Una de las tareas del artista plástico es convertir en Naturaleza todo lo que pinta; algo así como darle grandeza dramática a cualquier conflicto humano. Esta imagen fue la síntesis de lo que veía Faba todos los días de aquel veraneo, desde la terraza de su hermana en una concurrida localidad costera andaluza. De entre todo el tejido urbano visible desde aquel mirador privado de una quinta planta, rescató este curioso complejo de 3 edificios hermanos, unidos por unos jardines abandonados, en los que dominaban los naranjos. Limpió de edificios adyacentes la composición de su cuadro. Lo pintó tanto de día como de noche, con un cartón apoyado en la baranda, que hacía las veces de mesa de trabajo. Como el papel era de estraza color gris, tuvo que aplicar capas y capas de acuarela blanca, para dar volumen y presencia a estos tres bloques sonámbulos como fantasmas con sábana.
El resultado de este boceto muestra una especie de alquería postmoderna en medio de la nada, esto es, disuelta en el campo. Las ansias de Naturaleza pura que el pintor añoraba en su veraneo urbano, se vieron volcadas en este trabajo.
La arquitectura no había sido hasta entonces uno de los temas dominantes de su pintura, pues su afán de capturar la vida en un retrato o paisaje, parecía menos posible cuando de piedras se trataba. Sin embargo, en esta limitación encontró todo un acicate. La arquitectura con toda su solemnidad y presencia escénica, resultaba otra suerte de vida capturable. ¿Será que los edificios son los personajes que crean los arquitectos, y por tanto están dotados de alma, aunque ésta sea de hormigón, vidrio o acero?
Campiña urbana
Gabriel Faba. 2009
Acuarela sobre papel de estraza de frutería.
49,5 X 36 cms.