Regresábamos de pasar la Semana Santa en Marruecos. Como nos gustan las emociones fuertes, llevamos nuestro coche y encendimos la radio en cuanto pudimos sintonizar una emisora española. Ya sabéis, en estos tiempos, desconectas una semana y uno no sabe con qué catástrofe se va a encontrar. Enseguida dices, ¿para qué me habré conectado?
Después de una semana y casi 2.000 kilómetros de coche, llega un momento en el que la carretera se te viene encima y ya no sabes qué hacer para pasar el rato. Después de escuchar las catástrofes nacionales, que ya ni siquiera nos sorprenden, la radio nos regaló uno de esos momentos que te saca del tedio.
Entrevistaban a un dúo llamado Delafé y las flores azules. Cualquiera sabe lo que significa, pero este no es un nombre que se te ocurra así, sin más. Aquí hay mucha tela que cortar. Mucho tiempo para encontrar las palabras adecuadas. ¿Por qué habrá que ser tan rebuscado? ¿Están de moda estos nombres o es un truco para que no te olvides de ellos? Pues yo me lo tuve que apuntar para que no se me olvidase. ¡Pero cómo se puede ser tan pedante!
Por lo visto acaban de sacar su nuevo disco. ¡Y esto significa que han sacado otros! Como vivimos tiempos de sequía creativa, estos chicos azules han recurrido a un experimento, que es lo único que me parece interesante, que consiste en grabar dos versiones diferentes de cada una de las letras. Esto viene a ser como decir que las cosas siempre pueden verse desde diferentes puntos de vista. Y me ha recordado a las fugas literarias de “Ejercicios de estilo”, de Raymond Queneau, o a los “99 ejercicios de estilo” de Matt Madden, donde el dibujante de cómics nos muestra 99 maneras diferentes de contar la misma historia.
Pero la cosa no ha terminado ahí. Junto con el CD de canciones, los chicos azules incluyen un documental sobre un viaje que la mitad masculina del dúo ha hecho a Italia para llevar a su familia las cenizas de su padre, que había fallecido ese mismo año. El motivo es muy respetable y podría haber sido un bonito documental, de no ser por la parafernalia con la que lo ha rodeado al hacerlo en una bicicleta pintada de verde, blanco y rojo para simbolizar que la fruta cambia de color cuando madura o no sé qué. Tanta preparación, la bicicleta, tanto simbolismo… Lo importante era hacer llegar las cenizas del padre hasta su familia en Italia, no todo el atrezzo del viaje.
Aunque parezca lo contrario, no tengo nada en contra de esta banda, pero sí contra lo que representan. Desde mi punto de vista, son la metáfora de una época de la música en la que no ocurren cosas nuevas ni sorprendentes. Cuando disfrazas lo que haces con tanta retórica y tan barroca, ¿no será que lo que haces no es tan bueno? Qué difícil es hacer las cosas sencillas.
@Estivigon