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Mientras tantoSobre rostros y miradas (VIII): Nycteris y Photogen

Sobre rostros y miradas (VIII): Nycteris y Photogen

La historia no tiene libreto    el blog de Joseba Louzao

 

Hay historias sencillas que nos conquistan, probablemente por esa sencillez que atesora página a página. La historia de Nycteris y Photogen (Fundación Maior) del escocés George MacDonald (1824-1905) es una de estas extrañas narraciones. MacDonald se relacionó con las más importantes luminarias de su época, como John Ruskin, R. W. Emerson o Charles Dickens, a la vez que era reconocido como un autor admirado y esencial para un variado grupo de escritores británicos entre los que podíamos destacar a Chesterton, Tolkien o Auden. Incluso C. S. Lewis llegó a considerarlo un maestro literario y uno de los grandes creadores de «mitopoiesis» como consecuencia de sus novelas fantásticas y sus incursiones en la narrativa de hadas.

 

MacDonald nació dentro de una familia congregacionalista calvinista, aunque nunca se encontró cómodo con la doctrina de la predestinación, ya que consideraba que todos podemos redimirnos. Por ese motivo, algunas de sus opiniones fueron consideradas heréticas por miembros de su iglesia, que le obligaron a abandonar la predicación de forma oficial, aunque continuó en el ministerio con planteamientos cercanos al movimiento disidente de los no conformistas. Toda su obra, de una forma u otra, estuvo relacionada con su fe cristiana y sus proposiciones teológicas, como lo demuestra la historia de los jóvenes Nycteris y Photogen.

 

En su versión española, el texto de La Historia de Nycteris y Photogen no alcanza las ochenta páginas. El relato nos sumerge en la historia de dos niños que nacen en un castillo bajo la tiránica presencia de la bruja Watho tras haber engañado a las dos madres con los simbólicos nombres de Aurora y Vesper (respectivamente “amanecer” y “atardecer” en latín). Ambos críos crecen sin saber de la existencia del otro y bajo unas condiciones especiales. Si Photogen (“el que ilumina”) es un joven tremendamente valeroso que nunca ha visto la oscuridad, ni sabe lo que significa la noche, la vida de Nycteris (que se podría traducir como “amante de la noche”) se desarrolla en un espacio cerrado y oscuro, sin saber cómo es la luz del sol.

 

El plan de la bruja se desarrolla sin problemas hasta el momento en que ambos deciden incumplir las reglas. Nycteris y Photogen descubren por su cuenta las realidades que se les ha ocultado. Ambos son secuestrados por el miedo a las novedades, pero su encuentro les va a permitir apoyarse y confiar en las capacidades del otro. El amor fortalece su relación, conscientes de que ninguno de los dos puede salir adelante sin la otra. Como Nycteris le sugiere a Photogen: «¿quién sabe si cuando vayamos, no iremos a un día mucho más grande que tu día, así como tu días es más grande que mi noche?».

 

¿Por qué encabezar esta reseña bajo el título de «Sobre rostros y miradas»? La razón es simple: el centro de la narración, según vamos descubriendo lentamente, se encuentra en las miradas de los protagonistas. Esta historia demuestra que el escritor escocés fue un auténtico maestro en el manejo del simbolismo y de las imágenes (la luz, la oscuridad, los ojos, etc.). Todo en sus creaciones alcanzaba la convicción plena del servicio y la vocación y cada una de sus páginas procuró ser una alabanza de Dios. George MacDonald defendió a lo largo de su vida un cristianismo a cuya puerta siempre había niños jugando, es decir, un cristianismo alegre y esperanzado. Solo por eso, merece la pena acercarse a este librito. 

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