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Mientras tantoPablo Helguera y la librería Donceles

Pablo Helguera y la librería Donceles


 

¿Debemos acostarnos con un artista cuya obra repudiamos? ¿Cómo inflar un curriculum sin necesidad de postular exposiciones imaginarias? ¿Cómo escapar de una videoinstalación eterna cuando el artista se encuentra presente? ¿Cómo jugar el juego del mundo del arte?

 

Saborear los frutos de la élite artística no es ya un anhelo improbable. Después de recorrer estas páginas, incluso el principiante sin grandes aptitudes tendrá la oportunidad de lucir su sofisticación en inauguraciones y charlas elevadas sobre estética, y descubrirá que para alcanzar la gloria no se requiere del menor talento, ni de noción alguna sobre historia del arte. Todo es cuestión de temperamento y buen sentido de la oportunidad, y, por supuesto, de una dosis necesaria de etiqueta.

 

                                                    * * *

 

Pablo Helguera es un espléndido artista mexicano, hoy residente en Nueva York, que en 2005 publicó «Manual de estilo del arte contemporáneo», uno de los más ácidos, lúcidos y descacharrantes ensayos que he leído nunca sobre el ecosistema del arte. El texto que abre este post aparece en su contraportada.

 

No es mi intención entrar aquí a fondo en su figura y en su extensa obra. Nada mejor para ello que extraviarse sin prisas por su estupenda web, llena de propuestas tan humildes y diáfanas como heterodoxas (¿hay algo más heterodoxo en el mundo del arte que la humildad?). Helguera es un tipo normal que usa la ironía y la sencillez a favor del riesgo intelectual, y que es perfectamente consciente de que el artista contemporáneo debe abandonar los terrenos acotados si quiere seguir teniendo algo que decir.

 

Uno de sus últimos proyectos consiste en abrir en Nueva York una librería de viejo que solo tenga libros en español. Sería la única de esas características en una ciudad en la que, sin embargo, viven cerca de dos millones de hispano parlantes. La librería, que se llamará Donceles, tiene prevista su apertura en septiembre de 2013 en el corazón de Manhattan, en Chelsea. Para ello, Helguera está organizando colectas de libros por internet. No importa el tipo, el género ni el estado, siempre que sea en español. Por cada sesenta títulos donados, regala una obra suya. El dinero generado por las ventas de la librería irá destinado a programas locales de lectura para inmigrantes. Si se animan a donar o quieren seguir la evolución del proyecto, nada mejor que la página del artista en Facebook.

 

Helguera no sólo pretende dar visibilidad a la comunidad hispano parlante de Nueva York a través de un objeto —convertido esta vez en proceso— tan referencial como el libro usado, sino también llamar la atención sobre su progresiva desaparición. ¿Quién iba a imaginar que, algún día, abrir una librería se iba a convertir en un proyecto artístico?

 

 

Pablo Helguera

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