«Nos encontrábamos sentados sobre un enorme alerce caído que la tormenta había derribado. En el país de los hielos perpetuos los árboles apenas se sostienen en el inhóspito suelo, las tormentas arrancan con facilidad sus raíces y los tumban. Platónov me estaba contando la historia de su vida en el campo, nuestra segunda vida en este mundo. Y cuando mencionó la mina Dzhanjará fruncí el ceño. Yo también había estado en lugares terribles y duros, pero la pavorosa fama de Dzhanjará retumbaba por todas partes.
—¿Y estuvo mucho tiempo en Dzhanjará?
—Un año –dijo Platónov con voz débil. Sus ojos se estrecharon, las arrugas surcaron más hondo su cara; tenía ante mí a otro Platónov, unos diez años más viejo que el anterior.
—La verdad es que fue duro sólo el primer tiempo: dos, tres meses. Allí no había más que ladrones. Yo era la única persona…que sabía leer y escribir. Les contaba, les “montaba novelas”, como dicen en el argot del hampa, por las noches les explicaba cosas de Dumas, Conan Doyle, Wallace. Por eso me daban de comer, me daban ropa, y trabajaba poco. Es la única ventaja que tiene saber leer. Usted en su tiempo seguramente también habrá echado mano de ella.
—No –le contesté-. No. Siempre me ha parecido la peor de las humillaciones, lo último. Nunca conté novelas por un plato de sopa. Pero sé lo que es. He oído hablar de los “novelistas”.
—¿Es una crítica? –preguntó Platónov.
—De ningún modo –le respondí-. A un hombre hambriento se le pueden perdonar muchas cosas, muchísimas.
—Si sobrevivo –Platónov pronunció la frase sagrada, las palabras que precedía a toda reflexión que superara el margen del día siguiente-, escribiré un relato sobre esto. Hasta he pensado en un título: “El encantador de serpientes”. ¿Verdad que es bueno?
—Lo es. Sólo le falta sobrevivir. Es lo principal.
Andréi Fiódorovich Platónov, guionista de cine en su primera vida, murió a las tres semanas de aquella charla, se murió como mueren muchos: levantó el pico, se tambaleó y cayó de bruces contra las rocas. »
Varlam Shalámov se encargaría de escribir la historia de Andréi Fiódorovich Platónov muchos años después de tener la anterior conversación en los helados campos de trabajo de la Siberia más oriental. Shalámov escribió su obra como hombre libre. Él sí consiguió sobrevivir.
El relato, titulado “El encatador de serpientes”, forma parte de sus Relatos de Kolimá.
Nota: el fragmento del relato “El encantador de serpientes” está tomado de la edición de los Relatos de Kolymá, en la versión de Ricardo San Vicente, publicada por la editorial Mondadori en 1997.