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Mientras tantoLas trampas del emprendimiento

Las trampas del emprendimiento


 

Es evidente que en España el poder prefiere tener a los jóvenes jugando a abrir y cerrar empresas que haciendo escraches o montando asambleas. De ahí su cansino apoyo a esa floreciente, mitológica y —la mayoría de las veces— disfuncional industria del emprendimiento, una galaxia de organizaciones, gurús, centros, publicaciones y eventos destinada a hacer creer al aspirante que su éxito depende exclusivamente de sí mismo. En fin, ya saben, toda esa historia del pensamiento positivo y la fuerza interior, de canalizar bien la energía, de pasárselo guay mientras se trabaja —¿han oído hablar de los millennials?—, de que todo es posible si realmente se desea, que los fracasos o las depresiones son sólo culpa nuestra, que no hay más realidad que la que uno construye, que lo de fuera no importa.

 

No niego que esta terapia pueda tener su efecto balsámico en la España actual, pero también es cierto que puede convertirse en un terrible anestésico que anule cualquier toma de conciencia y respuesta enérgica ante los indecentes trapicheos del poder.

 

En el ámbito de internet el emprendimiento juvenil se ha convertido en una auténtica burbuja. Es cierto que la Red ofrece muchas oportunidades para intentarlo, que allí tenemos la dulce sensación de tener muchos amigos y gente interesada en lo nuestro y de que, a través de ella, podemos llegar a todo el mundo. Pero lo cierto es que sólo una bajísima proporción de las startups basadas en internet son capaces de ser rentables y permiten vivir de ellas.

 

Sin embargo, lo más peligroso no es esta precariedad endémica —que se sustituye con buenas intenciones, energía y ahorros familares—, sino la tremenda atomización de esfuerzos que provoca.

 

Ilusionar a un joven con la idea de que debe montar una empresa, de que en internet es fácil triunfar, de que todo fracaso debe ir seguido de un nuevo intento, es una estupenda manera de mantenerlo siempre entretenido y con la mente ocupada únicamente en su propio éxito. Salvo excepciones, el mundo del emprendimiento de base es una constelación de muchos pequeños movimientos aislados, demasiado pendientes de sí mismos y de su competencia como para unirse a los demás y enfrentarse en común a los engaños y desfalcos del poder.

 

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