Hay en América Latina algunos gobiernos que han decidido que el único camino es la genuflexión a las multinacionales o el enriquecimiento sin límites gracias a los acuerdos con éstas. Hasta hace unos años, esto parecía no tener consecuencias, pero los movimientos sociales cada día están más organizados y la información que fluye y moviliza a través de internet está poniendo en problemas a algunos de los mandatarios que están en esa línea.
En los últimos días hemos vivido momentos más que interesantes. A Ollanta Humala le han amargado su gira europea. Tuvo que soportar un plantón en Bruselas, frente a la sede del Consejo Europeo, donde activistas armados sólo de pancartas, le recordaron que su política minera es un desastre. «Agua sí, oro no», era la sentencia popular que está rompiendo la cabeza del presidente de Perú, que llegó al poder cargado de promesas nacionalistas y que ha encontrado una inmensa piedra en el zapato en conflictos socioambientales como los de Conga o Espinar. Por si fuera poco, en París se realizó una manifestación cuantiosa en contra de Humala y de su política minera encabezada por uno de sus hermanos, Ulises. Claro, que no es de extrañar porque la familia de Humala se ha convertido en la principal opositora del señor presidente.
Mientras, en Ginebra, el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, vio como a su entrada a la sala general de la OIT los asientos se iban vaciando y se quedaba con un auditorio de sólo 15 representantes de los trabajadores del mundo. Otros 65 decidieron levantarse y dejarlo colgado en solidaridad con los trabajadores de Panamá, que han visto como sus derechos laborales y sindicales se han visto terriblemente recortados con el Gobierno del multimillonario que no deja de hacer negocios (a la luz y a la sombra de los taquígrafos).
Igual es que, al final, va a tener costo eso de vender la patria a cachitos…