Entre el siglo VIII a. C. y el siglo V d. C., se celebraron en la ciudad griega de Olimpia unos eventos deportivos que llamaban Juegos y que dedicaban al dios Zeus. En el siglo XIX, un noble francés llamado Pierre Frèdy, Barón de Coubertain puso todo su empeño en recuperar la tradición, hasta conseguir que entre el 6 y el 15 de abril de 1896 se celebrasen en Atenas los primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna. Desde entonces, cada cuatro años, con la excepción de 1916, 1940 y 1944 debido a la Primera y Segunda Guerra Mundial, en una ciudad diferente del planeta, se celebran los Juegos Olímpicos de Verano.
Cuando en Barcelona en 1992 se decidió hacer una inauguración y una clausura de los Juegos Olímpicos como nunca antes se había hecho, no sabían en el lío que nos estaban metiendo. Desde entonces, cada cuatro años, esos son los momentos de mayor expectación. Los instantes previos, todos nos preguntamos qué harán y si superarán a los anteriores.
Barcelona tiene el título de haber sido la primera que lo hizo, y eso es insuperable. En cuanto a espectacularidad, La Fura dels Baus había puesto el listón muy alto y parecía que iba a ser difícil. De hecho, no se consiguió hasta Pekín 2008 que, en plena demostración de poderío de la nueva potencia emergente, echó el resto y consiguió marcar un nuevo hito (aunque a mí me gustó menos que Barcelona). Londres tenía un reto este año que ha superado con nota.
Si este no fuera un blog de música, le habría dedicado la entrada al espectacular movimiento escénico de la ceremonia de apertura, pero vayamos al contenido. Quizás pueda parecer un poco retrógrado si digo que el orgullo de un país es un elemento muy importante a la hora de diseñar un espectáculo de estas características, pero así lo creo. Fijaos en los tres pilares sobre los que se ha apoyado todo el argumento: su historia, su bandera y su música.
La sombra de The Beatles y The Rolling Stones es tan alargada, que seguramente no ha dejado ver con claridad a la que muchos consideran la mejor banda inglesa de la historia: The Who (que tendrán su propia entrada en este blog). Que un coro de niños cante “Imagine” de John Lennon, que todo un estadio termine cantando “Hey Jude” de Paul McCartney y ver a The Who en directo tocando “My generation” es más que un lujo, es una garantía de éxito. Reconozco que sentí mucha envidia al ver cómo venden y cómo apoyan su música, que es una de sus industrias más poderosas y el buque insignia de la marca de su país. ¿De verdad es tan difícil entender que apoyar lo que es bueno y lo que es único es rentable?
Anoche estuve con la persona responsable de protocolo de Madrid 2020. La pregunta fue inevitable: ¿Y qué hará Madrid en la inauguración y la clausura si sale elegida?
Si tomamos a Londres como referencia; ¿la historia de España? Menudo lío. Mejor ni tocarla. ¿La bandera española? Otro lío. ¿Y la música? Bueno, el Flamenco nos salva la cara, pero habrá que hacer algo más… ¿Unos maños tocados con su cachirulo o David Bisbal? Me da pavor pensar en ello. Pero si lo hicimos una vez, podemos volver a hacerlo.
¿Vosotros qué haríais?
@Estivigon