
Nadie se atreve a decir que esté muerta, pero tampoco nadie afirma que goce de buena salud. Pierre Bergé, co-fundador de Saint Laurent y pareja del diseñador durante más de medio siglo, es el más honesto a la hora de hablar de este tema, tan espinoso para la industria francesa. “Quizá la Alta Costura no esté muerta, pero ya no existen sitios para lucirla”, sentencia Bergé en casi todas sus entrevistas. E incluso va más allá: “Yves murió en el momento indicado. Ahora es imposible trabajar en la industria de la Alta Moda como él lo hizo”.
Jean Paul Gaultier no está de acuerdo con el “mortifico” diagnóstico de Bergé. “Pierre ha intentado que la Alta Costura muera con Saint Laurent. Pero eso no ha ocurrido. Firmas como la mía continúan utilizando las antiguas técnicas de costura”, me dijo Gaultier en su última visita a Madrid. Aunque matizó: “De alguna manera tiene razón, pero no completamente”. Obviamente, el “enfant terrible” de la moda está obligado a contradecir a aquellos que aclaman la muerte de este negocio, porque él todavía forma parte de la mítica Chambre Syndicale de la Haute Couture.
Sin embargo, las cifras no engañan. En 1946 había más de cien firmas de Alta Costura oficialmente registradas en la Cámara Sindical francesa, con miembros de lujo como Balenciaga, Vionnet o Poiret. Hoy, apenas hay doce maisons, entre las que destacan Gaultier, Chanel o Christian Dior. Con la esperanza de abrir nuevos horizontes, esta venerable institución que depende del Ministerio de Industria también cuenta con algunos miembros extranjeros –Elie Saab, Versace- e invitados –Alexis Mabille, Bouchra Jarrar-, pero aún así la lista “socios” del exclusivo club no llega ni a una cuarta parte de lo que era hace cincuenta años.
“No me preocuparía por la Alta Costura… porque existe para que nuestros clientes sigan soñando”, dijo hace unos años Bruno Pavlovsky, presidente de moda de Chanel. “No solo lo clientes que compran la ropa, sino también los clientes que compran otros productos de Chanel”, añadió en alusión al emporio de fragancias y accesorios de la firma. Lo cierto es que nadie sabe cuán grande es el negocio de la marca fundada por “Coco” en 1909. A diferencia de otros gigantes de la moda como LVMH o PPR, Chanel, propiedad de los hermanos Wertheimer, no publica ni habla sobre sus ventas o beneficios “para no perturbar la creatividad de sus diseñadores”.
El último golpe al sector ha sido la noticia de que Givenchy no se presentará en la próxima Semana de la Alta Costura de París. Según el comunicado de la firma, su director creativo, Riccardo Tisci, se focalizará en la línea de prêt-à-porter y solo hará “proyectos especiales” de Alta Costura. Lo curioso es que hace solo tres meses, Tisci confesó en una entrevista a “Vogue” que para él la Couture es una “religión”. “Realmente la veo así, y por eso soy tan respetuoso y tan tan protector con ella”, dijo. Quizá el joven diseñador italiano lo haya definido perfectamente: la Haute Couture es una religión. El problema es que ya (casi) no le quedan feligreses.