la consecución. Los desafíos son similares para los movimientos de Francia, Reino Unido, Grecia, Portugal o Alemania, por centrarnos sólo en Europa. Al fin y al cabo, la particularidad de un movimiento debería ser precisamente el movimiento, la evolución (o involución): su primera y mayor amenaza interna es la inmovilidad.