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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 38 / 2013

De mi Diario: Semana 38 / 2013


 

Weiß/Colonia, 15.9.

0:45 am : Mientras zapeaba con el mando a distancia buscando algo que valiese la pena, vi que en un canal de derecho público estaban pasando una de James Bond, una de esas que se ven como se hojea un cómic, y que son absolutamente intercambiables como las cartas de una baraja vistas por el dorso. Seguí buscando algo que valiese la pena. No encontré nada y me vine acá, a escribir estas líneas antes de entregarme en brazos de Morfea, la más guapa de todas las feas.

 

Hoy, en la entrevista a toda plana de la edición dominical del diario, Bruce Willis, hijo de un soldado gringo estacionado en Alemania y que se casó con una alemana diez años después de la guerra, cuando ya era permitido confraternizar con este pueblo. A la pregunta de si se siente orgulloso de su éxito en Hollywood desde hace 30 años, responde: «Orgulloso me siento de mis cuatro hijas». Y a la última pregunta, cómo se presentaría a sí mismo si se llegase a encontrar con un extraterrestre: «Bruce Willis, padre». Lo entiendo tan, tan bien Yo diría «Ricardo Bada, abuelo». No he sido nunca un fan de las pelis de BW, pero al César lo que es del César.

 

Final de la Vuelta, en Madrid. Devoro con la mirada las vistas desde el helicóptero, mi Madrid de mi alma, que ya no volveré a ver. Y me vengo a este cuarto para que Diny no me vea llorar.

 

Weiß/Colonia, 16.9.

0:10 am : Dieron seguidas, en el canal Arte, Ariane y La mujer de Gilles. Qué curioso pasar de la escena final de Ariane, con el cuarteto gitano tocando “La vie en rose”, al comienzo de La mujer de Gilles, con Edith Piaf cantando “Mon homme”, casi sin solución de continuidad. Y qué cambio de mundo, de perspectiva, de atmósfera, de todo, pasar de Billy Wilder al mundo de esa novela de Madeleine Bourduxhe, esta peli belga donde es poquísimo lo que se habla en sentido literal: acá hablan los ojos, los cuerpos, los lugares, los objetos. La peli podría ser muda y se entendería sin banda sonora y a la perfección. Eso es cine, y lo demás Quentin Tarantino.

 

Sarah Wiener, la famosa cocinera austríaca con un restaurante en Berlín, empezó el lunes de la semana pasada una nueva serie en el canal Arte, diez programas, dos semanas de lunes a viernes. Su título alemán es “Erste Wahl”, es decir, la primera opción (la cualitativamente mejor), en este caso en lo que se refiere a la materia prima para su arte culinario. He estudiado a fondo el guión de la serie íntegra, aunque hoy recién pasarán el episodio # 6. Y las tales primeras opciones son el tomate  de Corbara al pie del Vesubio, el pan de Baviera, las manzanas de Semmering (Baja Austria), la leche en Transilvania, los pollos de la Gascuña, el aceite de oliva en Creta, el bacalao de las islas Lofoten, el cordero provenzal, la miel de Suabia y la papa de Estiria. A lo largo de los diez episodios hay tres países que se repiten, Francia, Alemania y Austria. Pero no es eso lo que me llama la atención, puesto que bien pudiera ser que no haya en Europa mejores manzanas ni papas, ni mejores pollos ni corderos, ni mejor miel ni mejor pan, que los que producen Austria, Francia y Alemania, respectivamente. No, lo que me llama la atención es que Sarah Wiener, a pesar de todo su prestigio, tocó techo acá con dos fronteras, la económica y la mental. Amén de que los productores posiblemente no hubieran podido financiarle episodios que tomaran en cuenta el marisco chileno, el arroz indonesio y el cuscús africano, ella misma tampoco atravesó las fronteras europeas cuando planeó su serie, por una posible autocensura condicionada por el factor económico. Pero es que además, duplicando la participación austríaco–franco–alemana, dejó olímpicamente en la cuneta nada menos que al arenque holandés, el pimiento húngaro y el salmón de Escocia. Al cerdo pata negra ni lo nombro ya que se encuentra más allá del bien y del mal y, sobre todo, de estas frivolidades. Conclusión: la serie se debería haber titulado “Zweite erste Wahl”, o sea, “La segunda primera opción”.

