Entre la nube y la piedra, pictóricamente hay poca diferencia. Gracias a la acuarela, todas las formas se tornan algodones flotantes de pigmento sobre papel secante; así un templo puede convertirse en un edificio gaseoso, que vuele como un globo, al viento de los pinceles.
Las cúpulas de San Francisco
Gabriel Faba.
Acuarela sobre cartulina.