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Ego


 

Hay días en que uno no sabe de qué escribir, comencé ayer a teclear esta página en blanco. Y así la dejé porque no sabía qué letras juntar. Hoy sigo sin saberlo, pero no me gustaría quedarme fuera en la semana que FronteraD cumple tres años en la red y ahora que los blogs se ven actualizados en la portada. Escribo sobre la marcha, aviso. Sé que no es esta una entradilla que cumpla su objetivo de atraparte a ti, lector, si es que existes, pero el propósito de estas líneas aparentemente descuidadas es que no cierres la ventana.

 

Elvira Lindo decía –alguna vez me han dicho que evite el verbo decir, y por decir esto lo estoy repitiendo más veces de las recomendadas; qué le vamos a hacer: decir es más natural que señalar o indicar– este domingo en su columna que era incapaz de discutir más de quince minutos con nadie, y por eso terminaba dando la razón hasta al más cretino. Le dejan atónita esos polemistas que amanecen en las páginas de opinión de los periódicos, desayunan en las radios y cenan en las tertulias de televisión.

 

A Elvira Lindo mantener un debate le supone un ejercicio que a menudo prefiere evitar. A mí escribir (estas líneas) me cuesta horrores.

 

Podría hablar del ERE en ‘El País’. Pero ya lo han dicho todo sus propios redactores. «En El País hemos tenido siempre un elevado concepto de nosotros mismos», dice Victorino Ruiz de Azúa en Jot Down. Y es verdad. Este año ha habido despidos en ‘El Mundo‘, en ‘Cinco Días‘, cerró ‘Público‘, hay anunciados más de mil en la televisión valenciana y hasta cayeron despedidos en un digital como ‘La información‘. Los confidenciales dan malas noticias sobre otros medios menos sexys. Despidos que no fueron ni serán tan tuiteados, pero me niego a admitir que hay periodistas de distinta clase. «En la insana pirotecnia del ego, el que pierde es siempre el lector». Palabra de Pedro Simón.

 

Este blog empezó con una extraña declaración de intenciones: recuperar crónicas y cronistas de cuando internet era un marciano sin dejar de lado el ruido de las redes sociales. Twitter significa elegir, decidir qué quieres que te llegue. Hay un pajarito azul por cada usuario, por cada ‘timeline’. El mío está repleto de periodistas, lo que supone salir a la calle sin paraguas con estos nubarrones. Desde 2008, 8.000 periodistas ya no lo son en sus antiguos medios y la FAPE reparte chapas con el lema ‘Sin periodismo no hay democracia’.

 

Queda claro, llegado a este punto, que mi aviso inicial era más que cierto, que no tenía ni idea sobre qué escribir. A veces tengo la impresión de que cada semana repito el mismo post, contado de otra manera. Tengo vértigo a repetirme. Dijo Truman Capote en una célebre cita que «cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse». A mí Dios no me ha dado ningún don –cómo podría hacerlo–, pero me autoflagelo igualmente. No pretendo en esta bitácora teorizar sobre el periodismo, como los gurús, pero lo termino haciendo. Me convenzo de que no doy lecciones a nadie, pero las doy. Pienso que cuando critico a alguien lo hago de forma elegante, pero es dudoso que sea así. Por eso soy un tipo tan interesante.

 

No lo soy; la última frase es solo lo que se me ha ocurrido que hubiera sido un buen final para el post. Pero no. No soy tan estupendo ni me quiero tanto como para decir eso. Aunque lo piense.

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