Francamente, esto era lo que íbamos a celebrar cuando apareció en escena un emisario del país que es patrimonio de la familia del difunto Kim Il Sung y le impuso al general-presidente Obiang una medalla que lleva el nombre del presidente anterior del atípico país asiático, un acomplejado que aprendió pronto que los de Estados Unidos se asustarían si empezara a mover sus cacharros para dar la impresión de que iba a fabricar la bomba atómica al día siguiente, sin importar a nadie que el país pasaba hambre atroz. Haré un aparte y diré a los poderosos que dejen a los pobres que fabriquen sus armas venenosas, pues sería la única manera de saber dónde pueden llegar con sus mentes contaminadas.
A lo que íbamos, celebramos en la No-República de Guinea los 2013-1979 años de Obiang en el poder, y como todo es mentira, sólo pudo traer a otro gobierno mendaz como el norcoreano a imponerle una condecoración que no existe, siendo los dirigentes de ambos países los decanos en la práctica de la mendicidad del reconocimiento internacional. Es por la misma vía que José Bono quiso llevar a Obiang al Parlamento de España, o el desembolso millonario para que una anonadada hija de Sullivan le viniera a hacer las olas al mismo marido de Constancia, pasando por la vergüenza que firmó la UNESCO con un premio que debía llevar el nombre de un dictador, algo inédito en el mundo, un señor que mantiene en la ignorancia a su pueblo, creyendo que si está informado, y con razón, no aceptaría los delitos presentados al mismo como obras salvadoras.
De esto hablábamos hace unos días con un ministro, que consiente del libertinaje sexual de los funcionarios a su cargo, creyó que era más peligroso nuestra recriminación, haciendo cruces por nuestro lenguaje inadmisible. A renglón seguido le hicimos ver que los crímenes que cometían eran muchísimo más que nuestra constatación de que lo suyo era una mierda, que es la palabra utilizada por nosotros, y hemos sido veniales, para calificar el desenfreno en la televisión nacional, convirtiéndola en la casa de Bernarda Alba.
Terminamos aquí diciéndole que huelga hacer referencia a las malas intenciones de los que tienen el poder en este país. No hace falta que se repita que todos ellos son gente malvada. Basta mostrar al mundo entero un hecho que son incapaces de esconder, digno muestrario de su mentalidad asesina: delante de la iglesia de Ela Nguema hay una plaza que ya estaba ahí cuando Obiang Nguema se hizo miembro de la guardia nacional. O podemos decir que cuando se hizo cargo del ejército de Macías ya había una plaza en Ela Nguema. Con el dinero que sobra en todo el país, pero por un trabajo que ninguno de ellos sabría hacer, echaron más cemento a la plaza y una sola cosa que hicieron bien, plantaron unos árboles que pueden dar sombra, además de respetar otro que ahí encontraron, con más años que todos los generales del ejército de la casa de Obiang.
Pues con esta atención dispensada a la plaza, que es colonial, y tiene enfrente una iglesia del estilo colonial por excelencia, los señores que mandan, presos de su enfermizo sentido de la realidad, mandaron vallarla con hierros coronados por alambre de púas, una cosa que en sí misma es una barbaridad. Y claro, una plaza lo es, y es lo que llevó a un niño a abordarla por la vía aérea, quedando enganchado al infernal artefacto, y con grave peligro de morir desangrado. Me lo ha contado varias veces un testigo que lo vio. Y aquí invito a todos a echar un vistazo cercano a un producto que también se utiliza en la siniestra prisión de Blay Beach. Pues así son los que mandan en Guinea, incapaces de controlar su asesina pulsión. No digamos nada más: si a una plaza civil se le da el mismo trato que a una prisión infame, entonces estamos jodidos.
Malabo, 6 de agosto de 2013