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Mientras tantoJulio Iglesias hace su agosto en la catedral de Obiang

Julio Iglesias hace su agosto en la catedral de Obiang


 

Si el destino no lo remedia, Julio Iglesias cantará hoy para el dictador Obiang. ¿A qué va el meloso cantador español a Guinea? Sí, a qué va Julio a Guinea. Lo preguntamos porque ya el título mismo parece juego de palabras y puede traer mucha confusión. Pues el mulato cantador va a rendir honores al general –dictador de las tierras guineanas, y es el primer cantante residente en Miami que lo visita desde que construyó su catedral en su Mongomo natal. Cierto que lo llamó basílica, para no ser un dictador cualquiera. Pero toda Guinea es una catedral que rinde culto a Obiang. Se ve en las calles.

 

A lo qué íbamos, ¿a qué va el mulato a Guinea Ecuatorial? Va por varias razones. Una, en busca de sus raíces africanas. Pues ya se sabe que Julio Iglesias es “hijo” de Ronna Keith, una mujer de raza negra que se casó con Iglesias padre y a quien dejó viuda en… Pero no sólo va por eso, sino porque en la silla de la dictadura guineana hay una extensísima familia cuyos miembros son todos, absolutamente todos, unos acomplejados y que siempre han necesitado la aprobación de los blancos. Eso que ocurre en todos los dirigentes de los estados-bebé. Esta necesidad imperiosa de que un extranjero les alabe el vestido, el coche o el palacio aunque el país sea un vergonzoso vertedero, o moridero atroz. Estado-bebé, ya lo dijimos, estos en los que del extranjero vienen todas las prevenciones: no maltrates, construye hospitales, haz las carreteras, y cuida la educación, joder, que tenéis ya dinero y no podéis tener estos altos funcionarios tan analfabetos. (Dicen que los responsables de los ministerios sueltan unas tonterías…)

 

Las necesidades de que alguien le alabe a Obiang son tan grandes que organizó una lujosa cumbre de jefes de Estado en la que no se dijo nada, anfitrionó a renglón seguido una copa africana de naciones, en balompié, que fue un desastre de organización,  y todavía descontento, se hizo traer a la neumática hija de Leon H. Sullivan para decirle que era muy querido en los Estados Unidos, evento que fue un fracaso rotundo. Siguió descontento, y pese a los millones, miles de millones gastados para mostrar su 4%$2’¡99¡!27”999 a los mirones del todo el mundo, sigue descontento y ha hablado directamente con Julio Iglesias, gran amigo a partir de hace poco de Teodorín, el que durante años fue Ministro de Aguas y Bosques y que brevemente quiso ser rapero, o sea, que tiene alma de artista. (si no, nadie entendería para qué se gastó un pastón en los guantes de Michael Jackson y siendo empresario privado, según su padre en la CNN).

 

Pues señoras y señores, Julio hará su agosto a costa de un dictador acomplejado que mantiene en la miseria a todo su pueblo, una noticia que ya es mundial, pero que de ello no quiere que se hable, y de hecho pocos son los visados de turismo que concede en todos sus sedes diplomáticas, y relativamente menos en la de Madrid, donde campa con su desvergüenza un sujeto conocido como Kote Armando, quien va al trabajo enfundado en los ridículos trajes estampados del partido gubernamental.

 

Cuando supimos lo que iba a costar una entrada para ver y oír cantar al viejo Iglesias, nos informamos de lo que se paga en los países más cantados y nos llevamos las manos a la cabeza: en Guinea las gentes madrugan para hacer cola por unos cubos de agua, un cubo, unos 12 litros. Las escuelas están en un lamentable estado y casi los guineanos o se mueren o se curan en el extranjero, muchos de ellos en un hospital que hay en Sinesio Delgado de Madrid, y hasta que el Gobierno de aquí dijo que se acabó lo que se daba. Pues esa lacerante realidad es la que eleva el precio de lo que se exige para verle cantar y estar a lado del dictador de más larga duración del mundo entero. Y es una cantidad que no cobra ningún guineano de pie, y si lo cobra, sería el sueldo de un mes. Un concierto en Barcelona de Lady Gaga, enloquecida chavala con un twiter de 30 millones de seguidores, cuesta 95 y 55 euros. En Guinea, país donde apenas hay suficiente electricidad para las tareas domésticas, como moler cacahuete para una comida, alrededor de 800 euros, según todas las versiones consultadas, inclusive una llamada a Radio Malabo, para ver de cerca a Julio.

 

Claro, así cualquier artista acude a esta invitación, porque lo que gane no es por lo que recaude de la venta de entradas, sino que el dictador, gran acomplejado como lo hemos dicho, le cubrirá de oro por enésima vez. Y en el fondo, y se ve claramente, es una cuestión de racismo, el mismo hecho que motivó que ninguno de los miles de fans que supieron que el cantador meloso eliminó toda referencia de este viaje en su sitio oficial no dijeran nada, siguieron en sus alabanzas de siempre hasta que su ídolo aterrice en San Sebastián y les haga ver el cielo reservado para ellos.

 

Teniendo en cuenta que los trabajadores privados de cierto sector de Guinea ganan entre 400 mil y 800 mil francos al mes, está claro que ninguna persona de este rango debería poder ir. Los trabajadores públicos no irían, cobran mucho menos. Entonces irían los ladrones, estos que abren sus bocas despotricando de la acción de la justicia francesa por quedarse con 11 coches de lujo del rapero antes mencionado, hijo predilecto, como se le conoce, del dictador. Y el resto de su familia que está en todos los puntos más jugosos de la Administración. Aduanas, Policía, Tesorería, bancos, etcétera. Estos gastarían esta cantidad en un desayuno en París y dejarían propina, como hacía el dueño de los 11 coches. Y los acomplejados de siempre, estos que sienten que no son nada cuando no hay un foráneo, sobre todo de raza blanca, que les alaba la construcción de un palacio o de cualquier tontería que se les ocurra, y siempre que no sea algo que tenga  otro. O sea, lo de los 11 coches de lujo no es cualquier cosa.

 

¿Quién tiene la culpa de esta historia increíble? Nadie. Pero  la locura de Obiang hay muchos que la sostienen y está claro que no lo hacen de manera altruista. Julio, pues, enhorabuena, pero te debemos decir que la calidad de tu canto no merece este sacrificio del pueblo guineano.

 

Barcelona, 8 de octubre de 2012

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