 

Cada vez me está gustando más la policial inglesa “Silent Witness”. Ya no me pierdo ni uno solo de sus episodios. Me temo que crea adicción.

 

Weiß/Colonia, 17.9.

El tuitero @Jhonvoiceover ha rescatado hoy, en su cuenta T, una columna mía del 12.2.2009, que me ha hecho reír al releerla.

 

Hoy, por fin, le sacamos la cédula a la camarera nueva de La Modicana: es persa, está casada con un portugués y ha vivido largo tiempo en el Algarbe. ¡Qué raro oír a una persa preguntarte extrañada y con acento casi andaluz!: «O senhor fala português?» Le explico que soy de Huelva y que en la infancia oía a diario Radio Lisboa, aunque el portugués que hablo sea más bien «con azúcar», como decía Eça de Queiroz que era el de los brasileños.

[Al llegar a casa consulto con mi amiga Miss Hortensia Google, sobre el Algarbe, y me corrige de inmediato diciéndome que se escribe “Algarve” y su etimología es “al–Garb”, es decir, “el Occidente” por antonomasia, el de Al–Andalus. ¡Ay! Este es un género de lógica que me deja boquiabierto, estupefacto y patidifuso: así pues, como su etimología proviene de “al–Garb”, la escritura correcta tiene que ser “Algarve” ¡Ajá!]

 

Weiß/Colonia, 18.9.

0:50 am : Terminan de pasar Mon meilleur ami, con Daniel Auteil, de quien no me pierdo ni una. Y sí, qué tragedia llegar a una cierta edad y darte cuenta de que no tienes ni un solo amigo, y pensar quién irá a tu entierro. Esta peli, como diría mi abuela Remedios, tiene mucha miga. Me pregunto: ¿y quién irá a mi entierro, además de mi gente y del pobre Carlitos con su Ulli?

 

Después del desayuno abro mi estafeta y luego programo mi nombre en Twitter y me encuentro este rayo de sol:

 @AlmaDeliaMC Ricardo Bada es el mejor tuitero que conozco y ni siquiera tiene cuenta de Twitter.

Thank you, Alma Delia de mis entretelas, chamaca hermosa, you make my day!

 

Me escribe José Luis al enterarse de la muerte de Marcel Reich-Ranicki, me dice que está seguro de que le dedicaré una necrológica, pero le contesto que «no creo que me anime a escribir de él en mi columna, tal vez en mi blog, aunque tampoco. En la columna no, porque a un público colombiano le tendría que explicar demasiadas cosas para que entendiese la importancia de su obra y su figura, y mi columna tiene un límite de 2.600/2.700 caracteres. Y en mi blog, no sé, tal vez, te lo diré. Era un grande, no cabe duda, y ya te conté que lo he traducido y admirado como prosista, pero a mí me caía muy mal como persona y aún “más pior” como personaje, era un déspota, y a mí los déspotas siempre me han caído mal, en la política y fuera de ella».

 

Weiß/Colonia, 19.9.

KN, que se cuenta entre quienes reciben regularmente anticipos de mi diario, me comenta acerca de la entrada del lunes sobre Sarah Wiener y sus primeras opciones culinarias: «He comido en casi todos los países de Europa, en restaurantes económicos (dada mi condición) y en caros y muy caros (acompañando a mis clientes). Con independencia de las particulares exquisiteces que es capaz de aportar cada región y cada comarca, la mejor “opción global” la ofrece, sin duda, Portugal. Pero Portugal es pobre y periférico. ¿Quién piensa que va a comer bien en un país pobre? ¿Hay alguien que haya comido realmente bien en Gran Bretaña (con todo su Imperio) o en Noruega (en el segundo país más rico del mundo)? Mi experiencia este verano en Oslo, en restaurantes caros, no ha podido ser más decepcionante, particularmente en el restaurante Lofoten, donde tendrán el mejor bacalao del mundo pero no saben qué se puede hacer con él. No le digas a nadie que se come bien en Portugal, que lo mismo lo estropean y nos quitan el “bacalhau a lagareiro” para servirnos las Hering mit Kartoffeln de Berlín (realmente tristes). Un abrazo y guten Appetit!». ¿Qué se puede añadir a esto sino “Chapeau, cher maître!”?

