Este señor, que ya pidió por su cuenta los galones de general, ya mandó escribir en sus leyes domésticas que no le podrían pedir cuentas antes, durante y después de su caótica gestión, en la que toman protagonismo las violaciones de todos los derechos de los guineanos, a los que no dudó en llamar pobres mentales. Por este hecho de saberse por encima de todas las leyes, es vitalicio. Obiang no ha dudado en responder a los periodistas que podía hacer lo que le venía en gana con la constitución de su país, introduciendo en ella la figura de un vicepresidente que no estaba contemplado en ningún hueco de la misma. Con la flagrante añadidura de que este puesto sacado de la manga será ocupado por el hijo primogénito de Constancia Mangué, la insaciable Primera Dama. Ya no se duda en los círculos mendaces del régimen, los mentideros, que esa idea de privilegiar la sucesión en la carne atorrante de Teodoro Nguema Obiang, es de ella, la madre de quien, con la consiguiente mengua de las fuerzas de su galonado padre, haría con Guinea Ecuatorial lo que le saldría de cintura para abajo.
Con estos rocambolescos antecedentes, que Obiang mande organizar elecciones y tire millones de francos CFA al mar es para justificar su extraordinaria longevidad como mandatario. Y, de paso, hacer creer a los pocos que le ríen las gracias que hay exactamente 20 personas venidas de Occidente, repartidos entre españoles, estadounidenses, rusos, italianos, ingleses, franceses, cubanos y venezolanos, que validarían esta elección y sonreirían porque toda la parafernalia sería parcialmente creíble, y esto es suficiente, tratándose, además, de un país de negros, con sus cosas. Pero ya hay muchos guineanos a los que nadie venderá este teatro con olor a piedra atada en el cuerpo de hombres y lanzada al fondo del mar. Que no sea vendible no quiere decir que alguien lo pueda parar fácilmente, y este es el verdadero fondo de nuestra desgracia. Y de esto se hablará estos días hasta que Obiang, con su mujer Constancia y el atorrante antes mentado vayan a jurar la permanencia en el poder y repartan, de paso, otras bofetadas porque habrá gente a la que se obligará a que asista a la enésima.
Para que no sea repetitivo y cansino nuestro lamentar, sólo tenemos que decir que hay un grupo de guineanos que ha jurado que, pase lo que pasé, buscará una oportunidad para decir su última palabra en lo que concierne a la esclavitud impuesta por los de la casa de Obiang y los que tienen motivos para sostenerla porque odian mucho a los guineanos, gente, que se sepa, de raza negra.
Madrid, 28 de mayo de 2013