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Mientras tanto¡Pero qué subidita está la extrema derecha!

¡Pero qué subidita está la extrema derecha!


 

No voy a hacer un relato de lo sucedido, porque David Torres ya lo hace en la web de Público y también tenemos un recopilatorio en La Marea. A nosotros nos gustan mucho las anécdotas. Pero tenemos miedo de transformarlas en categorías.¿Podemos deducir un repentino auge de la extrema derecha en nuestro país a partir de una serie de desafortunados acontecimientos? Sí, hemos optado por ser benévolos a la hora de elegir el adjetivo “desafortunados”. Pero queremos darle tener un poco de perspectiva a lo sucedido y nuestra doble deformación profesional nos obliga a acudir a las estadísticas. Por ejemplo, a las del CIS, que periódicamente (cada mes) consulta a los españoles sobre su autoubicación ideológica. De acuerdo con esta tablasólo el 2,1% de los encuestados se coloca en el extremo más a la derecha del espectro ideológico. Es el último dato disponible, correspondiente al pasado mes de julio. En diciembre de 2011, con esa posición se identificaba el 4,1% de los encuestados. Fue entonces cuando marcó el máximo de la serie, que arranca en enero de 1996. El registro más bajo se dio en mayo de 2001, cuando sólo el 1,1% de la población se ubicaba en la extrema derecha. Por tanto, según estas estadísticas podríamos decir que ahora mismo no hay más gente de extrema derecha que antes de la crisis. Y es un dato tranquilizador, porque las turbulencias económicas son el caldo de cultivo en el mejor germinan estas ideas. Lo vimos en los años treinta del siglo pasado. Aunque también hay que tener en cuenta que todo es cuestión de perspectiva, que la sociedad, la política y la economía lleva décadas derechizándose y posturas que en otras épocas podríamos haber ubicado en la derecha extrema ahora nos pueden parecer hasta de centro. Es una hipótesis aventurada, lo sé. Pero, ¿es “de centro” que se cobre la asistencia sanitaria a los inmigrantes sin papeles? Y como ésta, podríamos hacernos ahora mil preguntas.

 

Hay más gente de extrema izquierda que de extrema derecha

 

Quizás por esta misma razón, por la derechización generalizada, el porcentaje de encuestados por el CIS que dice ser de extrema izquierda es mucho mayor: de un 8,3%. Son niveles que muy pocas veces se han rebasado desde el año 1996, aunque en abril de este mismo año superó el 9%. ¿Es de extrema izquierda intentar frenar los desahucios?, ¿es de extrema izquierda apoyar las actuaciones de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) que buscaban cambiar la ley para impedir que la gente pierda su casa? Llama la atención que la autoidentificación con posiciones de izquierda extrema se dieran coincidiendo con los famosos “escraches”.

 

Un poco de historia sobre las posiciones de extrema izquierda: al principio de la serie el porcentaje de encuestados ubicados en estas posiciones se encontraba en el 7,2%. En 2005 marcó sus mínimos en el 4,2% de la población. Normal: pico del último ciclo económico, pleno apogeo de la falsa conciencia en que cualquier obrero se sentía burgués porque el sistema le daba más migajas de lo que había tenido nunca por costumbre, aunque también era el momento en que las tajadas de plusvalía que se llevaba el capital eran las más suculentas de la historia económica.

 

De todas maneras, el porcentaje de quienes se identifican con las posiciones más de izquierdas es siempre superior que el de los que se colocan en el otro extremo. Y en ello puede influir el grado de aceptación social que tienen unas y otras ideas. Y lo bien o lo mal vista que dentro de las filas de la derecha y de la izquierda esté la pureza. También éstas son hipótesis sin contrastar.

 

Porque, ¿qué es la derecha?, ¿qué es la izquierda?, ¿cuáles son los límites que hay que rebasar para que ambas posturas se califiquen de extremas? ¿Qué criterio utilizan los encuestados para autoubicarse en una u otra postura ideológica?Yo, por ejemplo, me basaría en mis posturas sobre cómo debería estar organizada la economía para definirme ideológicamente. A mí me parece EL criterio. Pero no es el único en el que uno puede basarse. Y, además, hay mucho “postureo” de izquierdas y de derechas. Giorgio Gaber lo describió con mucha ironía, como era habitual en él.

 

Por qué nos da miedo la extrema derecha

 

Volvemos a la extrema derecha y da miedo pensar en su resurgimiento. Hay mucha gente que lleva avisando de ello desde hace tiempo, desde que España se convirtió en un destino preferente de la inmigración, desde antes de la crisis económica. Da miedo por la reciente historia de España. Y no me refiero únicamente a la dictadura de Franco, que ya es un gran motivo para tenerle pavor. Quiero recordar también los episodios que tuvieron lugar durante los primeros años del siglo XX, cuandopistoleros de extrema derecha hacían de mamporreros de la patronal para frenar las justas reivindicaciones de los trabajadores, como cuenta Eduardo Mendoza en La verdad sobre el caso Savolta. O durante la República, cuando la violencia de la extrema derecha buscaba desestabilizar el primer régimen verdaderamente demócratico que había tenido España. O mucho después, ya en la Transición, cuando los Grupos de Acción Sindicalista, el VI Comando Adolf Hitler, el Partido Español Nacional-Socialista, Cruz Ibérica, la Triple-A, Fuerza Nueva, Falange Española Tradicionalista, los Guerrilleros de Cristo Rey… intentaron obstaculizar el proceso de cambio político, la democratización, con sucesos tales como el asesinato de los abogados de Atocha, o ya después con el fracasado golpe de Estado de 1981. Aterra que vuelvan con esas mismas formas, con su “política de lo sublime” y “la teología de la violencia”, como la llama Pedro Carlos González Cuevas en un artículo integrado en Violencia política en la España del siglo XX, un gran trabajo dirigido por Santos Juliá.

