“Voy a empezar diciendo la única verdad que van a escuchar de mí esta mañana: yo soy periodista, pero no sé nada de periodismo. Y cuando digo nada, es nada: no tengo ni idea de la semiótica de géneros contemporáneos, de los problemas metodológicos para el análisis de la comunicación o de la etnografía de las audiencias. Además, me encanta poder decirlo acá, me aburre hasta las muelas Hunter Thompson. Y tengo pecados peores: consumo más literatura que periodismo, más cine de ficción que documentales, y más historietas que libros de investigación”. La periodista argentina Leila Guerriero escribió estas líneas en 2005 para ser leídas en el festival de la revista colombiana El Malpensante que se celebró en diciembre de aquel año.
Hace unos días, Guerriero suscribió estas palabras en la presentación madrileña de su último libro, Frutos extraños (crónicas reunidas 2001-2008), publicado por la editorial Alfaguara. Además de reunir algunas de sus crónicas y perfiles, en el libro se recogen ensayos y textos leídos en conferencias que son un complemento perfecto para que lectores y colegas de profesión conozcan tanto el modo de trabajar de Guerriero como sus opiniones sobre los límites y las posibilidades de la crónica como formato periodístico.
Guerriero coincide con otros muchos cronistas en que lo importante no es el tema o el personaje elegido para un crónica o un perfil –la periodista argentina aborda temas como la venta de ollas a domicilio en Buenos Aires; un mago al que le falta una mano; un viejo intelectual dominicano amigo, entre otros de Borges; una joven que mató a su hija minutos después de parirla, etc.-. Lo relevante de una crónica o un perfil es el modo de contar la historia. El estilo. Que en periodismo implica siempre una determinada relación con la realidad, con el lenguaje y con la estructura de la narración.
En la charla –la modalidad elegida para presentar en Madrid sus Frutos extraños– que mantuvo con el periodista Alfonso Armada en Casa de América, Guerriero comentó sobre todo aspectos ilustrativos sobre las bambalinas de su trabajo a la hora de preparar, reportear y escribir una crónica: meras opiniones, recalcó, sin la aspiración de convertirse en verdades incuestionables sobre el género. De hecho, señaló, admira a los periodistas que usando herramientas que ella suele descartar –como el uso de la primera persona del singular- consiguen crónicas logradas.
Hablando sobre los perfiles, Guerriero señaló uno de los mayores riesgos para que un perfil fracase: el lugar común. Como dice en uno de sus ensayos: “Hay muchas cosas que pueden matar un perfil, pero su peor ponzoña es el lugar común. Cualquier historia sucumbe si la salpica con polvos como la superación humana, el ejemplo de vida o la tragedia inmarcesible.
“Decir eso es fácil”
“Más difícil es entender que el lugar común anida, también, en nuestros corazones bien pensantes, políticamente correctos”.