 

Está visto que la semana parece presidida por el signo de Baltasar, non plus ultra del festín: leo en el diario que Wolfram Siebeck cumple hoy 85 años. WS es uno de los críticos gastronómicos fundamentales en la historia de la cocina universal. Es el hombre que se atrevió a acabar con el mito de la nouvelle cuisine y a decir, y a sostener, con argumentos, que «como cantinero de un boliche para camioneros, Paul Bocuse sería el mejor del mundo, pero su cocina ni siquiera es la mejor de Lyon». Adoro a WS, no sólo por su sabiduría gastronómica sino porque escribe con una gracia helada y un sarcasmo candente, cauterizante. Este sí que es un crítico, y no ese tal Reich–Ranicki por quien doblan las campanas de la literatura alemana, alguien que no supo reconocer la grandeza de Böll, ni la de Walser y Grass. Esta noche toca un Single Malt de 16 años a la salú de Siebeck, anunciando el brindis con el tambor de hojalata.

[En El Pasquín una obscena necrológica de Reich–Ranicki a cargo de un devoto beneficiario de  su atrabilario botafumeiro. Qué asco. Pero también qué falta de ética por parte del diario].

 

12:30 : Visita relámpago de Henri, sólo para saludarme, comer un yogur y que la abuela le cambie el pañal. Hoy no se queda con nosotros porque Diny va a cocinar en lo de Montse, para ella y Rebeca, que irá de visita. Pero qué bien haberlo tenido en casa esos veinte minutos, en los que no me despegué de su lado, y qué lindo verlo despedirme con la manita volviéndose hacia el balcón desde donde los veo ir camino a la parada de bus. Son momentos como estos los que todavía me hacen desear seguir viviendo.

 

Ojeo las páginas relacionadas con Lorca y Cernuda, en Vuelta a las andadas, la autobiografía de Emilio Garrigues, páginas que me envió fotocopiadas Kristin Schneider desde la biblioteca del Cervantes de Bremen. Me detengo en su referencia al expresivo dicho alemán «Aberglaube… aber Glaube» y veo que lo traduce forzando el idioma de recepción: «Contracreencia, pero, al fin y al cabo, creencia». ¿No hubiera sido mejor, no hubiera reproducido (casi) aquel juego de palabras original, una traducción que dijese «Superstición pero súper»?

 

 

Weiß/Colonia, 20.9.

Me escribe Alberto que está saliendo por tierra, de Boston a Nueva York, y me hace recordar aquella página magistral de Juan Ramón en su Diario de un poeta recién casado, donde anota:

«Andan por New York –mala amiga ¿por qué? de Boston, la culta, la Ciudad–Eje– unos versillos que dicen así:

Es esta la querida y vieja Boston, ciudad del bacalao y de las boyas, do los Cabot sólo hablan con los Lowell, y los Lowell no más hablan con Dios.

He conocido bien a una Cabot. ¡Cómo deben de aburrirse los Lowells! He leído La fuente de Lowell. ¡Cómo debe de estar aburriéndose Dios!»

[Repaso la transcripción y compruebo que hice una cita falsa; mostrencamente, he traducido al castellano, ¡y en endecasílabos!, la letra de la copilla que Juan Ramón cita en el original inglés].

 

Concluyo la relectura de la obra poética completa de Cernuda. Por mera curiosidad (y una pizca de masoquismo) cuento las referencias a la muerte que fui registrando a lo largo de la relectura,  con paciencia no sé si de monje benedictino, pero sí digna del desdichado Job. Pasan de 200, lo que significa que pueden ser casi 300, porque sólo anoté el # de la página, y en muchísimas de ellas la referencia a la muerte se encuentra dos, tres, cuatro, cinco veces. O sea, que es ardua la  tarea que me espera. Transcribirlas, organizarlas, tratar de ver si muestran un dibujoEsto es lo que me pasa por meterme en camisa de once varas. Pero nada, joderse y aguantarse.