 

A diferencia de lo ocurrido en otros países, como Francia, Austria, Holanda o, más recientemente, Grecia… la fuerza electoral de la extrema derecha como tal en España es prácticamente nula. En los últimos comicios, los de noviembre de 2011, sus resultados fueron un desastre. Democracia Nacional no llegó a los 2.000 votos, Falange Española de las JONS obtuvo 2.900 y España 2000 alcanzó los 9.000. El único que ha llegado a tener cierto éxito electoral ha sido Plataforma per Catalunya, de Josep Anglada. En las elecciones de 2011, rozó los 60.000 votos. Y todos estos son los cargos electos que ha conseguido en Cataluña.

 

Tampoco la militancia de la extrema derecha parece muy activa, al menos no lo es tanto como en periodos pasados, más allá de manifestaciones y peregrinaciones nostálgicas en fechas señaladas, como el 20-N. Nada que ver con lo que ocurre en Grecia, por ejemplo. En Atenas, en plena Plaza Syntagma, nos encontramos hace un año con cientos de militantes de Amanecer Dorado repartiendo comida a gente necesitada (griega de pura cepa, eso sí, acreditada con el documento nacional de identidad que atestiguara el lugar de nacimiento). Y no era un acto anecdótico. Y así se fidelizan al electorado. En él, hasta participaba un parlamentario. Lo suelen hacer con mucha frecuencia. Sorprendemente, a alguno de estos “camisetas negras” le hizo ilusión encontrarse con alguien “del país de Franco, de José Antonio y de la Falange”, con cuyos líderes, según nos contaron, están en contacto.

 

Cosas buenas (sí, las hubo) de la Transición

 

Durante la Transición en España se hizo una cosa bien, hay que reconocerlo. Y la hizo la derecha. Como cuenta Julio Aróstegui en una Historia de España del siglo XX coordinada por Ángel Bahamonde y Jesús A. Martínez, “La construcción de grupos políticos de la derecha más militante se vertebró en torno a un proyecto que empezó llamándose Alianza Popular (…)El hombre clave en esta empresa fue el veterano y destacado político franquista Manuel Fraga Iribarne. La primera idea para la creación de un partido de Alianza Popular la expone Manuel Fraga en septiembre de 1976 contando con personajes como Areilza y Cabanillas. El 10 de octubre aparecen en público unidos los ‘siete magníficos’, que eran Fraga y seis conocidos franquistas (…) Incluso más aún que Adolfo Suárez, Fraga representa la reconversión de la clase dirigente del franquismo a un nuevo modelo de supervivencia sociológica y política”. Y continúa un poco más adelante: “El conglomerado de fuerzas de la derecha que se aglutinaron en torno a Fraga podría interpretarse como el resultado del conservadurismo heredero del franquismo que había captado con claridad ahora la necesidad de acomodación al nuevo juego político de la democracia. Esto es lo que representó AP durante la mayor parte del tiempo de su existencia: el vehículo de adaptación a nuevos tiempos de aspiraciones y contenidos ideológicos, políticos y sociales, de gentes realmente comprometidas en su apoyo al franquismo”.

 

En los años ochenta, la integración de corrientes liberales lo centró, sin que sus bases de siempre lo abandonaran. La estrategia fue perfecta, porque fue la que le permitió ganar las elecciones en 1996 permanecer en el poder ocho años y volver a gobernar en el año 2011.

 

No todo el PP es franquista, pero sí podemos decir que el grueso de franquistas y gente de la extrema derecha está en el PP, aunque ya hemos contado que la gente que se considera como tal apenas representa el 2% de la población, así que, afortunadamente, son pocos, muy, muy pocos. Con las salvedades que antes hemos apuntado, claro: quizás sean más, pero no se identifiquen como tales, puesto que todo se ha derechizado bastante.

 

Lo anterior no es que lo diga yo. Ni Ramón Cotarelo, al que le he copiado una frase que no sé dónde le escuché o le leí. Lo dice el CIS en esta tabla.

 

Ahora, si el PP se rompe como consecuencia de los escándalos de corrupción, ya no sé cómo quedaría el mapa de la ultraderecha. Tampoco me puedo imaginar qué ocurriría con la derecha en su conjunto. No sé si surgiría un partido liberal y otro conservador. Y tampoco sé cuál de los dos sería más peligroso. Todos juntos parecen funcionar bien, los contrapesos lo reequilibran: el conservadurismo pone freno al liberalismo en lo económico; y el liberalismo limita las derivas más rancias en lo social de los ultraconservadores.  

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