El futuro es un aguijón: el pasado, una abeja muerta. Entrevista con James Salter en Guernica Magazine con motivo de la publicación de su última novela All That Is:
Guernica: ¿Y qué nos puede decir sobre las vidas de los libros? Hay una frase hacia el final de All That Is en la que escribe “El poder de la novela en la cultura de la nación se había debilitado”, pero que, sin embargo, “nuevas caras no dejaban de aparecer, queriendo formar parte de esa cultura literaria”. Tu personaje piensa que publicar libros “conserva una idea de elegancia, como un par de bonitos y lustrados zapatos calzados por un hombre arruinado”.
James Salter: Parece que la literatura está perdiendo la batalla en favor de la inmediatez de otras distracciones, de otras formas de entretenimiento. ¿Cómo serán las cosas en cincuenta años? No lo sé. ¿Se continuarán imprimiendo libros? Tal vez, pero no estoy seguro. Aunque creo que siempre habrá literatura. Lo creo. En mi opinión la literatura puede llegar hasta lo más profundo de las personas, hasta nuestra esencia. La literatura tiene sus propios poderes exclusivos.
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No es el fin (por el momento). El escritor suizo Peter Stamm en la Feria del libro de Bogotá (declaraciones recogidas en El País):
“Internet y las tecnologías emergentes son los medios perfectos para compartir la literatura y llegar hasta donde no hay librerías. Estos elementos no son una amenaza para el futuro de la novela y la literatura, al revés. No creo que cambien la necesidad histórica del ser humano de escuchar historias, lo que hoy serían novelas, con lo cual la lectura estaría garantizada y diversificada”.
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Holgad, holgad, malditos. El escritor Junot Díaz en una entrevista con Eduardo Lago:
“En 1983, cuando yo era todavía un adolescente, el Gobierno federal imponía severas restricciones a la publicidad destinada a los jóvenes. Había franjas horarias y medidas precautorias destinadas a proteger a la gente joven. Hoy día son víctimas de un ataque masivo. Cada joven es un objetivo ambulante sobre el que las corporaciones se lanzan despiadadamente a fin de asegurarse que no les queda un solo momento libre. Para cada instante de ocio hay un artilugio de consumo al que son adictos. Los jóvenes son consumidores a quienes no se deja en paz un solo instante. ¿Cómo van a desarrollar la capacidad necesaria para disfrutar el arte con la tranquilidad que exige la contemplación estética cuando los están bombardeando con productos edulcorados de bajísimo valor nutritivo, entretenimiento basura? El problema de Estados Unidos es que el país está enganchado al consumo de bazofia cultural, por la sencilla razón de que es lo que las corporaciones necesitan para seguir ganando dinero de manera incontrolada. Piénselo bien: cada vez que un joven abre un libro es tiempo que pasa sin pulsar botones, sin entrar en Facebook, sin pedir papel higiénico por Amazon. Si a una chica o a un chico les da por leer poesía, se salen de la cadena de producción de dinero y obtención de beneficios. A las corporaciones les resulta insoportable la idea de que nadie le dedique a una novela las 20 o 30 horas que exige su lectura. Las multinacionales han secuestrado la imaginación de los jóvenes y no les van a dejar volver a la lectura. No. Fucking. Way”.
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