 

Weiß/Colonia, 21.9.

Reencuentro con Elsa. A Elsa la conocimos en 1990, cuando asistió a uno de los cursos para radiofonistas jóvenes de América Latina, en la Deutsche Welle, y fui su profesor, así como Diny su tutora. De toda aquella joven gente, hoy ya situada en la vida, no mantenemos contacto con muchos, y no por nuestra culpa, pero con quienes el contacto sigue, el afecto se siente enorme y recíproco: Clara Inés en Bogotá, Aída y Ana Carmen en Asunción del Paraguay, Lourdes en Quito, Patricia y Grissel en Cochabamba, y sobre todo Elsa, nuestra peruana queridísima, que ya nos ha venido a visitar dos veces. Esta vez nos citamos en La Piazzetta, el italiano de Karstadt, donde las invitamos a ella y a Glauci, una amiga brasileña suya que, como ella, está haciendo un curso de alemán en el Instituto Goethe, en la provincia [=Berlín]. Es casi un déjà vu con lo que nos pasó hace dos semanas, cuando estuvieron en casa Olivia, Alex y Marcelo. Aunque Elsa y Glauci son personas más maduras, comparadas con nosotros son obscenamente jóvenes, y estar con ellas rejuvenece. Hablamos de miles de cosas. Les interesó sobremanera nuestro viaje en un carguero de contenedores a Buenos Aires, por ejemplo. Y luego de comer, con larga sobremesa, Diny propuso pasar a saludar a Rebeca, que también conoce a Elsa, y de lo de Rebeca fuimos caminando a la Hohe Strasse porque querían dedicarle un rato a la filosofía de Shoppinghauer. Pero antes las llevé a  ver la fuente de los gnomos de Colonia, y les conté en detalle la leyendaY como cargaban bolsas de haber comprado en la tienda de 4711, y eso me emputa mucho, les hice conocer la verdadera casa matriz del agua de Colonia, donde el maestro Farina destiló la primera de todas en 1709. Y estando como estábamos junto a la ruina de St. Alban les mostré las reproducciones de la escultura de los padres dolientes, de Käthe Kollwitz, y asimismo les conté en detalle todas las historias relacionadas con KK y esa estatua. Nos despedimos en la esquina del Gürzenich, desde donde iban a bajar a saludar al Padre Rhin, y nosotros regresamos a casa, felices de haber pasado estas horas con ellas, aunque el largo trecho desde Gürzenich a la estación del Metro en Neumarkt me dejó la espalda hecha pomada. Curiosamente, cuando llegamos a la vista de la boca del Metro y constaté en el tablero luminoso que en dos minutos tendríamos tranvía directo a Rodenkirchen, me dije que los sábados no hay tanto transporte público como en días laborales, y la perspectiva de tener que esperar 15 minutos, tal vez de pie, en una estación atestada de viajeros, le dio alas a mis pies y la descarga de adrenalina se llevó pa’l carajo el dolor de mi espalda. Hasta llegamos al andén 30” antes que el tranvía.

 

Mañana hay elecciones acá. Elsa y Glauci nos preguntaron durante el almuerzo qué pensábamos que iba a pasar, si Merkel seguiría como canciller. Les dije que creo firmemente que así será, que la única incógnita es con quien tendrá que armar su gobierno de coalición, porque nadie cree (yo tampoco) que obtenga la mayoría absoluta. Y me acordé del chiste de hoy en el diario, dedicado al candidato socialdemócrata, Peer Steinbrück, quien se negó en redondo a participar, si llegara el caso, en una gran coalición con los cristianodemócratas de Merkel. En el chiste puede vérselo casi con cara de Mafalda, delante de un humeante plato de sopa GRAN COALICIÓN, y a su lado está el jefe del partido diciéndole como un padre paciente: «Dale, Peer una cucharadita para el tío Wiiiiilly [Brandt] una cucharadita para el tío Heeeeelmut [Schmidt]»

 

***********FIN***********

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