Casi siempre es contraproducente oír hablar mucho y muy bien de algo, porque te genera unas expectativas que suelen ser difíciles de cumplir.
Después de oír hablar mucho y muy bien de Searching for Sugar man, por fin he visto el documental.
¿Cuántas veces en la vida se encuentra alguien con una historia como la de Rodríguez? Cuando Stephen Segerman y Craig Strydom decidieron investigar la vida de este cantautor americano, cuyo éxito en Sudáfrica le convirtió en mito, no sabían con lo que se iban a encontrar. O, al menos, no lo sabían todo.
Para los sudafricanos que habían convertido algunas de las canciones de Rodríguez en símbolos contra el Apartheid, el cantautor se había suicidado durante un concierto, algo que, sin duda, contribuyó a engrandecer su leyenda.
Su música nunca caló en Estados Unidos y Rodríguez tuvo que sobrevivir trabajando en la construcción. Lo verdaderamente extraño es que nunca supiese el éxito que sus dos discos grabados, Cold fact y Coming from reality, tuvieron en Sudáfrica. Ahí hay tema para investigar porque algo oscuro envuelve ese secreto.
La manera como se propagó su música fue peculiar. Como una especie de virus, los discos llegaron en el equipaje de alguien que viajó a Estados Unidos y, al regresar, las grabaciones en cinta de cassette se propagaron y “contaminaron” todo el país.
Sin embargo, en el argumento del documental, encuentro la música como algo secundario. Es el contexto en el que transcurre la historia, pero nos pondría igualmente los pelos de punta en cualquier otro contexto. Por eso, si hablamos de documentales sobre música, me quedo con Sound City, en el que le música es protagonista.
Después de haber oído hablar mucho y muy bien de Searching for Sugar man, pensaba que iba a ver una historia más, interesante, sí, sobre un cantautor a quien las cosas no le salieron como esperaba a pesar de su talento, pero me encontré con una historia humana. No es por quitarle mérito a Segerman, Strydom ni a Malik Bendjelloul, premiado director y productor de la obra, pero encontrarse con un diamante como esta historia es casi tan difícil como que te toque la lotería. Sobre todo, cuando descubres que lo que habías creído toda tu vida, no era cierto.
¿Demasiado tarde o cuando tenía que ser? Quién sabe, pero a Rodríguez le llegó por fin el reconocimiento que su talento y su música se merecían.
@Estivigon